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No es «la que limpia en casa», es la que trabaja: así es ser empleada doméstica en Argentina

Publicado 9 Abr 2019 – 04:28 PM EDT | Actualizado 9 Abr 2019 – 04:28 PM EDT
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El trabajo doméstico en Argentina está referido a la prestación de servicios en tareas de limpieza, en asistencia personal y en acompañamiento de los miembros de la familia, viviendo o no en el mismo lugar que el empleador.

En nuestro país, las cifras dejan entrever que se trata de un trabajo donde las mujeres tienen un rol preponderante y, si bien existe un marco legal que otorga derechos y reglamentaciones, hay también un gran porcentaje de incumplimiento en lo que a ello respecta.

Estamos hablando de la ley Nº 26.844, que regula las relaciones laborales que se establecen dentro de las casas particulares o en el ámbito de la vida familiar.

En un artículo de LatFem, Eva Sacco y Gabriela Cabanillas analizan la situación en la que hoy una trabajadora doméstica puede desempeñarse en Argentina. La premisa que plantean desde una primera aproximación al tema tiene que ver con el fuerte vínculo que existe entre la informalidad laboral femenina, las trabajadoras domésticas y la pobreza.

La informalidad laboral en Argentina

Patricia comenzó a trabajar como empleada doméstica a los 19 años, «porque quería tener mi plata mientras estudiaba inglés». Su tía le ofreció el trabajo porque estaba cansada de que sus empleadas «se llevaran cosas e hicieran todo a medias».

De acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares del segundo trimestre de 2017, en nuestro país la informalidad laboral afecta en mayor proporción a las mujeres. Mientras que 36 de cada 100 empleadas son informales, en los hombres la relación es de 31 de cada 100.

Propiamente en el trabajo informal femenino se observa que una de cada 2 trabajadoras informales se emplean como trabajadoras domésticas. Además, las cifras arrojan que el trabajo doméstico es una actividad casi completamente feminizada: el 98% son mujeres.

Para Patricia es una cuestión de costumbres: «Cuando yo era chica, las mujeres hacíamos las tareas del hogar, ahora está mucho más repartido, hay hombres que ayudan, mis hijos por ejemplo ponen la mesa, me ayudan a lavar los platos, quitan la ropa de las sogas o me ayudan a colgarla».

Según el análisis de LatFem, en el empleo doméstico la diferencia entre formalidad e informalidad es determinante. Entre las empleadas domésticas formalizadas, el 26% es pobre, mientras que entre las informales el porcentaje se corresponde con un 48%. El salario por hora de las trabajadoras no registradas representa el 75% del salario por hora de las registradas.

El trabajo de Patricia

Además de la experiencia en casas particulares, Patricia trabajó durante tres años como personal de limpieza en una empresa privada. Su realidad era diferente a la de miles de mujeres porque trabajaba en blanco, pero estaba mal remunerada y no podía estar adherida a ningún sindicato.

«Me cansé de querer hacer mil cosas y no ser escuchada, no tener un buen RRHH que acompañe desde lo humano y hacer que las tareas sean justas para todas, me cansé de hacer tareas de mantenimiento cuando yo solo tenía que encargarme de la limpieza», contó a VIX.

«Llegué a trabajar 16 horas por día, porque mí compañera faltaba o se iba antes. Trabajaba sin adhesión al sindicato aunque yo siempre exigí mis horas extras y cumplieron. Nunca estuve conforme con mi sueldo», continuó Patricia.

En cuanto apareció la oportunidad, volvió a trabajar en una casa particular: «En mi actual trabajo me hacen sentir parte de la familia y me siento muy cómoda. A todas las mujeres que empiezan les diría que hagan valer su trabajo y se hagan respetar».

Políticas públicas para el trabajo doméstico

El Estado es responsable de cada una de las trabajadoras domésticas que no son reconocidas y por ello, debe propiciar políticas capaces de reconocer los derechos de las empleadas e instigar a los empleadores a registrarlas.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el Estado debería incidir decisivamente en la registración de las empleadas domésticas desde la divulgación de los beneficios y de las responsabilidades del registro y, a su vez, de las posibles consecuencias de tener trabajadoras domésticas no registradas.

En esta línea, también se trata de desterrar la idea de que el trabajo doméstico no es una labor que merezca los mismos derechos que cualquier otra actividad. Allí radican muchas de las cuestiones con las que los empleadores se excusan a la hora de registrar a las trabajadoras.

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