Flores de loto: la resistencia venezolana ante la dictadura chavista

Escritores, narradores, políticos, músicos, cineastas, emprendedores, académicos, periodistas, medios independientes, científicos. Mientras la república venezolana se hunde en la amorfa pero hasta ahora infranqueable estructura delictivo-militar de la dictadura chavista, y las salidas políticas parecen lejanas y desgastadas, inesperados brotes emergen de una sociedad que, aún asfixiada, no deja de proyectar luz en el horizonte y sigue creando a pesar de las carencias, las amputaciones a sus derechos y las restricciones a la libertad.
Muchos pensarán, gracias a la dinámica noticiosa, que Venezuela sólo es un Sarajevo secuestrado eternamente en el que la vida desapareció en todo ámbito que no sea el de sobrevivir y ser oprimida por una dictadura a la que trata infructuosamente de deponer.
Y de alguna manera – sólo parcialmente – no les falta razón. Pero es que hasta en los Sarajevos la vida es más que la cruenta lucha contra el opresor. Si hay algo que los feroces dictadores no pueden derrotar es la superior idea de la civilización que vive en cada ser humano, sus ideas e ingenios, la creación, el amor y el sueño de una vida distinta. Rick Blaine no hacía sino recordar al amor que regresó a su vida en ese escondite de la guerra que era Casablanca. Víctor Frankl contemplaba la existencia de los pájaros en medio de la mortandad de un campo de concentración. Hay discotecas triunfantes en medio del conflicto sirio.
De hecho, el movimiento 16 de julio cubano, esa andanada de artistas que se vistió de valentía y germinó frente al mundo para rebelarse a la dictadura castrista cuando nadie se lo esperaba, no es sino la muestra de que, aunque no se sepa (al poder absoluto le estorba y le espanta la libertad de información), la idea de una vida libre y distinta está siempre en el gen del propio ser humano.
Millares de jóvenes cubanos conspiraban para expresar la idea de vida que sueñan, detrás de los espías de la cuadra y los aparatos de represión del régimen que les toca padecer.
Y Venezuela no solo no es la excepción, sino que 40 años de democracia no parecen poder esfumarse del espíritu colectivo, y por mucho que la chavista, como todas las dictaduras, emplee una y otra vez el miedo como arma paralizadora, la llama de la libertad se enciende con tal facilidad que con una simple mirada cercana nos vuelve a hacer pensar que no todo está perdido.
Basta con advertir que en Barinas, el mismísimo estado natal de Chávez, donde su familia se convirtió en una dinastía sin linderos entre la ley y el poder, la oposición, escéptica, desanimada y desmovilizada, acaba de ganar una elección tan contundentemente que ni la trampa, ni el ventajismo ni el enorme esfuerzo que hizo la autocracia que dirige Maduro les alcanzó para inventar alguna farsa que escondiera semejante derrota.
Aunque el chavismo ha arrasado con la superficie de la cultura contemporánea venezolana, ha falseado y decapitado el legado de la sociedad libre que era, y se ha encargado de vaciar a la fuerza el propósito de las instituciones que intentaba dar normas de convivencia a los ciudadanos de la república que existía, ni queriendo ni por accidente han podido borrar el germen con el que fue fundado el país, y que fue acercando poco a poco a Venezuela a la modernidad, convirtió a los ciudadanos en inconformes y los acostumbró a alzar la voz como un hábito inmanente.
Así que en medio de este desierto político que atraviesa la otrora potencia petrolera, se levantan esas flores de loto que buscan horizontes nuevos a pesar de que la realidad quiere imponerle que sea imposible.
Como no hubo manera de que el chavismo pudiera controlar el sistema autónomo de universidades públicas, el imperio independiente del conocimiento, optaron por hacerlo morir de mengua disminuyendo su presupuesto a cifras risibles. Entonces emergió la siempre empática y valiosa Universidad Católica Andrés Bello, ahora convertida en faro del país, tesoro jesuíta que alberga a investigadores sociales, conferencias, encuentros y discusiones que proponen salidas del presente y proyecto de futuro.
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Pero otra florescencia es aún más llamativa. En un país de medios censurados, comprados, cerrados, en el que se ha hecho todo tipo de sabotaje a la prensa independientes, donde se paga cárcel o se es judicializado por informar libremente, hay un movimiento de pequeños medios y periodistas deslumbrante, que están a la altura del mejor periodismo de su tipo a nivel mundial. Medios como Armando.info (ya casi todos sus miembros han tenido que salir porque son perseguidos), Runrunes, Efecto Cocuyo, Tal Cual, La vida de nos y El Pitazo, son esfuerzos independientes, probos, modestos, pero fundamentales, para que no deje de contarse la historia del país que atraviesa el peor momento de su era moderna y que no quede registrada solo la descarada mentira oficial.
En el cine, la venezolanidad vive un momento de reparo. "Rómulo Resiste", un documental valiosísimo que vio luz el año pasado, de Carlos Oteyza, uno de los más grandes cineasta que ha dado Venezuela y que no se ha ido, cuenta con detalles y no sin ecos el nacimiento de la democracia venezolana. Además, también tuvo exhibición nacional e internacional " Once Upon a Time in Venezuela, Congo Mirador ", una historia de Anabel Rodríguez que conforma la ilustración más diáfana de los resultados de la desidia en la que vive la población venezolana de las zonas rurales.
En los Juegos Olímpicos de 2020, Venezuela obtuvo su mejor desempeño deportivo, a pesar de la indiferente y chantajista asistencia chavista.
Por otra parte, en medio de la dolarización, la cual la corporación que domina al país se vio obligada a implementar para utilizar sus dineros perseguidos en el resto del mundo y así, además, poner coto a la hiperinflación, el sector comercial ha vuelto a tener respiro y se observan emprendimientos de todo tipo en el ámbito alimenticio y de servicios, dentro de las limitadas posibilidades de la paupérrima economía venezolana.
La redes sociales, que se han convertido en la única zona de expresión libre (la dictadura ha cooptado, comprado, cerrado y censurado a centenares y centenares de televisoras locales, circuitos de radio y prensa tradicional nacional y local), son un epicentro carburado de opiniones y discusiones muchas veces virulentas, gracias a la frustración que produce no poder arribar de nuevo a la libertad, pero de la cual surgen nuevas ideas y estrategias para seguir probando, hasta encontrarlo, el destino que retorne a los venezolanos a la democracia.
Por otra parte, buena parte del venezolano que se encuentra en otros países, la diáspora, sigue aportando ideas, dinero, esfuerzo, solidaridad, compañía, conocimientos y recursos logísticos al movimiento democrático venezolano.
Son flores de loto. Resistencia que parece inmarcesible. Después de años de conflictividad, represión, muertos, torturados, fraudes electorales, instituciones vaciadas de contenido y consecutivos fracasos por parte de la oposición venezolana para desplazar del poder al chavismo, que ha gobernado desde hace ya más de dos décadas.
Después de una hiperinflación que llegó a registrar más de 16,000%, y con una fuga poblacional que algunos calculan hasta en 8 millones de habitantes (más o menos 20% de la población), los venezolanos, exhaustos de conflictividad extrema, parecen vivir una tregua forzada, una calma intempestiva en un laberinto sin salidas, habida cuenta de que ni la voluntad internacional ni los esfuerzos endógenos para retornar a la democracia han sido suficientes.
Algunos estudios y la práctica de la vida cotidiana empiezan a mostrar indiferencia política, empiezan a mostrar más que hastío, indiferencia en el ámbito político, evitar que la vida se convierta en una carrera de frustraciones, si eso es en lo que va convertirse intentar una transformación política.
Es un fenómeno común en países en los que se prolongan las autocracias. Los inconformes, mayoritariamente, se van. Los que se quedan, a otra cosa, mariposa.
Desde afuera, Venezuela empieza a parecer una isla encerrada en la dictadura, distanciada de los progresos y los debates internacionales, signadas por la sobrevivencia y su problemática inacabable.
Sin embargo, hay un grupo que sigue resistiendo. Que lucha por un país mejor no sólo en el ámbito político, sino en el de la libertad, la innovación, bienestar, el conocimiento, el comercio.
Gente, incluso de nuevas generaciones, que no se conforma con ser un secuestrado más de la autocracia chavista.
Seres humanos que encarnan la insólita esperanza de que el futuro, tarde o temprano, llegará.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.