El márketing en los tiempos de Google Translate

¿Se acuerdan de aquella obsesión de los negocios "latinos" por poner eñes en donde no van y hasta en las las empañadas? Bueno, pues eso no es nada frente a otra exasperante tendencia en el mundillo de la mercadotecnia bilingüe: el uso — y abuso — de los traductores automáticos (léase Google Translate, Bing y básicamente todo aquello que no involucre seres humanos con el apuro de pagar la renta).
Y no, no estoy renegando del progreso tecnológico. Por el contrario; estoy convencida de que si la llamada inteligencia artificial sigue avanzando al ritmo actual, muy pronto nos quitará la chamba a más de uno (a mí, seguro que sí) . Pero mientras eso ocurre, las traducciones a la Google siguen siendo una fuente inagotable de fallas ortográficas o gramaticales que resultan divertidísimas -- o, mejor dicho, descojonantes.
Para muestra, esta barra de Chocolate Charles que se compró una amiga en San Francisco. Según se puede leer en su etiqueta, en inglés, se trata de un simple snack de chocolate con tres tipos de nueces (Triple Nut Bar), que gracias al genio de algún traductor automático, se convirtió — en español — en una bizarra mezcla de chocolate… con tres cojones.
Quiero suponer que los bienintencionados creadores de esta cojonuda botana buscaban asegurarse de que “mi gente” (i.e. los hispanoparlantes en EE.UU.) entendiera las bondades de su exótico producto. Y ¿cómo no iban a hacerlo? Con 50 y pico millones de latinos en EE.UU., como que ya va siendo hora de que los negocios pequeños y medianos también abracen la ola de la mercadotecnia en español.
Y sí que lo están haciendo. A medias y mal, pero lo están intentando.
Otra de mis “traducciones” favoritas es la empleada por los creadores del GrandeLASH, un suero especial para que nos crezcan pestañas más hermosas y saludables. Pero si bien las instrucciones en inglés resultan bastante precisas sobre lo que hay que hacer, en español se nos pide aplicarnos el producto como un “eyeliner líquido” [SIC] en nuestros “latigazos” para luego irnos a dormir.
Yo no sé ustedes, pero a mí eso de los latigazos no me gusta mucho que digamos, ni antes ni después de dormir (y mucho menos durante). El punto aquí es sencillo: si eres bilingüe y quieres que te crezcan las pestañas, más te vale seguir las instrucciones en inglés porque con las de español, experiencia corre el riesgo de convertirse en una escena súper kinky al más puro estilo de 50 Sombras de Grey.
Ejemplos hay miles y no creo que valga la pena hacer tanto ruido al respecto, porque luego las empresas van a hacer un mejor trabajo y entonces ¿de quién me voy a burlar?
Además, si nos apegamos estrictamente a la lógica detrás de los negocios en general y del márketing en particular, ¿para qué pagarle a un ser humano por un trabajito que Google Translate puede hacer rápidamente y sin cobrarnos un céntimo?
Y que quede claro. La “gugulización” de las traducciones no es exclusiva de los negocios gringos tratando de atraer latinos. Abundan ejemplos más que geniales al sur de la frontera, donde el uso cotidiano de la inteligencia artificial sigue regalándonos verdaderas joyas.
Realmente descojonante ¿o no?
También ve: