Misael Mejía, de 36 años, no se puede mover porque padece una variedad de artritis que afecta los huesos y articulaciones. "Solo puedo estar de pie máximo 10 minutos o menos porque no aguanto el dolor", dice.
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Como pudieron, los padres de Misael lo llevaron a diferentes doctores en su natal Honduras, lo cual se convirtió en una travesía de dolor debido a que nadie les podía dar un diagnóstico certero sobre lo que padecía su hijo. “Un médico nos dijo que no tenía nada y que no había bacterias dentro de él”, recuerda Albertina Rosales, la afligida madre.
La situación, ya de por sí difícil, se complica cada vez más debido a la precaria situación económica de la familia que se mantiene con los pocos ingresos que Víctor obtiene por algún trabajo de albañilería que llega a conseguir o por lo que se puede vender en un pequeño puesto para poder comprar los caros medicamentos.
La gran parte de la ayuda económica ha venido desde las donaciones de feligreses de la iglesia del pueblo, pero necesitan más ayuda para que Misael tenga acceso a los mejores especialistas posibles, debido a que se le ha detectado que su corazón mide tres veces más de lo que debería, entre otros padecimientos.