Cuando nos acercamos a una persona lo primero que percibimos es su aura, aunque no seamos conscientes de eso. Es el caso típico que experimentamos al “sentir” que tenemos afinidad por alguien acabado de conocer, que “nos cae bien”, o por el contrario, alguien nos “cae mal.” Crédito: Getty Images
Las personas negativas, avinagradas, quejumbrosas y llenas de resentimientos, mal humor y enojo proyectan una energía que aleja de su lado a quienes podrían ayudarles a salir de ese círculo vicioso de tristeza y pesimismo en el que están metidos. Lo contrario ocurre con las personas positivas. Crédito: Thinkstock
Sin embargo, olvidan que todo eso funciona únicamente si el cambio procede desde adentro. Los cristales y otras técnicas son útiles, como instrumentos que ayudan a desarrollar nuestra concentración y capacidad de meditación, pero no surten efecto cuando no se ha producido una transformación interior genuina. Crédito: Thinkstock
Las buenas lecturas y el buen humor, la apreciación y disfrute del arte, la música, las buenas compañías y las acciones desinteresadas, generar felicidad haciendo felices a los demás, el rostro sonriente, la capacidad de perdonar y olvidar, el compañerismo y la amistad, son algunos de los elementos que alimentan positivamente el ser interno... Crédito: Shutterstock
Un buen ejercicio consiste en sentarnos en una lugar tranquilo, con la menor ropa posible, solos y en silencio. Con los ojos cerrados, tratando de concentrar la mirada en el centro de la frente, inspiramos lenta y profundamente por la nariz, retenemos el aire unos segundos y luego lentamente lo expulsamos por la boca. Crédito: Thinkstock
Todo comienza en la mente, una persona cargada de odios y resentimientos genera pensamientos terribles, que se vuelven contra ella y lo contrario es quien emite ondas de amor, compasión y servicio, siempre con una sonrisa genuina en su rostro pase lo que pase. En nuestras manos está escoger lo que proyectamos y lo que atraemos. Crédito: Shutterstock