Los habitantes de aquella comunidad en Cobán, Alta Verapaz, Guatemala, todavía no pueden olvidar el grito desgarrador que el hombre alcanzó a emitir antes de ser decapitado. Alarmados por lo escuchado, varios hombres llegaron hasta la vivienda donde
encontraron a la mujer bañada en sangre y a Julio Cucul tirado en el piso y con su cabeza desprendida.
Esposada y con la cara cubierta la mujer llegó hasta un juzgado donde fue interrogada por una jueza a quien le confesó haber decapitado a su marido, pero alegó que lo hizo en legítima defensa al ver que su vida,
y la de su hijo que llevaba en el vientre, corría peligro ante la violencia ejercida por aquel hombre fuera de sus cabales.