Después de perder su empleo, Philip Quiroz –peruano de nacimiento– decidió cumplir su sueño de viajar por todo el mundo. En cada viaje su familia y amigos le pedían dulces, botanas y sodas de lugares tan exóticos como Japón, Rusia o Egipto, así que a su regreso a La Gran Manzana no dudó en deleitar a todos aquellos con paladar internacional.