La misteriosa muerte de un oficial nazi en prisión y una prueba de ADN que refuta teorías conspirativas
Los nazis y las teorías conspirativas, dos cosas que se llevan muy bien. Casi tanto como los nazis y las derrotas bélicas, o los nazis y las derrotas atléticas y deportivas.
En lo que no fueron del todo derrotados los nazis fue en la persistencia de algunas de sus ideas, y algunos de los responsables de mantenerlas vigentes fueron los que propulsaron diferentes teorías conspirativas en torno a Rudolf Hess, oficial nazi muerto en prisión en 1987.
¿Un oficial nazi en busca de la paz?
Rudolf Hess fue un alto mando del Partido Nazi desde el ascenso de Adolf Hitler al poder en 1933.
En el gobierno ocupó el cargo de jefe del partido y Ministro de Estado, segundo en la jerarquía nazi, y como tal era responsable de varios departamentos, incluyendo relaciones exteriores, finanzas, salud y educación.
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, en 1939, Hess fue designado por Hitler como su segundo sucesor, detrás de Hermann Göring.
Pero a medida que la guerra avanzaba y Hitler centraba su atención en el desarrollo de ésta, Hess quedó un poco relegado del quehacer político e ignorado por el Führer.
Así que, preocupado por la guerra en dos frentes que estaba a punto de iniciar Alemania con la invasión a la Unión Soviética (la Operación Barbarroja), en 1941 se embarcó por su propia cuenta hacia el Reino Unido, con la intención de establecer negociaciones de paz con el gobierno británico.
Cuando Hitler se enteró, su grito se escuchó desde afuera del Berghof. El Führer temía que esto fuera visto por sus aliados, Japón e Italia, como un intento de su gobierno de establecer negociaciones secretas con los británicos, así que ordenó a la prensa que difundiera que Hess había actuado por su propia cuenta y que era un hombre que había perdido la cordura.
Hubo después especulaciones: se dijo que en realidad Hitler había enviado a Hess a negociar con Winston Churchill, y que su misión era en realidad oficial. Stalin estaba convencido de que el viaje de Hess había sido organizado por los ingleses.
Churchill después escribiría que, para él, lo de Rudolf Hess había sido una iniciativa individual, a la que definió con su conocida elocuencia como «una lunática benevolencia».
Lo cierto es que Hess aterrizó en Escocia, y fue detenido por los británicos.
Hasta 1945 fue prisionero de guerra del gobierno británico. En los Juicios de Núremberg fue condenado por los cargos de conspiración y crímenes contra la paz, y sentenciado a cadena perpetua. En 1947 fue trasladado a la prisión militar de Spandau en Berlín.
La misteriosa muerte de Rudolf Hess
Hess permaneció en prisión por el resto de su vida.
En agosto de 1987 se suicidó, ahorcándose con el cable de una lámpara de la sala de lectura de la prisión. Tenía 93 años.
Su abogado sembró las dudas: dijo que era demasiado viejo y frágil como para poder suicidarse de esa manera.
Su hijo afirmó que su padre había sido asesinado por el servicio de inteligencia británico (MI6), dado que su padre tenía información sobre cuestionables acciones del gobierno de ese país durante la guerra. No explicó, sin embargo, por qué el MI6 demoró 40 años en asesinarlo y lo ejecutó cuando el hombre ya estaba más cerca de morir por causas naturales que de cualquier otra cosa.
Los resultados de la autopsia confirmaron la muerte por suicidio, pero las suspicacias ya estaban plantadas y afirmaron el terreno para el surgimiento de las teorías conspirativas.
Hess fue remplazado por un doble
La principal teoría conspirativa fue postulada por el médico personal de Rudolf Hess: dijo que mientras estaba en la prisión había sido remplazado por un doble, un impostor.
Argumentó, entre otras cosas, que el hombre que estaba en prisión tenía algunas diferencias físicas con el Hess que él había conocido, y el hecho de que el prisionero se negó durante mucho tiempo a ver a nadie de su familia.
¿Quién organizó esta sustitución? ¿Quién era el doble? ¿Cuál era el propósito de todo esto?
Nada de esto preocupó a los conspirativos, pero en definitiva estos relatos, conjuntamente con las suspicacias del presunto asesinato, contribuyeron a crear el mito en torno a Rudolf Hess.
Un mito conveniente, dado que su historia permite poner a los nazis en el lado de víctima y no de victimario: fue a buscar la paz y no la encontró.
La figura de Hess fue entonces exaltada por neonazis.
Marchas anuales se organizaron en el cementerio de Wunsiedel donde yacían sus restos. Al año siguiente de su muerte asistieron 120 personas a honrar su memoria, pero en años sucesivos el número de manifestantes se multiplicó por diez, hasta que el gobierno local prohibió las marchas neonazis en el lugar. En 2001, creyendo que todo ya se había enfriado, la prohibición fue levantada. Para sorpresa de las autoridades, los neonazis estaban más entusiastas que nunca: más de 4500 manifestantes de toda Europa se reunieron en 2004 en Wunsiedel. Así que al año siguiente otra vez se prohibieron las reuniones en el lugar.
Finalmente en 2011, para evitar más complicaciones, su familia decidió exhumar sus restos y cremarlos. Su lápida en Wunsiedel fue removida y hoy no hay lugar físico donde celebrar al nazi.
La prueba de ADN
Una prueba conducida por científicos austríacos confirmó que el que murió en prisión en 1897 era efectivamente el oficial nazi que asistió a Hitler durante su ascenso al poder.
No era un impostor.
Los investigadores de la Universidad de Salzburgo localizaron a un familiar lejano de Rudolf Hess y consiguieron una muestra de ADN.
La muestra fue comparada con otra obtenida en 1982 al prisionero de Spandau. Los resultados arrojaron una coincidencia de casi 100%.
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