La risa puede sanar el cuerpo y los artistas hospitalarios lo demuestran
De un lado, la puerta del ascensor era gris. Parecía una puerta común. Pero tenía algo especial: llevaba a un mundo mágico, diferente a todas las demás áreas del hospital. Del otro lado, la puerta ya no era gris. Todo lo contrario. Tenía colores, energía, niños disfrutando, pediatras ayudándolos y payasos esperándolos para alegrarles el día. Esta imagen que estaba en la puerta del ascensor —y en las paredes contiguas— era el reflejo de lo que allí se vivía. La pediatría del hospital Casmu 3 en Montevideo, Uruguay, no solo es un área médica: es un área de arte, de juegos, de humor y, sobre todo, de mucho amor.
«¡Feliz cumpleaños!», decía el cartel que colgaba sobre una de las paredes. Debajo de él había 2 tortas: una de 3 pisos, nuevamente, con el mensaje de felicitaciones; la otra torta tenía un 3 enorme y chips de colores. El 15 de junio era un día especial para la pediatría de la institución: cumplían 3 años en ese hospital. Pero, además, era jueves y eso significaba FIESTA —sobre todo para los niños—. Y es que cada jueves desde hace 5 años, la fundación SaludArte acude a la pediatría para alegrarles el corazón a los niños que están allí y, también, para motivar a sus padres.
Entre problemas de salud, enfermedades, llantos y complicaciones, los artistas hospitalarios llegan para cambiarles el día y, por qué no, toda su estadía en el hospital. Con una canción, un dibujo o un chiste intentan sacar una sonrisa y, así, olvidar todo el dolor.
Salud y Arte: una grandiosa combinación
«Hola, yo soy la dueña del Casmu y él es mi amigo Beto que viene del Machu Pichu. Este es un ejemplar de su llama que dejó en la puerta mientras venía a ayudarnos», con su nariz roja y un vestido repleto de colores, nos recibió una integrante de SaludArte.
La técnica del clown —muy conocida gracias a Patch Adams— es una de las tantas que utilizan en la fundación. Su objetivo es « promover la salud de toda la población a través del arte y del humor», explicó su directora, Rasia Friedler. Desde hace 18 años tienen ese objetivo. Y si bien ahora se ha difundido en Uruguay —aunque no lo suficiente— ellos fueron la primera fundación en combinar el arte, la psicología y el humor para promover la salud de la población.
« SaludArte surgió de un sueño. Quería hacer un trabajo de integración de las 2 disciplinas —el arte y la psicología—, pero al no encontrar una organización con las características que imaginaba, lo inventé. Quería que el arte fuera una herramienta transformadora y así surgió SaludArte en 1999, hace 18 años», explicó su directora.
«Es una fundación sin fines de lucro que promueve la salud a través del arte y del humor. Y tenemos un campo muy amplio de acción que es la prevención, la promoción de salud, trabajamos con pacientes internados y apostamos al gran valor de las pequeñas intervenciones», agregó.
El papá de Sofi olvida sus preocupaciones
El padre de Sofi, una pequeña que está internada en pediatría, miraba con los ojos iluminados —y casi entre lágrimas— a los clowns que estaban divirtiendo a su hija. Los miraba a ellos y sonreía e inmediatamente volvía a mirar a Sofi. Se reía, se distendía y parecía que, por primera vez desde que estaba allí, lograba olvidarse de los problemas. Los artistas hospitalarios, y en este caso los payasos, no solo buscan sacarles una sonrisa a los pequeños, sino también a sus acompañantes. Y eso, sin duda, se veía reflejado en los ojos, en la sonrisa y en toda la postura del papá de Sofi.
«Para los padres es una situación muy penosa y poder contar con aliados que los ayuden a ver con otra óptica, poder ver a sus hijos sonriendo es grandioso, la receptividad es excelente», contó Rasia.
Sofí estaba en la sala de juegos. Se divertía con la música y les pidió a sus papás si podía comer la torta de cumpleaños. La miraba sorprendida, se daba vuelta y miraba a los payasos, también sorprendía. La timidez parecía irse de a poco. Cuando los músicos comenzaron a cantar Despacito, Sofi ya era otra persona, ya le había dicho adiós a la timidez.
Kevin, Maia, Nacho: 3 sonrisas hermosas
Antes de comenzar el día de fiesta, los artistas hospitalarios se reúnen con las pediatras para que les informen de la situación de cada niño. Dependiendo de cada diagnóstico y de cada personalidad, los artistas deciden cómo irrumpir en su habitación para que la alegría sea mucho mayor. Las artes plásticas, el teatro, la música, la magia, los clowns y los títeres son algunas de las técnicas que SaludArte tiene a su disposición y antes de empezar decide con cuál de ellas deslumbrar a cada niño.
«Hola, permiso, soy la dueña del Casmu y vengo a arreglar la gotera. ¿Puedo pasar?», Kevin, de 11 años, sonrió y les dijo que sí, que podían pasar. Su mamá comenzó a filmar a los clowns y a su hijo que, a pesar del cansancio, sonreía tímidamente. Se reía, pero le daba vergüenza hablar.
Les contó que era de Peñarol —un cuadro de fútbol de Uruguay—, que se sentaba en el medio de la clase y que, además, lo habían retado por distraerse mucho. Además, les contó que le gustaba mucho la electrónica y el pop. Terminó de decir esas últimas palabras y las dos músicas con el teclado y la guitarra comenzaron, nuevamente, a tocar Despacito. Kevin seguía sonriendo y su madre derrochaba felicidad. Se notaba con tan solo mirarla grabar a su hijo y a la performance de los artistas que estaba recibiendo un enorme mimo al alma.
Bebés de menos de un año, niños y niñas de entre 6 y 11 años: la pediatría del Casmu estaba llena de niños y para cada uno los artistas tenían preparado algo especial:
«Es una sensación dulce que te da el poder estar con gente maravillosa, el poder aportar algo en momentos tan difíciles para la gente, aprender con esta gente maravillosa que vemos cada día. Su capacidad de sobreponerse a la enfermedad; los gestos de solidaridad, los familiares, es increíble como están allí, apoyando, haciendo fuerza; el equipo de salud. Es todo muy especial», en estas breves palabras su directora intentó describir lo que es su jornada semanal en pediatría.
La música seguía sonando de fondo. Nacho, de 6 años, cruzó toda la sala de espera para poder ir a su habitación. «Esa es mi silla de ruedas», le dijo la clown, «pero por esta vez te la presto». Nacho sonrío. Un tango se escuchaba de fondo cuando ella entró a la habitación. Estaba comiendo una banana porque tenía un apetito enorme, pero no podía comer dulces. «Te voy a dejar estos caramelos, pero se los voy a dar a tu mamá para que te los de después, ¿te parece?», le preguntó. Nacho asintió con la cabeza. Nuevamente volvió a sonreír. Su mamá, como las otras mamás, irradiaba felicidad y no dudó en filmarlo. Si bien Nacho estaba muy cansado porque recién había llegado a su habitación, charló, se río y agradeció que lo hayan visitado.
Maia pinta, sus padres sonríen
Los payasos y las músicas estaban animado a los más pequeños en la sala de espera y en la habitación de Maia, una pequeña niña amante del dibujo —y que detestaba las fotografías—, se divertía con uno de los artistas de SaludArte. Tenía una «pluma» especial y si bien tenía una venda en su mano, no dejaba de pintar y dibujar. Con ella estaba un artista plástico. Maia dibujaba criaturas hermosas y diferentes, y luego las pintaba.
«¿Puedes sacarle una foto sin que se de cuenta», dijo la mamá emocionada. «Le encanta dibujar. Mira, estos los dibujó en estos días. Me encantaría tener una foto pero no se deja». Y Maia afirmó lo que su mamá decía mientras sonreía de forma pícara. «Me imagino que de grande vas a hacer artista, ¿verdad, Maia?», le pregunté. Y en secreto le contó a su mamá que todavía no sabía que quería hacer, pero le gustaría ser cocinera. «Eso es también un arte, en las tortas puedes poner tus dibujos», le contestó su mamá.
En la habitación también estaba su padre que miraba a su hija como embobado. Sonreía y los ojos se le llenaban de lágrimas —pero de felicidad—. Maia, concentradisima, seguía dibujando, pero de vez en cuando levantaba la mirada y sonreía. Sus padres no dejaban de mirarla a ella y al artista: ya no estaban tristes, eso se les notaba en sus palabras y en sus gestos.
«Un día sin risa es un día perdido»
Los artistas hospitalarios —un fenómeno en todo el mundo— no conocen de edades. Las técnicas que utilizan sirven para niños, jóvenes y adultos. No obstante, cada jueves van a la pediatría del Casmu «porque ellos los eligieron». Durante 13 años, trabajaron en distintos hospitales de la capital de Uruguay pero, generalmente, lo hacían con adultos.
Jarabe de Risas, como se llama el proyecto que llevan a cabo, fue estudiado por un sociólogo uruguayo. Los padres y los niños recibieron el apoyo de los artistas de la mejor manera. Incluso, la mayoría de los acompañantes manifestó sus ganas de que no fuera una sola vez por semana, sino muchas más.
Un día con risas, no es un día perdido y eso lo saben bien los artistas hospitalarios, los médicos y los padres. «Estoy a favor del humor saludable, el humor que celebra la vida las cosas como son y no como deberían ser, y que lo que transmite es una profunda aceptación del otro y de uno mismo. Es amar sin juzgar. Está fuertemente emparentado con la salud y con la salud mental en particular y es un reflejo de ella» manifestó Rasia.
Para los niños y los padres, cada jueves es magnífico. Y lo mismo les sucede a los artistas hospitalarios: «Es un día de fiesta siempre...La alegría va y viene. Es tan poco lo que se precisa, es conectarse con el otro desde la mirada, desde el juego, desde el afecto y allí empiezan a suceder cosas, es dejar que ocurran más que dejar ocurrir, entonces depende de lo que pase cada día. Cada encuentro humano es significativo».
Cambiar sus llantos por hermosas risas
Los artistas decidieron ir hacia la sala de emergencias pediátricas. «Tú ya estás para votar, no me mientas, ¿cuántos años tienes?», le dijo una integrante de SaludArte a un adolescente que estaba esperando a ser atendido. Junto a él había bebés y niños de todas las edades. Todos estaban sorprendidos. Nunca pensaron que en emergencias iban a encontrar dos payasos y dos músicas que tocaban diversas canciones.
La atmósfera cambió. El llanto se convirtió en risas. Bastián, un bebé de casi 3 años corría a mirar a los payasos para luego esconderse. Llevaba a su papá de la mano para mostrarle lo que estaba pasando: «Mira, papá, hay payasos» mientras los señalaba. Uno de ellos comenzó a charlar con Bastián —que a pesar de ser pequeño y estar en emergencias con un dolor en su pera luego de caerse tenía unas energías inmensas y no paraba de contarle toda su historia a la clown—. Mientras conversaban, los papás sonreían y miraban completamente enamorados a su pequeño hijo—la imagen que más se repitió ese jueves—.
Por la puerta de entrada, se asomaban los niños junto a sus padres con los rostros llenos de lágrimas. Pero con tan solo pasar la línea de entrada, su humor cambiaba. La música y los chistes de los clowns hacían que la larga espera de emergencias sea agradable y amena.
SaludArte, una fundación que alegra almas
Cada jueves es único, cada intervención en los hospitales es fantástica. No obstante, Rasia recuerda dos historias que la marcaron y que significaron un gran mimo al corazón.
«Trabajamos con una señora que tenía 99 años y que se rió muchísimo con la intervención. Era con payasos. Y se produjo un encuentro muy lindo, de gran empatía. A la semana recibimos un mensaje que nos apenó mucho: esta persona había fallecido, pero era una carta muy linda de sus familiares agradeciéndonos y diciendo que era la última vez que la habían visto sonreír. Entonces esas cosas nos llegan al corazón», contó emocionada. «En otra oportunidad trabajamos con una niña que nos habían anticipado que no tenía respuesta motriz. Pero, luego de la intervención ella tuvo un movimiento. Son situaciones inolvidables», culminó.
Es una experiencia enriquecedora que deja huellas en cada una de las personas que la presencian y que la viven. ¿Qué aprenden los artistas con cada una de las intervenciones? «Que la fuerza de superación del ser humano es algo que vale la pena potenciar. Es algo increíble. Las personas tenemos recursos que solo se ponen a prueba en circunstancias adversas y que, a veces, solo se necesita la calidez humana. Esta cosa de tender una mano... el valor de una caricia, el valor de una mirada, el valor de un reconocimiento del otro como semejante puede mover montañas», dijo su directora, llena de emoción por lo que logró con su fundación.
«Es algo calentito en el corazón, un regalo inimaginable de la vida»: así se sienten los artistas cada vez que van a pediatría o a cualquier hospital.
Me alejaba pero no importaba cuán lejos estaba: seguía escuchando la música pero, sobre todo, seguía escuchando las risas de esos niños y de esos padres. Pero, además, a través de las miradas, logré escuchar la felicidad de esos corazones —de los niños y de los padres—. Y es que, sin duda, el humor puede salvar al mundo y estas actividades son un gran mimo al corazón, una de las mejores caricias que alguien puede experimentar a lo largo de su vida.