¿Por qué nos atraen las malas noticias? La biología del cerebro lo explica
Confieso que durante varios días a principios de este mes, antes de que se conociese el desenlace, lo primero que hice nada más sentarme en mi computadora por la mañana fue actualizar la información sobre el tremebundo caso de las dos niñas arrojadas al mar por su padre en las islas Canarias (España).
De la misma manera, cuando el pequeño Julen, de dos años, cayó a un pozo de varios metros de profundidad, recuerdo refrescar una y otra vez mis redes sociales para tener la actualización diaria de las tareas de búsqueda del pequeño hasta que finalmente hallaron su cuerpo sin vida.
El trágico final de ambos eventos era más que previsible, dada la información de la que disponíamos en los dos casos desde el principio. ¿Por qué me sometí a este mal trago durante varios días nada más comenzar mi jornada? En parte porque mi cerebro, nuestro cerebro, está configurado para ello.
Lo confirman investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis que, con sus trabajos con monos, han identificado áreas específicas en el cerebro que se activan cuando un individuo se enfrenta a la elección de aprender o esconderse de la información sobre un evento negativo no
deseado.
Los hallazgos de sus trabajos son preliminares pero podrían ayudar a comprender mejor los procesos que subyacen a afecciones como el trastorno obsesivo-compulsivo y la ansiedad, además de cómo nos enfrentamos al diluvio de información que caracteriza la vida moderna.
Los cerebros no están bien preparados
" Los cerebros de las personas no están bien equipados para hacer frente a la era de la información", afirma el autor principal, el doctor Ilya Monosov, profesor de neurociencia, neurocirugía e ingeniería biomédica. " La gente está constantemente comprobando, comprobando, comprobando las noticias, y algunas de esas comprobaciones son totalmente inútiles”, señala Monosov. “Nuestro estilo de vida moderno podría estar reestructurando los circuitos de nuestro cerebro que han evolucionado durante millones de años para ayudarnos a sobrevivir en un mundo incierto y siempre cambiante."
En investigaciones anteriores, estos expertos habían estudiado en monos dos zonas del cerebro involucradas en el seguimiento de la incertidumbre sobre eventos anticipados positivamente, como las recompensas. El incremento de actividad en dichas áreas impulsó la motivación de los monos para encontrar información sobre las cosas buenas que pueden suceder.
Lo que no tenían claro los investigadores era si estos mismos circuitos se activaban en el caso de información sobre eventos anticipados negativamente.
Como sucede con los seres humanos, los resultados de su investigación muestran que los monos tienen diferentes actitudes ante las malas noticias: uno de ellos quería saber mientras que el otro prefirió evitar esta información. En cambio, tenían la misma opinión en el caso de ser buenas noticias. "Cuando se les dio la opción de averiguar si estaban a punto de recibir algo que les gustaba, como jugo, ambos decidieron averiguarlo", explican.
"Empezamos este estudio porque queríamos saber cómo codifica el cerebro nuestro deseo de saber lo que nos depara el futuro", dijo Monosov. "Vivimos en un mundo para el que nuestro cerebro no ha evolucionado. La disponibilidad constante de información es un nuevo reto con el que tenemos que lidiar. Creo que entender los mecanismos de búsqueda de información es muy importante para la sociedad y para la salud mental de la población".
Velcro para lo malo, Teflón para lo bueno
¿Por qué nos fijamos más en lo negativo? Porque en el pasado, cuando nos alojábamos en cuevas, era fundamental para nuestra supervivencia tener bien presentes amenazas cotidianas como los depredadores. Mientras que el olvido de una experiencia positiva no es crucial –siempre se puede recordar al día siguiente–, ignorar experiencias negativas podía conducir a la muerte. Por tanto, a diferencia de lo negativo, lo positivo no pasa de forma automática a esa zona de almacenamiento de nuestro cerebro que reutilizará esas señales como advertencia. En palabras del psicólogo e investigador Rick Hanson, tenemos un “ Velcro para lo malo, Teflon para lo bueno”. Y esto explica por qué la información negativa sobre una persona se recuerda mejor que la información positiva, algo obvio en el mundo de la política, por ejemplo.
El remedio propuesto por Hanson es “internalizar” el sentimiento de tener nuestras tres necesidades básicas cubiertas: seguridad, satisfacción, y conexión. Por ejemplo, las experiencias de relajación y calma, de sentirte protegido refuerzan nuestro sistema de seguridad. Quienes son capaces de internalizar una y otra vez la sensación de calma, tienen más posibilidades de enfrentarse a situaciones de estrés sin entrar en modo reactivo. Lo mismo sucede con nuestra necesidad de satisfacción y las experiencias de gratitud o logro, que nos llevan a ver las riquezas de nuestra vida y nos protegen frente a las pérdidas que experimentemos. De la misma forma, cuanto más cultivemos el sentimiento de compasión, bondad, de amor a otros y uno mismo, más protegidos estaremos frente a situaciones en las que nos den de lado.
“En mi opinión”, concluye Hanson, “si eres capaz de internalizar repetidamente lo bueno para cultivar tu fuerza interior, podrás lidiar con lo malo. Internalizar lo bueno está motivado por el reconocimiento de que la vida puede ser muy dura”.