Ruth Cera es una colombiana de 60 años que tuvo que ser sometida
a una amputación de pierna debido a una gangrena derivada de la diabetes y al uso de unos zapatos que le quedaban pequeños.
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Aunque sabía que le habían quedado chicos esos zapatos que le regalaron, su
pobreza y la necesidad de caminar para ganarse el sustento de su casa la obligaron a seguir usándolos,
sin imaginar que esa simple decisión la dejaría sin una pierna.
Ruth Cera, una
colombiana de 60 años, prefería tener un poco de dinero para mantener a sus tres hijas y a sus cuatro nietos, antes que preocuparse por las llagas que esos zapatos le habían provocado en su pie izquierdo y que su diabetes terminaría
por generarle una gangrena por la que habría que cortarle la mitad de la pierna.
Habitante del barrio Montecristo en Barranquilla, Ruth recuerda que un día unos vecinos desecharon una serie de tubos que les habían sobrado en la obra de
construcción frente a su casa, por lo que tomó uno,
lo cortó a su medida y lo rellenó con platos desechables.
Sandra Arismendi, hija menor de Ruth, recuerda el día en el que su madre fue ingresada al
hospital debido a la gangrena y sintió impotencia de no poder ayudarla.
“Primero vimos que le faltaban dedos, luego decidieron amputarle el pie y luego la pierna. Me dio mucha tristeza”, recuerda.
Sin embargo, fiel a su forma de ser y mientras su
familia sucumbía ante la tristeza, Ruth miró de frente al doctor y sin titubear le dijo
“Móchemelo. Si con eso estoy bien, móchemelo y que Dios me dé fuerzas para seguir adelante”.
Así, Ruth perdió el pie y la mitad de su pierna. Desde entonces, la idea de contar con una buena prótesis se ha convertido en un sueño inalcanzable debido a que su
trabajo como costurera
tan solo le da unos pocos pesos para poder mantener a su familia.
Sin seguro médico y con los hospitales colapsados con pacientes
covid-19,
Ruth está olvidada y sin la mínima posibilidad de resolver su problema.