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    Cancer de seno

    Ella le dijo "jódete" al cáncer, decidió no implantarse senos y su foto recorrió el mundo

    Sin antecedentes de cáncer en su familia y con solo 36 años, a Sandra Monroy le dijeron que tenía cáncer y que su mejor opción era quitarse ambos senos. Tras la operación no quiso colocarse implantes: aquí cuenta por qué decidió 'quedarse plana', tatuar su pecho y el mensaje que envía con sus cicatrices.
    Publicado 30 Abr 2022 – 11:52 AM EDT | Actualizado 10 Oct 2023 – 10:03 AM EDT
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    Lo primero que Sandra Monroy pensó cuando le dijeron que tenía cáncer de mama fue que iba a morir. Era mayo de 2021 y tenía 36 años.

    Allí entró en un torbellino de decisiones que parecían poner al mismo nivel lo estético —de cómo Sandra se vería sin sus 'chichis' (sus senos)— con el tema de salir viva del cáncer.

    Pero no solo sobrevivió sino que se transformó y parte de su metamorfosis quedó plasmada en una fotografía que fue premiada y recorrió el mundo.

    Ella decidió no ponerse implantes de senos, una resolución que tomó con dolor pero también con coraje. Su experiencia es también un espejo del derrotero que miles de mujeres deben atravesar viendo cómo sus cuerpos cambian después del cáncer. Porque sus pechos no volverán a ser nunca más sus pechos.

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    “Aquí no falta nada”: esta joven decidió no ponerse prótesis tras padecer cáncer de mama


    Esa fotografía de Sandra, con sus cicatrices frescas y su rostro en llanto, es también un potente mensaje a ti, espectador. "Veo las fotos y ya no me pertenecen. O sea, la foto es de ustedes. Y mis heridas, en aquel momento recientes, hablan sobre las heridas internas del espectador, y que cada quien empiece a trabajar sus propias heridas", dice.

    Durante 12 años, ella había sido supermetódica con los controles anuales pese a no tener antecedentes familiares de cáncer. Sandra, que vive en la Ciudad de México, asistía cada año a la FUCAM, la Fundación de Cáncer de Mama, para realizarse un ultrasonido mamario de control, porque las mamografías en México se realizan anualmente a partir de los 40.

    El único año que faltó a su cita anual fue en 2020, porque entonces transcurría lo peor de la pandemia. En marzo del año siguiente acudió a su control habiendo palpado una bolita en su seno derecho.

    "Me acuerdo que cuando me revisan... en el derecho había una bolita de grasa. Pero me dijeron: 'Hay algo en el izquierdo que no me gusta'", cuenta a Univision Noticias. Sandra tuvo que ir al día siguiente para su primera mastografía (mamografía) y otro estudio en 3D. "Y ahí estaba, mi tumor, que no era tumor, era como una especie de hilo milimétrico en aquel momento. Su primer nombre fue cicatriz esclerosante".

    A eso le siguió la visita al oncólogo, la biopsia y el resultado que llegó en mayo. "Me acuerdo que vi al radiólogo en el pasillo, me saludó y le dije: '¿Cómo salió la biopsia?'. Él me respondió: 'Ve adentro que allí te van a decir'".

    Cuando supo que era cáncer

    Tras ver al radiólogo "entré a consulta y en efecto me dijo el doctor: 'Es cáncer'. Y fue un trancazo". Lo primero que vino a su mente es lo aterradora que es esta enfermedad: "Me voy a morir", pensó.

    Sandra nunca tuvo síntomas. "Era muy pequeño... y estaba colocado en el pezón. Me acuerdo que cuando me estaba revisando, el doctor me dijo: 'Eres muy afortunada, porque las mujeres de tu edad llegan a morir'", dice. El médico se refería a que al tener menos de 40 años es menos probable que hubieran podido detectar un cáncer tan incipiente.

    Comenzó un peregrinaje que pasó por sesiones conjuntas en las que fue examinada por 15 oncólogos, hasta estudios de los que nunca había oído hablar en su vida.

    Llegó el veredicto. "En el consultorio estábamos mamá y yo... y nos encontramos otra vez con la frase de 'eres muy joven' y pues lo que te vamos a recomendar es que no sea una sola de las mamas, sino que sean las dos. Porque al haber más años de vida hacia adelante, hay más probabilidades de que vuelva a surgir un cáncer".

    El doctor le dijo también que podría quedarse con la mama derecha, pero que eso significaría que dos veces al año tendría que hacerse estudios y, a la larga, recibiría mucha radiación. Le sugirieron entonces: "Una mastectomía bilateral y —viene la otra parte— con reconstrucción, como para, ya sabes, subir un poco el ánimo de la primera noticia".

    "Jódete cáncer"

    El dinero comenzó a ser un problema: Sandra se había gastado todo en llegar al diagnóstico y todavía faltaba mucho por delante. "Por desgracia siempre acaba siendo la sociedad civil, o sea tu familia, tus amigas y amigos, los que acaban resolviendo lo que por derecho te corresponde", dice.

    Para exorcizar lo que estaba atravesando, Sandra crea su cuenta de Instagram llamada Jódete Cáncer, que terminó siendo para ella un sitio en el que podía compartir pero también encontrar historias similares a la suya.

    Mientras procesaba que tendría que extirparse sus dos senos y que esa operación, al fin y al cabo, le salvaría la vida, Sandra se chocaba con el hecho de que a veces las conversaciones sobre decisiones de vida o muerte, terminaban en charlas sobre cómo se vería su escote tras una mastectomía doble.

    Se van las dos 'chichis'

    Comenzó a hacer búsquedas para ver cómo se vería sin sus 'chichis'. "Las más famosas son las 'uniteta'", notaba ella. Comenzó a hacer meditaciones para "visualizarse plana" al tiempo que estaba empezando a tomar una decisión: las prótesis no eran lo suyo.

    "No me veía con prótesis y conforme fui viendo más mujeres bilaterales (sin sus dos chichis), dije 'aquí no falta nada'. O sea, es una estética diferente, es un cuerpo diferente, pero aquí no falta nada. Y fue darme cuenta de que ahí es donde yo encajo", cuenta.


    Sandra tuvo que tomar decisiones muy rápidas en lapsos muy cortos y tuvo que elaborar varios duelos muy profundos a contrarreloj. Comenzó a hacer terapia con un psicólogo, pero también estuvo abierta a escuchar lo que podía ofrecerle la cirugía reconstructiva.

    "Fui con el cirujano plástico para saber de qué se trataba todo esto. Escuchaba que había diferentes reconstrucciones: la inmediata con implantes —que era la que me ofrecía—, la reconstrucción diferida, reconstrucción que no sé qué ... Y dije: 'Vamos a ver. Nunca he creído que un agente como la silicona deba estar en el cuerpo. Pero esa es mi idea'".

    "Eres muy joven"

    En la consulta había dos doctoras. Cuando Sandra les dijo que se quitaría ambas mamas, las médicas abrieron los ojos sorprendidas, pero pronto le dijeron: " Perfecto, porque te van a quedar superalineadas".

    "Como si yo estuviera cambiándole las llantas a mi carro, y como si no fuera una parte de mi cuerpo. Y el siguiente comentario fue muy amable, tan amable que no se daban cuenta la falta de perspectiva de género que necesitan. Me dicen: 'Tú eres muy joven y entonces sí eres candidata a una reconstrucción. Una señora ya más grande no tiene caso'. No se dio cuenta de la violencia sutil".

    Pero en esas conversaciones con el cirujano, Sandra además entendió que los implantes podían ir bien o mal con su cuerpo si eran rechazados. ¿Como saber si ella los iba a aceptar a rechazar? No había manera.

    También le dieron la opción de una reconstrucción en la que le quitaban el tejido mamario y le pondrían unos expansores que son "como los balones desinflados con imán" a los que cada tanto le irían inyectando con solución salina para ir estirando la piel. "Pero si me tocaba terapia con radio, me dijeron que debían inflar los implantes de golpe porque si no la piel endurece".

    "Tengo suficiente con el cáncer"

    En medio del torbellino de noticias, duelos y decisiones, Sandra entendió que su problema principal era sobrevivir. Decidió definitivamente que no quería implantes porque la llevarían una y otra vez a un quirófano.

    Describe esas prótesis como un "grillete médico" adicional al cáncer que, al final, era para cumplir una satisfacción estética de alguien más que no era ella. "Tengo suficiente con el cáncer como para meterme en esto".

    "Porque yo no estaría aquí si no fuera por el cáncer. Y de pronto estando aquí parece que se olvida que vengo por el cáncer", relata.


    "¿Por qué tengo que ser yo, la que está pasando por el cáncer, la que tiene que seguir sufriendo por unas operaciones estéticas? ¿Para que no me vean mal? Miren. El problema es de los demás, no mío".

    El llanto llegó más tarde

    Llegó el 5 de julio de 2021, por la mañana, día de la cirugía. Al despertar de la anestesia, vio unos drenajes en donde antes estaban sus senos. Sandra tenía temor de pensar que se había equivocado y que debía haber aceptado ponerse 'chichis'.

    "Me acuerdo que en la noche me revisaban porque tenía un pequeño moretón. Me aflojaron las vendas y les dije que 'yo quiero ver', porque todo el tiempo le dije a los doctores que por favor me cortaran y cosieran bonito porque yo me iba a quedar plana. Y la doctora me dijo: 'No te preocupes, te vamos a cortar y coser con amor'".

    Sandra pudo ver su tórax muy inflamado y vio que, efectivamente la habían cosido "con amor". "Ay, qué bien quedaron", dijo.

    Tras pasar una noche en el hospital llegó a su casa. Y allí estalló el llanto. Allí empezó el duelo de verdad.

    "Porque entras a un lugar en donde tú saliste de una manera y estás entrando de otra. Claro que también, con todo el optimismo de que estás viva".

    "Para la noche me acabé de romper. Berreaba, estaba llorando porque yo sí quería chichis, pero no quería las que ellos me ofrecían, si no quería las mías. No era justo que una enfermedad como esta se llevara una parte de mi cuerpo".


    Lloraba tan fuerte que sentía que se le iban a abrir los puntos. La psicóloga le dijo: "'Después de este día todos van a ser mejores'. 'Es cierto', dije. Respiré y empezó a pasar".

    "Vas a quedar como la muñeca rota"

    A las decisiones de vida o muerte sobre la mastectomía, le siguieron esas decisiones estéticas. La vulnerabilidad se dispara y en medio de los fantasmas del rechazo es que llega la oferta de colocarse implantes.

    Sandra cuenta que ha tenido que escuchar comentarios del estilo "si no tienes chichis no te vas a poder poner escote" o que "no vas a poder usar una bikini" o "no te va a querer nadie".

    "Yo pasé por los mismos miedos. Dije: 'Seré rechazada por esto o aquello'. Pero cuando veía mujeres planas, que se habían tatuado, que se seguían viendo sensuales, dije: 'Es que ese es mi ideal a seguir' O sea, no voy a escuchar todas estas voces que te dicen que vas a quedar como la muñeca rota".


    Parecen decirte "esto es tan feo que por eso ponte los implantes... Y yo no quiero replicar este mensaje para las que vengan. Yo no quiero decirles: 'Tienes que obedecer para que no te sientas mal'. Si tú quieres los implantes, adelante, pero que venga de un deseo desde adentro, tuyo, no porque fulano te vaya a dejar o porque te sientas rechazada".

    "Prácticamente te están ofreciendo ponerte implantes para que no te miren mal y no un camino de elección libre. Te los están ofreciendo con el miedo de ser rechazada, que es uno de los temores primarios, el que no te quieran".

    La foto que recorre el mundo

    Los ganglios que le quitaron a Sandra fueron a patología y salieron negativos. No necesitaba ni quimio ni radioterapia para ese entonces.

    En el transcurso de su transformación, Sandra reflexionó sobre lo maravilloso que era su cuerpo, cómo se fue recuperando y cicatrizando. Entre las personas que la acompañaron estuvo su amiga Sáshenka Gutiérrez, quien es fotógrafa de la agencia de noticias EFE, y quien documentó la intimidad del proceso.

    "Ella (Sáshenka) me dijo: 'Tú eres una bomba molotov y a mí me encanta ver arder el mundo'", recuerda.

    Una de las imágenes (la que abre este artículo) fue galardonada con el premio Ortega y Gasset en la categoría mejor fotografía. Es la fotografía del primer baño en su casa tras la mastectomía.

    "Fue salir del capullo y el llanto de la fotografía, claro, tiene mucho dolor. Pero el dolor también solo es una estación. El camino es un tema de esperanza, es un tema de renacimiento", dice.


    "No son fotos glamorosas, no son los mejores momentos (porque todo el mundo quiere ser retratado en la cima del éxito). En un mundo donde hay un chorro de filtros, mostrar la realidad es un acto completamente subversivo. Y más si viene de una mujer, ¿no?".

    Cicatrices, flores, un corazón y un mensaje

    Sandra se ha ido transformando y reconstruyendo de manera interna y también resignificando su pecho, ahora plano y surcado con dos cicatrices.

    Cuenta que luego de que le quitaron los pechos, tocó su corazón. Latía fuerte, como nunca antes. "Era impresionante y no me había dado cuenta la potencia que tenía ese corazón... Entonces dije: 'Claro, yo quiero un corazón'", pensó.

    Y se tatuó un corazón. Y se tatuó flores que ahora pueblan su pecho de colores. Porque todo el mundo cree que las cicatrices son "zonas muertas". Y no es así. "Y no voy a tapar mis cicatrices por varias razones. Una, porque me enorgullecen, y dos, porque necesitan ser visibles a los doctores por cualquier cosa".

    Ella ahora mira aquellas fotos que su amiga Sáshenka le tomó en aquel momento de vulnerabilidad y siente que están en el pasado.

    "La foto es un mensaje contundente a todo un mundo. Te estamos sacando de tu zona de confort. Esto es la realidad y es lo que miles de mujeres viven todos los días. Que el espectador pueda entender o que diga: 'No deberían de haberse publicado porque es una falta de gusto'. No están hablando de nosotras... (las imágenes) están hablando de ellos".

    "Si supieran lo que ese cuerpo pasó: quimioterapia, radioterapia, cirugías... O sea, no sé cómo es que tú y tu cuerpo han aguantado todo eso y encima sales al mundo para que te digan: 'Te falta una chichi'. ¡No jodas!"

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