Atravesar un día (o una semana, o un mes) estresante nos puede poner en un estado de alerta que nos persigue hasta que tocamos la almohada. Y, aunque estemos realmente extenuadas, no logramos conciliar el sueño de ninguna forma: nos damos vuelta, y vuelta otra vez, probamos dormir boca arriba, nos destapamos, nos volvemos a tapar… Irse a dormir se convierte en un trabajo cansador que debería ser todo lo contrario.