Tres nicaragüenses cuentan, desde distintas trincheras, cómo han vivido el horror: una madre pide justicia por su hijo asesinado, un simpatizante sandinista que defiende la represión y un policía activo, que confiesa los crímenes cometidos por los paramilitares. A un año del comienzo de las protestas contra el presidente Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, que estallaron el 18 de abril de 2018 en Managua, el país continúa sumido en la incertidumbre y la crispación.
Varios cientos de migrantes de la caravana intentaron entrar a la carrera en EEUU tras una marcha que fue detenida por la policía mexicana en Tijuana. Mujeres, hombres y niños cruzaron corriendo el río limítrofe y algunos lograron saltar la valla para entregarse a las autoridades estadounidenses. En ningún momento usaron la violencia pero fueron reprimidos hasta en tres ocasiones por fuerzas de EEUU que lanzaron gases lacrimógenos sobre suelo mexicano. El gas afectó a mujeres, niños y hombres migrantes, y también a policías y periodistas. Algunos centroamericanos fueron agredidos por residentes de Tijuana y varios resultaron heridos.
Más de 6,000 personas de la caravana migrante consiguieron llegar a Tijuana, ciudad fronteriza con Estados Unidos. Los últimos llegaron desde Mexicali donde se alojaban en tres albergues diferentes: uno era un estacionamiento de vehículos, otro un viejo albergue semidestruido y el tercero un pequeño albergue en la ciudad. A su llegada a Tijuana se refugiaron en las instalaciones del Estadio Benito Juárez donde ya se alojaban miles de migrantes centroamericanos. Las condiciones de hacinamiento e insalubridad en las que ya se encontraban, se agravaron por las lluvias torrenciales que convirtieron el caótico lugar en un completo lodazal donde apenas quedó nada sin empaparse.
La construcción del muro de metal de las más de 2,000 millas de la frontera de Estados Unidos con México se ha convertido en una de las batallas simbólicas e ideológicas del presidente Trump en su particular guerra contra la migración. Más de 5,000 soldados han sido destinados a apoyar a la Patrulla Fronteriza ante la llegada de las caravanas migrantes compuesta por hombres, mujeres y niños desarmados. En este capítulo mostramos en fotografías cómo es la vida ante el muro, las obras que se están realizando y los refuerzos que se están implantando con alambradas de concertinas, más soldados y policías.
Muro, refugio y represión. Estos son los conceptos sobre los que el fotoperiodista Javier Bauluz, el primer español en ganar un premio Pulitzer, construyó este reportaje fotográfico sobre los migrantes centroamericanos que esperan en condiciones deplorables en la ciudad fronteriza de Tijuana. Después de un viaje de más de 2,000 millas en caravana desde Centroamérica, miles de viajantes se encontraron con la valla fronteriza entre México y EEUU y entendieron que pasarían meses antes de lograr una entrevista con autoridades estadounidenses para solicitar asilo.
La agencia para los refugiados de la ONU ha registrado la llegada de 23,000 nicaragüenses que han huido de su país desde abril. Sin embargo, a su llegada a la capital, San José, se encuentran con que una cita para solicitar asilo puede demorar meses. Además, no hay un mecanismo establecido de Acnur para ofrecerles alimentación ni el techo que necesitan. Con gran esfuerzo, grupos de ciudadanos costarricenses y nicaragüenses residentes y algunas parroquias reparten comida en el Parque La Merced y pagan alojamiento para los recién llegados en albergues, hostales para familias y casas de seguridad donde viven hacinados.
Miles de nicaragüenses huyen a Costa Rica tras la cacería desatada contra manifestantes, estudiantes, médicos y activistas de derechos humanos. Tras la “operación Limpieza” ejecutada por policías y grupos paramilitares afines al gobierno, quienes estuvieron frente a las protestas contra Daniel Ortega son buscados casa por casa y perseguidos por las montañas. Muchos tienen que cruzar montes y ríos para pasar la frontera controlada por el ejército nicaragüense que, lista en mano, detiene a quienes encuentra. Familias con niños, jóvenes y mayores deben solicitar cita para pedir asilo en el puesto fronterizo costarricense de Peñas Blancas.
The UN refugee agency, UNHCR, has registered the arrival of 23,000 Nicaraguans who have fled their country since April. However, upon arrival in San José, the capital of Costa Rica, they find that an appointment to request asylum can take months. In addition, there is no established mechanism to provide them with food or a roof over their head. Groups of Costa Ricans and Nicaraguan exiles with the help of some parishes distribute food in the La Merced Park and pay for accommodation for the new arrivals in shelters, hostels for families and safe houses where they live in cramped conditions.
Thousands of Nicaraguans have fled to Costa Rica after the government unleashed a manhunt for demonstrators, students, doctors and human rights activists. After the "Operation Cleanup" executed by police and pro-government paramilitary groups, those who stood in the front lines of the protests against Daniel Ortega are hunted down house by house. Many had to cross mountains and rivers to cross the border controlled by the Nicaraguan army. Families with children, young people and adults request asylum at the Costa Rican border post of Peñas Blancas.
In some Nicaraguan cities, such as Masaya, the barricades protect residents, their businesses and homes from looting and arson attacks at night by government supporters in order to create chaos and fear. This was the situation in the city in mid-June when it was protected by hundreds of roadblocks erected by residents using paving stones ripped up from the streets.
De la lluvia de balas en los momentos más tensos a las escenas cotidianas en los más tranquilos, el fotoperiodista Javier Bauluz retrató entre el 10 y el 15 de junio la vida entre barricadas en la ciudad nicaragüense de Masaya. Esa localidad aledaña a Managua se convirtió en un territorio autogestionado por sus ciudadanos que se protegían de los ataques de la policía y los paramilitares con barreras construidas con los adoquines del suelo.
En algunas ciudades de Nicaragua, como Masaya, las barricadas protegen a los pobladores, sus comercios y casas de los saqueos e incendios perpetrados con nocturnidad por seguidores del gobierno con el fin de crear caos y miedo. Esta era la situación en esa ciudad aledaña a Managua a mediados de junio cuando estaba protegida por cientos de barreras fabricadas por los propios vecinos con adoquines de las calles.
Resistencia, dolor, insurrección, memoria, amor, caída, barricada, infierno, huida y desamparo. Estos son los conceptos sobre los que el fotoperiodista Javier Bauluz, el primer español en ganar un premio Pulitzer, construyó este trabajo visual en medio de las protestas en Nicaragua, un país que se ha levantado para pedir a gritos cambios democráticos.
"We are not afraid!" Daniel (Ortega), (Anastasio) Somoza are the same thing! " That's one of the cries heard in almost daily protests in Nicaragua since April 18 when mass demonstrations began. The images of riot police charging students sparked massive protests across the country demanding an end to repression and the restoration of democratic liberties.
Crosses, photos and names. Although they did not know them personally, in Nicaragua those demonstrating against the government regard the protest victims as if they were loved ones. It's not uncommon to find floral tributes to the deceased, as well as people crying or praying in their memory, at street corners and roundabouts.
Parents holding their children in their arms, couples hugging each other, strangers helping and comforting each other. The protests in Nicaragua have also served, for the first time in two decades, to bring many people out onto the streets in public demonstrations of compassion.
As the rejection of the government grows, the symbols that represent it are also coming down in the streets of Nicaragua. The red and black flags of the Sandinista Front (FSLN) have been replaced by the blue and white of the national flag. The demonstrators have also ripped up public images of the presidential couple: from giant-sized posters to the so-called 'trees of life', large and expensive metal structures that line some of the streets of the capital, a widely reviled initiative of Vice President Rosario Murillo.
The government of Nicaragua has not made an official count of victims in the protests. The Nicaraguan Center for Human Rights (Cenidh), an independent body, has confirmed more than 50 dead and hundreds of wounded, in addition to an indeterminate number of detainees and disappeared. Beyond the numbers, the protests leave a lot of pain, especially in the families of the deceased. Javier Bauluz attended the wake of Nelson Téllez, 35, who was buried May 2 in Ciudad Sandino, and Kevin Ávila, 23, buried May 7 in Managua.