La versión ‘tica’ de Trump, el debate religioso y otras claves de la elección que confunde a Costa Rica

SAN JOSÉ.- Costa Rica encara el cierre de su campaña electoral en un ambiente de apatía y resentimiento sobre las opciones políticas para la Presidencia y la Asamblea Legislativa. La incertidumbre y el bajo apoyo a los partidos se refleja en las encuestas publicadas a pocos días de las elecciones, en las que han llamado la atención un candidato que evoca a Donald Trump, un empresario adinerado por el partido más antiguo y un predicador evangélico que hasta hace unas semanas casi nadie conocía.
La campaña en su etapa final muestra un endurecimiento del discurso conservador religioso que deja en segundo plano el debate de problemas que amenazan la sostenibilidad del modelo de bienestar en la “Suiza centroamericana”, como la llaman algunos costarricenses. Estas son algunas de las claves de los comicios en los que se elegirá al presidente de la República y los miembros de la Asamblea Legislativa entre el período 2018-2022:
- 13 candidatos y una probable segunda ronda. Más de la mitad de los 3.3 millones de ‘ticos’ empadronados carece de intención de votar o de candidato preferido, según los estudios de opinión, lo que hace muy probable una segunda ronda para elegir al sustituto del presidente Luis Guillermo Solís, cuya popularidad viene en picada. La pelea por acceder al balotaje la dan 13 candidatos presidenciales, aunque solo seis de ellos parecen tener alguna opción, al menos remota, en esta competencia marcada por el discurso anticorrupción, de mano dura y más recientemente de corte religioso.
- Los aventajados. Entre los protagonistas está el abogado Juan Diego Castro, a quien sus críticos comparan con Trump por su verbo fogoso y sus planteamientos anti-establishment; en esta campaña ha llamado la atención pese a que se postula por un partido que en sus 15 años de trayectoria ha tenido escasa representación parlamentaria: el Partido de Integración Nacional (PIN). También figura Antonio Álvarez Desanti, el candidato del tradicional Partido Liberación Nacional (PLN) apoyado por el expresidente Óscar Arias. Además, en las últimas dos semanas se ha sumado al escenario Fabricio Alvarado, exreportero de noticias policiales en televisión, predicador, cantante cristiano y diputado único (entre 57) del partido confesional Restauración Nacional; él parece recoger el respaldo del sector más conservador costarricense exacerbado por el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (9 de enero) en favor del matrimonio de parejas del mismo sexo.
- Ticos indecisos. Ninguno, sin embargo, llegaría siquiera a la mitad del 40% establecido como mínimo de ley para ganar en primera vuelta, según la encuesta de la Universidad de Costa Rica (UCR) publicada este martes. Además de que el 39% de la muestra se declara reacia a participar en las elecciones (el voto es obligatorio, pero abstenerse no tiene ninguna consecuencia), uno de cada cuatro electores decididos a votar carece aún de favorito. Los investigadores han constatado la alta volatilidad de preferencias electorales, en parte por la pérdida de importancia de los partidos políticos, viejos o nuevos. Solo tres de cada diez ticos se declaraba simpatizante de alguno de ellos antes de comenzar la campaña, en octubre.
- Competencia abierta. Este desapego político y la volatilidad de la intención de voto hacen a los analistas considerar que la atención no debe limitarse a Castro, Desanti y Alvarado, pues otros candidatos presidenciales aparecen con alguna opción de acceder a una segunda ronda calendarizada para el 1º de abril. Entre ellos Rodolfo Piza, del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), la agrupación que junto al PLN dominó el poder político en las últimas décadas. Un disidente este PUSC, el médico Rodolfo Hernández, también participa con el respaldo del expresidente Rafael Ángel Calderón (1990-1994), el hijo de uno de los dos caudillos que lideraron los bandos en la Guerra de 1948, a partir de la cual este país se desarrolló en el bipartidismo hasta su resquebrajamiento con el cambio de siglo.
- Oficialismo en dificultades. El joven periodista Carlos Alvarado es el quinto o sexto candidato en las encuestas y representa al partido que acabó con ese bipartidismo en 2014 al llevar a la Presidencia a Luis Guillermo Solís como una carta de cambio político. Su gobierno de altibajos ha quedado lejos de las altas expectativas generadas entonces y ahora el Partido Acción Ciudadana (PAC, centroizquierda) también debe nadar contra corriente en esta elección. Carlos Alvarado recoge apenas un 6% de intención de voto en la última encuesta del CIEP, aunque SUS especialistas estiman que no se puede descartar del juego. Entre los candidatos mencionados, es el único que acepta el fallo de la Corte Interamericana sobre matrimonio igualitario.
- Corrupción en la mira. Alvarado también debe lidiar con consecuencias de un caso de corrupción destapado en 2017 que afectó al gobierno de Solís, a varios partidos, al Poder Legislativo y al Judicial. Se trata de trama conocida como “cementazo”, de supuesto tráfico de influencias a todo nivel a favor de un importador de cemento chino que pretendía romper el control de las transnacionales Cemex y Holcim. Ese empresario está en la cárcel como medida cautelar, pero su efecto en la política en Costa Rica se hizo notar en la campaña al generar condiciones aptas para el discurso “antipolítico” de Juan Diego Castro, que propone “una democracia sin partidos” a los ciudadanos disgustados con el sistema.
- Un estilo Trump. Castro además ofrece un discurso de mano dura contra la inseguridad, un problema que se refleja en el récord anual de homicidios alcanzados en 2017, más de 600, en una proporción de 12 por cada 100,000 habitantes. Las propuestas con frases altisonantes y sus formas políticas abundantes en conflicto, además del aprovechamiento de difusión por años en algunos medios de comunicación y del manejo de las nuevas plataformas digitales, hacen que los críticos comparen la figura de Castro con la de Trump. Además señaló un fraude con la complicidad del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), dijo que las mujeres del Poder Judicial consiguen ascensos laborales practicando sexo oral y se ha lanzado en ataques directos a periodistas y medios de comunicación que considera enemigos.
- Disputa por el voto conservador. Castro, un abogado descendiente de la oligarquía cafetalera de principios del siglo XX y expresidente de la logia masónica de Costa Rica, ha dado también un giro conservador a su discurso para tratar de captar a electores cristianos inquietos por el avance de la agenda de derechos humanos que consideran una amenaza para los valores tradicionales. Él no está solo en ello, pues Álvarez Desanti, Piza y Hernández también acentuaron sus mensajes “profamilia y provida (antiaborto)” tras conocer la reacción de rechazo de los costarricenses al fallo de la Corte Interamericana en respuesta a Costa Rica. La encuesta de la UCR indica que solo uno de cada tres personas apoya el matrimonio igualitario, posición que defiende el oficialista Carlos Alvarado. En el otro lado, ningún candidato logró aprovechar tanto la ola conservadora como Fabricio Alvarado, que solo este mes pasó de 3% de intención de voto a 17%, lo que lo coloca casi empatado con Juan Diego Castro en esta encuesta. Otros sondeos también registran ese salto abrupto del candidato evangélico, pero lo ubican por debajo de Álvarez Desanti en intención de voto.
- Dios por encima de los problemas terrenales. La ubicación de los candidatos puede cambiar entre una encuesta y otra o de un día para otro, pero todas reflejan incerteza, bajo entusiasmo y el endurecimiento del mensaje conservador por encima de otros temas. Estas invocaciones religiosas las dirigen en conjunto la tradicional Iglesia Católica y los dinámicos y crecientes grupos evangélicos que han ido escalando en poder político en este siglo, reflejo de una tendencia latinoamericana. Ante esto, los partidos intentan reaccionar con mensajes fuertes dirigidos a la mayoría cristiana en una discusión que invisibiliza el debate sobre los que los costarricenses perciben como sus principales problemas: el desempleo anclado en tasa de 9%, la inseguridad carburada por el narcotráfico internacional y la sostenibilidad del apreciado sistema sanitario público y de jubilaciones. La amenaza que cruza cualquier plan de gobierno es el déficit fiscal de casi 6% del PIB, cuya solución se torna imposible por falta de acuerdos políticos y resistencia de grupos poderosos. La composición de la cámara legislativa también es un enigma, pues solo cuatro de cada diez encuestados manifiestan preferencia por alguna papeleta a dos semanas de la elección.
- ¿País feliz? En el fondo, los ticos enfrentan la desigualdad creciente que amenaza la fama de bienestar del país y la sostenibilidad de los índices de desarrollo humano con frecuencia ubicados entre los más altos de América Latina, esos que los ticos invocan con su frase “pura vida” y atrae a miles de jubilados y turistas cada año.
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