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Guerra Rusia y Ucrania

Vivían lejos de la guerra, pero se marcharon para ayudar: las historias de voluntarios con los desplazados de Ucrania

Han dejado sus países, sus trabajos y sus vidas tranquilas: todo por ayudar a los miles de refugiados ucranianos que tratan de huir de los bombardeos rusos. Unos saben idiomas, otros cocinan y otros simplemente recogen basura. Estas son algunas de sus historias.
Publicado 13 Mar 2022 – 12:30 PM EDT | Actualizado 13 Mar 2022 – 09:56 PM EDT
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Ya son cerca de 2.5 millones de ucranianos los que han cruzado las fronteras hacia Europa en las dos últimas semanas tras la invasión rusa de Ucrania. La mayoría,1.5 millones ingresó por Polonia, según las últimas cifras de Acnur.

Pero detrás de esos números que dan cuenta de la crisis humanitaria, hay un esfuerzo humano de acogida imposible de cuantificar. Miles y miles de voluntarios están entregando su tiempo a los refugiados y, aunque ahora ya se ven los logos de las habituales ONG que asisten a estos grandes desplazamientos, hubo un momento en el que la gente se apuntó en las listas de sus ayuntamientos locales o se organizaron en páginas de Facebook y grupos de WhatsApp o Telegram para ir a las fronteras, a los refugios, a las estaciones de trenes.

Esa ayuda fue espontánea y entregó alivio a los que dejaron sus casas. Estos voluntarios eran de todas las edades y ayudaban a entregar comida caliente, a cargar maletas, a informar sobre los horarios de trenes… Algunos hablaban el idioma de los ucranianos, otros usaban el traductor de Google y resolvían dudas. Llevaban chalecos reflectantes para ser más visibles y la palabra 'volunteer' escrita a mano sobre sus espaldas.

1. Aelisandra Tedewicz. Polonia. 32 años.


Aelisandra es parte de un grupo de Scout que se metió en un bus y recorrió ocho horas hasta llegar a Przemy´sl, una de las zonas cero de esta crisis humanitaria que ha pasado de tener 60,000 habitantes a ser la puerta de entrada de 300,000 refugiados hasta ahora.

“Tienen una mala situación en su país y me pongo en sus zapatos”, dice esta profesora de escuela primaria. Tiene la voz ronca después de completar su cuarto turno nocturno de 12 horas. Su trabajo consiste en estar de pie todo el tiempo posible y resolver todas las dudas que traen los refugiados a la estación de trenes.

Las preguntas son siempre las mismas: ¿cuál es la cola del tren a Berlín?, ¿cuáles son los horarios de los trenes a Varsovia?, ¿cuánto cuesta el tren?, ¿dónde puedo conseguir una sim card?, ¿dónde puedo dormir?. La joven voluntaria responde en polaco todo lo que puede. No habla ruso ni ucraniano, pero de tanto escucharlo empieza a entenderlo.

—¿Y te cuentan algo de sus ciudades o de lo que han dejado atrás?

—Ellos no hablan de la guerra

2. Luca Wauthier. Bélgica. 24 años.


Luca lleva escrito en su chaleco los cinco idiomas que habla: italiano, inglés, francés portugués y español. Este joven fue destinado al centro humanitario de Przemy´sl porque allí llegan personas de toda Europa para ofrecer transporte, trabajo y casa a los ucranianos y siempre viene bien contar con un políglota.

“Ya estoy tres días, pero pienso que me voy a quedar uno o dos meses porque veo que las personas de aquí necesitan ayuda”, cuenta.

Para comunicarse usa el inglés, el italiano y el francés, pero reconoce que con la gente de Ucrania usa el Google traslator. El momento que más le ha impactado es cuando tuvo que sostener a una mujer y sus dos hijas que se enteraron de que su padre, que es soldado en Ucrania, había muerto, y que lloraron todas las noches que estuvieron allí. “Es duro, pero tienes que estar fuerte en tu mente para seguir ayudando”.

—¿Cuántas horas tienes que trabajar hoy?

—Estoy trabajando desde anoche y creo que dormí una hora. En realidad no cuento las horas.

3. Yamina Armand. Holanda. 39 años.


Yamina es estadounidense, pero trabaja con víctimas y testigos en Holanda. Estaba interactuando en grupos de Facebook que se están organizando para transportar a los ucranianos que están en Polonia, pero ella decidió que era mejor ir la frontera entre Polonia y Ucrania y ayudar en lo que pueda.

Y así se convirtió en una de las voluntarias del World Central Kitchen, que a su vez llevó 40 toneladas de insumos para preparar las comidas. La abogada estuvo durante todo un día repartiendo raciones de comida caliente y frutas en la tienda de campaña de esta ONG liderada por el chef español José Andrés. “Ha sido un largo viaje para ellos y muy frío para los niños”.

—¿Pudiste conectar a pesar del idioma?

—No fue fácil comunicarse, pero con una sonrisa puedes decir mucho. Si les das una manzana, ellos están felices, porque ven que les están ayudando.

4. Tomasz Dziechciarz. Polonia. 42 años


Tomasz llegó a la frontera uno o dos días después del inicio del éxodo ucraniano. Trajo una cocina móvil, que en polaco se conoce como Kuchnia Polowa, y que se usa en el ejército cuando los militares hacen ejercicios al aire libre.

Juntó a un grupo de amigos y consiguieron todo lo necesario para preparar una buena sopa. “Queríamos ayudar, pero no sabíamos cómo y luego pensamos que lo mejor en el invierno es tomar sopa caliente”, dice este ingeniero que trabaja en una empresa de automotores y que se pidió unos días libres para ayudar.

No puede precisar cuántas raciones de sopa ha repartido, pero sí sabe que su gesto ha gustado mucho. Se colocó muy cerca del sitio por donde cruzan las personas y era bastante visible por la singularidad de la cocina.

—¿Qué te llevó a organizar todo esto?

—Solo somos personas que queremos ayudar.

5. Scott Barden. Escocia. 50 años


Scott quiso venir antes, pero tenía que organizar algunas cosas antes de su viaje. Durante la semana pasada estuvo ayudando en la frontera entre Polonia y Ucrania y en el centro humanitario de Przemy´sl. Es de las personas que no se queda quieto ni un momento, cuando deja de repartir comida se pone a recoger basura.

“Soy una persona interesada en proteger el medioambiente”, explica este historiador que recoge toda la basura que puede. Tras 15 días de éxodo constante, la basura se empieza a acumular en la frontera por el paso de miles y miles de personas. Pero no solo eso, también hay pilas de ropa usada que las personas dejan allí. Los refugiados escarban en los bultos y se llevan una mínima parte de las prendas, el resto se va convirtiendo en basura.

—¿Tu voluntariado es recoger basura?

—Todo esto luce como un desastre y las personas que pasan por aquí no se merecen ver más desastres.

6. Brett Makinson. Inglaterra. 52 años


Brett llegó a la frontera con un cargamento de kits de primeros auxilios. Dice que quiere cruzar a Ucrania y ayudar como médico de combate. Se quedará dos o tres meses, viviendo de los ahorros y siendo útil en el frente de batalla.

Ahora está retirado, pero en su currículo dice que ha estado en Afganistan, Siria y algunos sitios de África. Insiste en que no va a combatir, que no va a cargar ninguna arma y que no tiene miedo de la guerra. “Si haces lo correcto, no puedes tener miedo”.

—¿Cual es tu plan para estos meses?

—Convertirme en médico de combate

7. Ivanna Herus. Ucrania. 35 años


Ivanna siente que tiene que hacer algo por su país, por su gente, y está desde el segundo día de los bombardeos en un sitio donde las personas pueden pasar el día y desconectar. Está en lado ucraniano de la frontera y de momento no saldrá del país.

“No tengo niños, puedo ser útil para las personas que necesitan alivio y calor humano”, dice. En las últimas semanas ha hecho alguna jornada de 24 horas, su labora es apoyar a las personas que llegan con mucho trauma. “La historia más dolorosa es una mujer que estaba sacando todo lo que podía de su casa mientras esta se incendiaba.

—¿Cómo está la gente que llega a este punto seguro?

—No saben nada de su futuro, ahora mucha gente no tiene nada, pueden ir a cualquier país, pero eso no es su casa”.

8. Oksana. Ucrania. 53 años


Oksana llegó a la frontera con un cargamento de ayuda humanitaria que recolectaron en el sur de España. Ella, que lleva más de 20 años viviendo en España, vino como intérprete de un grupo de voluntarios. Mientras ellos coordinan la distribución de todo lo que trajeron, ella va a entrar a Ucrania a sacar a su madre, su hermana y su sobrina que ya llegaron a Lviv.

Su plan es llevarlas junto con las otras familias ucranianas que quieren ir a España. “Llenamos un bus con comida en pocos días y ahora lo queremos llenar de gente, cuenta.

—¿Cómo te habías imaginado la vuelta a tu país?

—Nunca así, nunca en guerra, yo solo quiero paz.

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