La condena a la pena de muerte está mandada a recoger

¡Que lo cuelguen! ¡Que lo piquen! !Que lo fusilen! ¡Que lo descuarticen! Son algunas de las expresiones que escuché tras conocerse la noticia de la balacera en el aeropuerto de Fort Lauderdale, Florida. Es la reacción espontánea tras un hecho criminal como el protagonizado por el veterano de guerra Esteban Santiago.
Nada de eso ocurrirá, y aunque Santiago fuese condenado a la pena capital, que en Florida se pone en práctica con inyección letal (antes era la silla eléctrica), el asesino podría permanecer en prisión muchísimos años, o morir incluso dentro de ella, antes de ser ejecutado.
Desde que se restituyó la pena de muerte en el estado de Florida en 1976, 93 condenados han sido ejecutados y a junio del 2016 otros 392 condenados seguían en la lista de espera para ser ejecutados. El promedio de espera desde el momento de la sentencia hasta la ejecución es de más de 20 años. En la lista de sentenciados del Departamento de Prisiones hay más de 30 nombres hispanos y entre los ejecutados hay al menos 6 hispanos y 4 mujeres.
Hace 21 años entrevisté, dentro de la prisión, a Guillermo Arbeláez, condenado a muerte en 1991 (hace 26 años) por haber asesinado a un niño lanzándolo desde un puente, en un acto de venganza con su exnovia. Guillermo es el primer colombiano condenado a la pena capital en Estados Unidos. Recién vi una fotografía suya y no parece que todos estos años hayan hecho estragos en su humanidad porque se le ve mucho más gordo.
Más sobre Opinión
También traté de entrevistar, sin éxito, a Ana María Cardona, la segunda mujer hispana condenada a la pena de muerte por haber torturado y dado muerte a su hijo de tres años, a quien la policía llamó “Baby Lollipops” por la camiseta que llevaba puesta cuando el cuerpo fue hallado. Cardona ha sido condenada a la pena de muerte dos veces y espera todavía un tercer juicio.
Juan Carlos Chávez estuvo en el pabellón de la muerte 16 años. Cometió uno de los crímenes más horrendos y abominables en la historia de Florida que causó conmoción nacional. Chávez, secuestró, violó, decapitó y descuartizó al niño Jimmy Ryce de 9 años, luego enterró las partes del cuerpo en macetas que estaban cerca de una granja donde trabajaba.
La pena de muerte es aceptada como castigo en 31 estados. En California, el estado donde más se aplica, hay más de 700 prisioneros en espera de cumplir sus sentencias. El costo anual de mantener en prisión a un condenado a muerte es, en promedio, de 90,000 dólares, mucho más que mantener a un preso que cumple otro tipo de sentencias. Y el costo promedio por cada sentencia a la pena capital, según investigadores universitarios, es de 1.26 millones de dólares. Dinero que pagan los contribuyentes para cubrir los gastos provocados por asesinos desalmados como Esteban Santiago.
Está comprobado además por expertos que el temor a dicha sentencia no opera para los asesinos. Al contrario, para muchos de ellos es una sanción que quieren y hasta buscan.
Los debates acerca de las sentencias a la pena de muerte han sido intensos. Hay países donde esta condena se usa para delitos como narcotráfico o corrupción. Eso tiene como propósito alejar de mentes malévolas la idea de cometer ese tipo de crímenes. En países de oriente las leyes, los jueces y los gobiernos son implacables. Y persiguen otros propósitos, como el de no apretujar los presupuestos haciendo cumplir rápidamente esas sentencias. Pero eso no ocurre en Estados Unidos, donde, como lo hemos analizado, no se logra ni lo uno ni lo otro. Estoy de acuerdo con la pena de muerte para delincuentes que han cometido crímenes terribles, con pruebas suficientes que no dan lugar a que se esté matando a un inocente. Pero, tal como opera en este país, es en realidad un tipo de condena mandada a recoger, algo difícil de lograr en una sociedad tan conservadora.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.