Para incrementar natalidad, mejoremos las condiciones de las madres y el costo de tener un bebé
El descenso de las tasas de natalidad de EEUU es una tendencia que viene de muy atrás, común en países donde las mujeres han conseguido más independencia económica, y que se agudizará: la pandemia y la recesión económica que la acompaña provocarán entre 300,000 y 500,000 nacimientos menos en 2021, según las estimaciones de Brookings Institution.
En la actualidad, el adulto estadounidense medio en edad de criar hijos tiene un 17% menos hijos que en 1990, y aproximadamente un 50% menos que en 1960. El país sigue teniendo una tasa de fecundidad superior a la de Japón y Alemania, pero está en el mismo rango que Reino Unido y Suecia y por debajo de Francia o Irlanda. Ahora hay más estadounidenses de 80 años o más que de 2 años o menos.
El segundo factor detrás del lento crecimiento de la población (el primero es el descenso de la natalidad) es la disminución de la inmigración legal durante la presidencia de Trump. La inmigración ilegal no parece haber cambiado significativamente.
El impacto de la pandemia
La pandemia no sólo ha provocado la muerte de muchas más personas. También están naciendo muchos menos niños. Los datos preliminares muestran el impacto de la pandemia en el descenso del número de nacimientos en países como España e Italia, que ya se enfrentan al reto del envejecimiento de la población. Los datos de instituciones como Brookings hablan de una tendencia similar en EEUU.
Una caída del número de recién nacidos en las economías industrializadas tras una pandemia o una crisis económica —como la depresión de los años 30 o la crisis del petróleo de 1973— no es sorprendente, ya que las familias priorizan su seguridad laboral y la capacidad de mantener los hijos que ya tienen por encima de ampliar familias.
Reducir el precio que pagan las mujeres
El presidente Joe Biden busca atajar la caída de la tasa de natalidad expandiendo los programas de cuidados infantiles y escolares y con las medidas como la que anunció recientemente de ofrecer a las familias una ayuda por hijo de 300 dólares.
Animar a los ciudadanos a procrear es más fácil en la teoría que en la práctica. La ayuda económica a los futuros padres, ya sea en forma de pagos únicos, guarderías subvencionadas, matrículas e incluso ayudas a la vivienda, es necesaria. Pero no siempre es suficiente cuando se trata de asegurar una tasa de natalidad más sostenible en el tiempo.
Estas medidas deberían de ir acompañadas de otras que abordan la llamada "maldición de la maternidad". Esto significa fomentar el trabajo dividido en el hogar y promover la igualdad de oportunidades después del matrimonio y los hijos, así como antes. Si crees que esto no es necesario, y que ya se ha avanzado lo suficiente, echa un vistazo al siguiente gráfico, que refleja la cantidad de horas (en minutos) dedicadas al trabajo no remunerado en el año 2019:
Lo que cuesta tener un bebé
Por otra parte, los gastos medios relacionados con la maternidad en EEUU se elevaron de 3,069 dólares en 2008 hasta 4,500 en 2015, según un estudio publicado a
principios del año pasado en la revista Health Affairs elaborado por investigadores de la Universidad de Michigan. Una cifra que choca con lo que pagan las finlandesas (unos 60 dólares) o las españolas (nada); los costos los asume la sanidad pública, que se financia con los impuestos y es universal y gratuita.
El estudio analizaba los casos de 675,061 mujeres que tenían seguro de salud a través de sus empleos y que dieron a luz entre 2008 y 2015 y los costos (ajustados a la inflación) en que incurrieron durante el año previo al parto, en el parto mismo y a lo largo de los tres meses posteriores.
Por los partos vaginales, las mujeres tuvieron que pagar 4,314 dólares como media en 2015 (frente a 2,910 en 2008). Mientras tanto, las cesáreas se elevaron desde los 3,364 a los 5,161 dólares. El costo medio para todos los partos en 2015 fue de 4,500 dólares.
Si a esto sumamos que EEUU es, al menos por ahora, único entre los países desarrollados en la ausencia de un permiso pagado de maternidad, y también que, debido a todo lo anterior, tiene una de las tasas de mortalidad materna más elevadas del mundo desarrollado ( EEUU es el lugar más peligroso para dar a luz dentro de las naciones desarrolladas), nos encontramos ante el cóctel perfecto para comprender la reticencia a la hora de ampliar la familia.
La realidad de por qué las familias americanas son más pequeñas tiene que ver con el dinero, apunta Moira Donegan en The Guardian. “Mientras muchas más mujeres decide no tener hijos o tener menos, otras tienen menos hijos de los que les gustaría. Y para estas mujeres, sus propias familias más pequeñas son el resultado no de su propio egoísmo personal o degradación moral, sino de las limitaciones económicas”.
Como recuerda Donegan, EEUU ha gastado una cantidad escandalosamente pequeña de sus ingresos fiscales anuales en la creación de ayudas accesibles y eficaces para las madres.
“Durante años, EEUU ha hecho una política interna que ha castigado a las mujeres por ser madres y, por extensión, ha desincentivado a las que quieren tener tantos hijos como les gustaría. Esta es una de las razones por las que la tasa de natalidad ha descendido tanto: las mujeres no reciben suficiente apoyo material por parte del Estado para poder criar a sus hijos sin dejar de llevar una vida próspera y económicamente productiva”, señala.
Por otro lado, las mujeres cobran menos que los hombres, una tendencia que es especialmente dramática cuando se compara a las mujeres de color con sus compañeros blancos. Esas diferencias salariales aumentan a medida que avanza la carrera profesional, lo que hace más difícil que las mujeres comiencen a formar sus familias.