Eduardo García llegó siendo un adolescente a Estados Unidos, al igual que muchos hijos de inmigrantes mexicanos sin documentos, tuvo que trabajar con su padre de sol a sol en el campo, pero en lugar de amilanarse, el joven aprendió el significado del esfuerzo y la perseverancia. Su primer trabajo fue lavando platos en un restaurante, pero el gusto por la cocina lo llevó a superarse rápidamente.