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Coronavirus

Crónicas de la pandemia: cómo los indocumentados afrontan el virus, la angustia económica y el temor a ICE

La pandemia ha sido una angustia tras otra para Blanca Olivares, una inmigrante indocumentada de California. Sus ahorros se esfumaron, perdió el ingreso que recibía por un pequeño negocio de renta de artículos para fiestas y su familia fue excluida por el gobierno del cheque de ayuda de 1,200 dólares. Ella registró en más de un centenar de videos para Univision Noticias estos seis meses de viacrucis.
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Ciento cuarenta y tantos días padeciendo el virus. Seis meses que para Blanca Olivares y su familia de estatus migratorio mixto han significado falta de dinero, ansiedad, temor a enfermarse con el covid-19 y a estar en la mira de ICE. Y que fueron registrados por Blanca en más de 100 videos grabados para Univision Noticias.

Blanca es mexicana y casi la mitad de sus 43 años los ha vivido en Estados Unidos sin documentos. Su esposo Valentín trabaja en la construcción y también es indocumentado. Sus dos hijos adolescentes -Ghael y Naylea- nacieron en este país, pero quedaron excluidos del programa federal de ayuda por la crisis del coronavirus. Fue un revés masivo que fue desafiado en una corte federal. Blanca reclama que el gobierno de Trump cataloga a sus hijos como “ciudadanos de segunda clase” y los deja a la deriva en medio de una situación muy delicada.

“Los inmigrantes indocumentados no estamos recibiendo nada, creo que estamos siendo discriminados”, decía en un video que grabó el 24 de abril, poco después de que se cumpliera el primer mes de confinamiento en California buscando detener la ola de contagios. No se logró el objetivo: a mediados de agosto había más de 600,000 infecciones acumuladas , siendo el estado con más casos reportados dentro del país más golpeado por el covid-19. La reapertura total de su economía sigue viéndose lejana.

La familia de Blanca tenía un ingreso adicional por un pequeño negocio de renta de sillas, mesas y saltarines. También preparaban tacos en fiestas. Pero muy pocos clientes le han llamado en los últimos meses. “Con la pandemia se acabó todo eso, ya no hay fiestas”, lamenta.

“Dicen que todos estamos en el mismo barco y pues no estamos en el mismo barco. Unos van en crucero, otros íbamos en una tabla y otros ya sin el palo para remar. Creo que es la situación que vivimos las familias indocumentadas”, compara Blanca.


Sin más ingresos que el sueldo reducido de su esposo, los ahorros se esfumaron comprando mascarillas y alimentos cuando arreciaba el desabasto en los supermercados del sur de California. “Teníamos ahorrados menos de 2,000 dólares para la fiesta de Quince Años de mi hija. Se nos fue todo”.

La única ayuda monetaria que recibieron fue a través de un programa estatal que entregó $500 a indocumentados desempleados. Solo benefició a unas 150,000 personas, una mínima parte de los inmigrantes sin papeles que viven en el estado. Blanca y su esposo lograron registrarse entre una avalancha de llamadas y recibieron $1,000, que se esfumaron pagando algunas deudas y cubriendo otras necesidades de su hogar. “Nos súper ayudó”, dice ella.

La pandemia golpeó desproporcionadamente a los hispanos en Estados Unidos, pero se ensañó más con quienes no tienen autorización para estar en este país.

Expertos consideran que hay varias razones: enfrentan uno de los niveles más altos de desempleo sin ser elegibles para un seguro para desocupados ni para el cheque de $1,200 que envió el gobierno federal (tampoco los están considerando en un segundo paquete de ayuda que está en pausa por el receso de los legisladores), tienen limitado acceso a servicios médicos, es elevada su tasa de enfermedades crónicas y desempeñan trabajadores ‘esenciales’ que los exponen más al virus.

Una crisis 'triple' que golpea a los inmigrantes

“Hay una profunda contradicción que dice que los inmigrantes indocumentados en esta sociedad son, de hecho, considerados los trabajadores más esenciales, pero al mismo tiempo ellos y sus familias son excluidos de cualquier alivio federal”, explica Raúl Hinojosa, catedrático de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y autor del estudio ‘Esenciales pero desechables: los trabajadores indocumentados y sus familias con estatus mixto’, publicado esta semana.

“Este es un buen ejemplo de cómo estamos reproduciendo una profunda desigualdad racial al excluir de beneficios a uno de los grupos de trabajadores más dedicados de esta sociedad”, continuó el profesor.


Este análisis advierte que la pandemia ha generado una “crisis triple” por la catástrofe de salud pública, la debacle económica y una disparidad social que golpea a quienes no tienen papeles.

“Ningún grupo se ha visto más afectado por la crisis económica y la pandemia del covid-19 que los trabajadores indocumentados y sus familias de estatus mixto”, subraya el informe de UCLA, el cual pide los incluyan en otros programas federales y estatales de ayuda.

Así como la familia de Blanca quedó fuera de las ayudas federales por la pandemia, Rogelio, un vendedor ambulante al que le amputaron una parte de su pierna derecha tras un accidente ocurrido en 2015, sufrió la misma situación. Ahora se gana unos dólares ofreciendo dulces afuera de una tienda Costco en el Valle de San Fernando, en el norte de Los Ángeles, y hasta pidiendo limosna. Con lo poco que obtiene paga la renta de un cuarto y le envía dinero a su familia en la Ciudad de México.

“Ni tengo palabras para decir cómo me ayudaría en este momento recibir un cheque de $1,200”, dice Rogelio en una entrevista telefónica con Univision Noticias. “No quiero quejarme para que no me vaya peor”, expresa resignado.


Antes de perder una parte de su pierna, este hombre de 47 años trabajó durante más de una década en una recicladora. “No nos toman en cuenta, pero con nuestro sudor contribuimos a este país”, subraya.

Por si fuera poco, otro golpe para los inmigrantes hispanos les ha sido propinado en el ámbito de la salud. Este grupo concentra tanto como un tercio (34%) de los casos de covid-19, aunque son el 18% de la población. Una cifra similar se registra entre los latinos fallecidos que tienen menos de 65 años.

“Inequidades sistémicas sociales y de salud de larga data han puesto a grupos minoritarios en un mayor riesgo de enfermar y morir por el covid-19”, alertan los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) refiriéndose a esta preocupante realidad.

Las hispanas, las más afectadas económicamente

Rosa es salvadoreña, vive en Los Ángeles y desde hace nueve años se gana la vida cortando cabello. Desde mediados de marzo, sus principales clientes han sido su esposo y sus dos hijos pequeños. Y es que la reapertura de los salones de belleza solo fue temporal en California, pues en julio se ordenó que éstos y otros negocios cerraran nuevamente por un aumento de contagios en todo el estado.

“No sabemos cuándo se arreglará la economía y los estilistas estamos al final de la fila”, dice Rosa, quien pide no publicar su nombre real porque es indocumentada. Su marido es residente permanente y por ella no pudieron recibir el cheque de $1,200. “Usamos mucho la tarjeta (de crédito)”, lamenta.

Son las mujeres inmigrantes, en particular las que tienen menos escolaridad, quienes pasan el peor momento en esta debacle económica. Ellas llegaron a registrar una tasa de desempleo del 21%, por encima que otros grupos de mujeres y hombres de todas las etnias.

“Una razón es que las mujeres hispanas tienen más empleos en servicios de entretenimiento y la hospitalidad”, explica un reporte del Centro Pew, refiriéndose a que las latinas conforman el 14% de la fuerza laboral en ambos sectores económicos, que han perdido tanto como el 39% de su plantilla de febrero a mayo. Es posible que también esté relacionado a que ellas debieron ayudar a sus hijos con las clases a distancia.

Para junio, la tasa de desempleo de los hispanos en general, con y sin documentos, era del 14.5%, un descenso tras alcanzar un pico del 18.5% en abril. En febrero era de solo el 4.8%, según otro informe del Pew.

Los días sin trabajo de Rosa se volvieron más relajados durante estas vacaciones de verano, después de que pasó casi cuatro meses como profesora improvisada de su hijo mayor de siete años. Le tocó lidiar de golpe con un sistema educativo muy distinto al que ella tuvo en Centroamérica y teme que por eso su hijo bajó las calificaciones.

Las clases virtuales del siguiente ciclo comenzarán a finales de agosto. “Salimos de las tareas como pudimos y a ver cómo nos va en el nuevo año escolar”, dice Rosa.

“Las clases, la economía y el miedo de que enfermáramos nos tuvo muy estresados”, señala.
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El miedo por los operativos de ICE no cesó

En varios de los videos que Blanca envió a Univision Noticias se le ve jugando con su familia, arreglando su patio y apapachando a sus mascotas durante la cuarentena, mientras parecía perder la noción del tiempo.

Pero también fue documentando sus desvelos, su angustia por falta de ingresos, los días que comieron menos para racionar la despensa, lo difícil que fue mantener el buen ánimo y cómo ella siendo diabética se arriesgaba comprando en el supermercado para no exponer a sus hijos.

En junio la armonía se rompió y Blanca se fue de casa. Pasó cuatro noches durmiendo en su auto. Dice que el nivel de ansiedad le subió como nunca y la válvula de escape fue alejarse de los suyos. El virus fue la gota que derramó el vaso.

“Sentía que me iría a un barranco si no tomaba las cosas con calma”, cuenta ella. “Estaba bien cansada de lavar trastes y llegó un momento en que estallé, estaba harta. Necesitaba respirar, tener mi espacio”.

Blanca lleva varios años defendiendo a los indocumentados, ya sea evitando que les decomisen sus autos por no tener licencia, organizando a los vendedores ambulantes o protestando afuera de cárceles de ICE. Aunque los operativos de ICE han mermado, teme que la deporten, pero no por ello deja de alzar su voz.

“Es el miedo de siempre, también durante esta pandemia. Todos los días abro la puerta y pienso que ICE estará afuera o que mi marido no podrá llegar a su trabajo. Es nuestra realidad de siempre”, dice ella.


Ese temor tuvo una pausa este jueves, cuando una caravana de cinco camionetas cargadas con herramientas se estacionó frente a la casa de Blanca. De una bajó su esposo, Valentín, con su ropa de trabajo, para bailar un vals con su hija Naylea. El coronavirus echó abajo los planes de organizar una fiesta de Quince Años en un salón elegante lleno de familiares y amigos, pero no por eso la familia pasaría por alto el día.

En medio de la calle, Valentín y Naylea bailaron abrazados su balada favorita. Blanca, emocionada, guardó ese recuerdo con su celular. “Porque tiene sentido por ti la vida/ porque tanto te quiero/ porque tanto te extraño…”, se escuchaba por la canción.

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