Esta es la forma más sana de comunicarse con las personas
Durante cientos de años la sociedad ha perpetrado una cultura en la que se aprende a pensar y hablar de formas que fomentan el conflicto e incluso la violencia. Se sabe que la mejor manera de comunicarse es separando lo que está «correcto» decir de lo que no lo está. Por otro lado, uno tiende a expresar sus sentimientos en términos de «lo que el otro le ha hecho» separándose por completo de su accionar.
Sin embargo, existe un deseo en muchas personas de mejorar los vínculos y aprender nuevas formas de comunicación. En este sentido, la comunicación no violenta aparece como un modo nuevo y efectivo por el cual, conscientemente, se opta por fortalecer las relaciones interpersonales y evitar herir a los demás (y a uno mismo). Descubre más sobre este tipo de comunicación y sus interesantes facetas.
Una comunicación confusa, poco efectiva y perjudicial
De acuerdo con el fundador de la comunicación no violenta, Marshall Rosenberg, «estamos acostumbrados a diagnosticar lo que le sucede al otro y, por ende, a juzgarlo». También inconscientemente «solemos competir con las personas que nos rodean porque esa es la forma en la que nos han educado a muchos». Como si fuera poco, luchamos incansablemente por comprender lo que queremos o precisamos en cada momento y nos cuesta pedírselo a los demás sin utilizar órdenes, amenazas implícitas o manipulación.
Comunicarnos de esta manera nos lleva directamente por el camino de la frustración y los malos entendidos. A su vez, nos aleja de la posibilidad de consolidar lazos gratificantes y satisfactorios. En casos extremos también puede llevarnos a vivir con ansiedad, angustia, depresión e incluso con violencia física y emocional.
Una conexión auténtica
Observando esta realidad, Rosenberg se embarcó en la difusión de lo que denominó comunicación no violenta ( CNV), también conocida como comunicación empática o colaborativa. Este sistema tiene como objetivo fundamental presentar un modo de comunicación por el cual podamos conseguir aquello que deseamos transmitir sin necesidad de utilizar la culpa, la humillación, la vergüenza y la coerción. Resulta particularmente útil a la hora de resolver conflictos porque promueve una conexión genuina con los demás.
Las cuatro fases del proceso
1. Observación
En la primera fase nos dedicamos a observar sin juicios nuestros sentimientos para con una situación en particular. De esta manera, convertimos nuestras palabras en una apertura hacia una conversación sin etiquetas en la que nos centramos en los hechos, y no tanto en nuestras evaluaciones personales sobre el suceso.
2. Sentimientos
En esta fase se aborda la identificación de los sentimientos y las emociones. Ahora sí es tiempo de reconocer aquellos sentimientos que surgen de acuerdo con determinado hecho. El nombrar la emoción (de nuevo, sin juicios) nos permite conectar con el espíritu de cooperación y respeto mutuo que nos debemos con la otra persona. Por ejemplo: «Veo que tu perro está suelto. Eso me da miedo».
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3. Necesidades
¿Cuáles son las necesidades insatisfechas detrás de los sentimientos? Según Marshall, detrás de cada emoción hay una necesidad escondida. Una vez que las identificamos, sería hora de reconocer que los demás no son los causantes de nuestras emociones, sino que somos nosotros mismos los responsables de crearlas. Por ejemplo, si queremos ver una película con un amigo, esto es un deseo, no una necesidad. La necesidad sería, en todo caso, estar en compañía.
4. Pedidos
Finalmente llega el tiempo de hacer el pedido. Para ello, la comunicación no violenta recomienda utilizar un lenguaje positivo en el que pidamos acciones que aumenten nuestro bienestar. Deberíamos cuidar siempre la forma en que nos dirigimos al otro para poder así prevenir posibles conflictos y malos entendidos. Además, los pedidos deberían realizarse de forma clara, de tal manera que el otro comprenda exactamente qué es lo que buscamos sin evasivas o manipulación. Por ejemplo: «Estas personas me caen muy bien. ¿Te parece que les digamos para juntarnos mañana?».
La comunicación no violenta es una forma sencilla y práctica de comunicarnos conscientemente desde un lugar de respeto hacia el interlocutor y hacia nosotros mismos. Si bien no siempre es necesario seguir al pie de la letra los cuatro pasos, sí resulta interesante elegir el vocabulario adecuado y desarrollar este tipo de habilidades. De esta forma, nos habilitamos la posibilidad de desenvolvernos con mayor fluidez en cada vínculo que construyamos. Y tú ¿te animas a ponerla en práctica?
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