Cómo una cárcel de mujeres de California se convirtió en la que tuvo más contagios de coronavirus en EEUU

SAN FRANCISCO, California. – Los primeros contagios por coronavirus en la cárcel para mujeres más grande de California se reportaron en julio de 2020. Pocos meses después, las infecciones se multiplicaron y superaron las 500. En una entrevista con Noticias Univision 14, las sobrevivientes dan cuenta del castigo que fue dar positivo al virus y cuentan cómo las secuelas las persiguen incluso después de recuperarse.
Un mal persistente
Cuando cuatro de sus compañeras de celda dieron positivo por coronavirus el 23 de diciembre de 2020, Jacqueline Murillo pidió salud para la víspera de Navidad. Si ese año ya parecía ajeno a los deseos de millones de personas, Murillo no sería la excepción en esa fecha tan especial. El 24 de diciembre, Carillo, de 29 años, fue transferida a una área designada para cumplir con un periodo de cuarentena tras confirmarse que estaba infectada.
Murillo permaneció un total de 20 días en aislamiento. La fiebre sobrepasó los 100 grados de temperatura y perdió los sentidos del olfato y el gusto. A diferencia de su habitual celda, en la zona de aislamiento no podía lavar ropa ni limpiar los alrededores. Tampoco contaba con electricidad. Dar positivo por coronavirus representó, con el transcurso de los días, un castigo que no merecía.
“Al principio no nos dieron nada y nosotras, 23 muchachas, salimos y dijimos que no íbamos a entrar hasta que nos dieron algo de tomar, agua caliente, electricidad para poder llamar a nuestras familias. Nos quedamos como seis horas exigiendo”, cuenta Murillo en una llamada telefónica desde la prisión Central California Women 's Facility (CCWF, por sus siglas en inglés) en la ciudad de Chowchilla.
El testimonio de Murillo es similar al de otras mujeres encarceladas en CCWF, por lo que Noticias Univision 14 contactó al Departamento de Correccionales y Rehabilitación de California (CDCR, por sus siglas en inglés) para que respondiera a estos señalamientos.
En un comunicado, Dana Simas, portavoz de la entidad estatal, afirmó que las personas encarceladas en aislamiento reciben suministros de limpieza para su habitación y las duchas. Entre los materiales se incluyen desinfectantes, limpiacristales, toallas desinfectantes para superficies duras, entre otros.
Durante la segunda semana del nuevo año, CCWF reportó más de 500 mujeres infectadas con coronavirus, es decir, más del 25 por ciento de la población padecía de la enfermedad. De modo que la cárcel para mujeres más grande de California era también la cárcel para mujeres con el mayor brote del virus en toda la nación.
En aquella semana, Murillo salía de cuarentena y apenas se recuperaba. Hoy en su nueva celda, Murillo asegura sentirse mejor, pues ya no tiene fiebre ni dolores de cabeza. Sin embargo, un mal persiste en ella: la pérdida del olfato.
Las alteraciones del olfato para algunos portadores del coronavirus son el primer síntoma, o a veces el único, y en otros casos perdura hasta mucho después por lo que investigadores médicos intentan aprender sobre este padecimiento, ofrecer una explicación y una solución lo antes posible.
“Uno puede perder el sentido del olfato durante semanas después de recuperarse y conozco a algunas personas que han pasado hasta seis meses sin recuperarlo. No tenemos una explicación definitiva de por qué ocurre esto, pero sabemos que puede suceder”, dijo el doctor Kevin Herrick del Bay Area Community Health en el condado de Santa Clara.
Su cabello sigue cayendo
Fueron cuatro meses los que tuvieron que pasar para que Deshama Lanklord regresara al programa de Abuso de Sustancias donde participa como consejera. La suspensión de actividades para prevenir un brote de coronavirus en las cárceles de California privó a Lanklord y a otras más de realizar labores reglamentarias fuera de sus celdas una vez iniciada la pandemia.
De manera que el 15 de julio de 2020, cuando Lanklord es autorizada de volver al programa, ella pensó que todo regresaría a la normalidad. Pero la normalidad en estos tiempos extraños, es eso: extraña, y a su vez efímera.
“No había estado en el trabajo desde marzo. Fui a trabajar dos días y me contagié. El personal lo trajo”, cuenta Lanklord en una llamada telefónica desde CCWF, prisión a la que llegó en 2012.
Tan pronto como se supo que varias personas en el programa de Abuso de Sustancias resultaron positivas por coronavirus, se dio órdenes a los participantes de no retornar. Dada la advertencia, Lanklord, de 47 años, fue desplazada de su celda cotidiana a una de las áreas de aislamiento el 22 de julio. Un día después, se confirmó que Lanklord poseía el virus en su cuerpo, siendo una de las primeras en contraerlo en CCWF.
Con respecto a los aparentes meses de preparación, en un comunicado, Simas dijo, “en julio pasado, el CDCR trabajó en estrecha colaboración con el Receptor Federal, designado por el tribunal, y otros expertos en salud pública, sobre la atención médica para identificar cómo cada establecimiento implementaría medidas de aislamiento y cuarentena en caso de un brote de covid-19”.
A los pocos días que Lanklord contrajo el mal, un empleado de CCWF murió por causas relacionadas al coronavirus. La línea de tiempo demuestra que los primeros contagios entre las personas encarceladas fueron identificados en julio y cinco meses después surgió un brote de más de 500 mujeres infectadas.
Tras vencer el virus, Lanklord ya no presenta síntomas como dolores de cabeza y fatiga comunes durante la fase de 14 días de cuarentena que cumplió hasta el 7 de agosto de 2020. Sin embargo, uno persiste desde julio hasta la fecha: su cabello sigue cayendo.
“Cuando las personas pierden cabello, a menudo pensamos en la fiebre y las infecciones. No hay literatura que demuestre que la pérdida permanente de cabello sea provocada por el covid-19, pero podría deberse a que uno está enfermo y estresado, tiene fiebre y el sistema inmunológico está ocupado luchando contra el virus, todas estas cosas podrían causar la pérdida de cabello”, explicó el doctor Herrick.
‘¿Qué hay de las mujeres que están allí?’
La prisión de CCWF fue diseñada con el propósito de albergar 2,004 mujeres encarceladas. Al borde de la saturación, la prisión hoy solo cuenta con 12 camas disponibles, según un último reporte del CDCR.
Se sabe que líderes estatales advirtieron de la sobrepoblación carcelaria como un posible factor originario de una rápida propagación del covid-19, tal como lo fue en San Quintín en julio de 2020, por ejemplo. La usual división de mujeres encarceladas en CCWF es la siguiente: ocho mujeres duermen en cuatro camarotes situados en cada una de las 32 unidades por edificio.
“Incluso antes de la pandemia, cuando yo estaba adentro [en CCWF], si tenías gripe, la mitad de las personas en la celda se iba a contagiar porque compartimos el lavadero y el baño. Estás cerca y respirando el mismo aire,” dijo Ny Nourn, quien cumplió una condena en CCWF y hoy es voluntaria para la organización California Coalition Women in Prison.
Este grupo demanda que a pesar de tener meses para evitar un posible brote, la administración de CCWF no contaba con protocolos efectivos para detener el incremento de contagios por coronavirus. También cuestiona la falta de acceso a atención médica o medicamentos recetados y advierte, además, sobre la ansiedad y la depresión ante el limitado servicio de salud mental en la prisión.
“¿Qué hay de las mujeres que están allí? ¿Qué hay de las personas con condiciones médicas como mi hija, que son amadas por personas como yo? Hay muchas mujeres allí que cometieron errores y en vez de rehabilitarlas, las están amenazando y ellas viven con miedo”, cuenta Lisa, quien prefirió utilizar ese nombre porque cree que su hija, encarcelada en CCWF, podría sufrir represalias dentro de la prisión por su colaboración con la prensa.
Noticias Univision 14 obtuvo testimonios de distintas mujeres encarceladas en CCWF que decidieron permanecer en el anonimato por miedo a represalias de los empleados, como también de adjudicarse una resolución conocida como 115. Esta resolución podría resultar en la extensión de un periodo de confinamiento por años y ocasionar la negación de la libertad condicional.
Murillo y Lanklord pertenecen al grupo de 603 mujeres que sobrevivieron al virus en prisión, mientras que en las últimas dos semanas otras 128 dieron positivo por coronavirus. El peligro es latente y los medios para prevenirlo son cada vez menos eficientes.
“Estoy en el teléfono y no puedo practicar distanciamiento social por la manera en que el edificio está construido. La siguiente persona en línea no está a seis pies. Ni siquiera podemos estar a seis pies de distancia en la tienda por la manera en que está construido”, cuenta Lankford a poco más de 60 segundos de que la llamada terminara.