El peligro que aterroriza a una de las tribus más aisladas del mundo
Los yanomamis son el pueblo indígena aislado más numeroso de América del Sur. Viven en la selva amazónica y montañas del norte de Brasil, próximo a Venezuela. Cerca de 22.000 yanomamis se encuentran en el lado brasileño de la frontera, en una reserva demarcada en 1992, tras años de luchas.
Al menos tres grupos en ese territorio no tienen ningún contacto con el mundo exterior.
Entre ellos están los moxihatëtëa, cuyas primeras imágenes se dieron a conocer en 2011, pero solo en 2016 fue posible obtener nuevas fotografías en las que se pudiera verlos con más precisión.
Según la organización especializada Survival International, se estima que un centenar de moxihatëtëa componen el pequeño pueblo que podemos ver en las fotos.
¿Quiénes son los moxihatëtëa?
En junio de 2011, un reconocimiento aéreo reveló la presencia de una vivienda colectiva que se identificó como perteneciente a esta subtribu de los Yanomami, que se creía desaparecida desde mediados de los 90.
El nombre de moxihatëtëa fue dado por sus antiguos vecinos y ocasionalmente enemigos de Yanomami, en referencia a la diferenciada costumbre de los indígenas varones de la subtribu de mantener el prepucio del pene (« moxi») atado a la cintura con una cuerda (« hatëtë»).
La tribu es también parte de otro grupo de los Yanomami denominado Yawaripë, muchos de ellos contactados a partir de 1950 o 1960, que fueron los principales perjudicados en la década de 1970 por la construcción de la carretera BR-210 o Perimetral Norte, lo que aniquiló al 40% de los indígenas que vivían en la región, y dejó a otros tantos con enfermedades contagiosas.
El territorio Yanomami
La población total de Yanomami es de aproximadamente 35.000 indígenas, que se reparten entre 200 o 250 aldeas ubicadas en la Amazonia a ambos lados de la frontera entre Venezuela y Brasil. Juntas, estas áreas forman el territorio de selva indígena más grande del mundo.
Del lado de Brasil, el territorio es casi de 10 millones de hectáreas, el doble del tamaño de Suiza, y allí viven 22.000 indígenas.
Hasta entrados los años 90, las comunidades indígenas del lugar estaban desapareciendo por culpa de la invasión de mineros u otros contactos externos, que generaban enfrentamientos violentos o traían enfermedades comunes como la gripe o el sarampión para la que los indígenas no tenían resistencia.
En 1992, gracias a la lucha de organizaciones indígenas y activistas, el gobierno brasileño demarcó el territorio Yanomami y lo declaró área protegida, con lo que las comunidades del lugar prosperaron y lograron tranquilidad después de décadas de caos y violencia.
En los últimos años, sin embargo, la situación volvió a cambiar: los esfuerzos gubernamentales no parecen suficiente o incluso parecen ir en dirección contraria, tanto en lo que respecta a poblaciones indígenas como a la protección medioambiental y la prevención de ese viejo pero vigente problema de la deforestación de la Selva del Amazonas.
La amenaza de eliminación para una de las poblaciones más vulnerables del planeta ha resurgido.
La amenaza a los indígenas en Brasil
La Amazonia de Brasil es el lugar del mundo con mayor cantidad de tribus que no tienen contacto con el exterior. Se cree que son al menos 100 las tribus aisladas que tienen en la Selva Amazónica su hogar.
Que no tengan contacto con el exterior es prácticamente una cuestión de supervivencia: todos los contactos históricamente han conducido a la violencia, a las enfermedades o a la muerte de muchos de ellos.
Según datos de FUNAI ( Fundación Nacional Indígena), un organismo estatal que cada vez tiene menos presupuesto destinado a su misión humanista, de las 896.000 personas que se declararon o consideraron indígenas en el censo de 2010, el 63.8% vivía en zonas rurales, y el resto en tierras indígenas oficialmente reconocidas.
La llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil no es una señal alentadora para estas comunidades, aunque ya el gobierno de Michel Temer había dado señales preocupantes.
En su primer día de mandato, el flamante presidente brasileño —que ha comparado las poblaciones indígenas a animales en el zoológico— tomó una medida que fue vista como un retroceso en los derechos indígenas.
Decidió transferir la responsabilidad de los territorios indígenas y las tierras protegidas al Ministerio de Agricultura, sacando del medio a la FUNAI. El ministerio, según el New Tork Times, históricamente ha favorecido los intereses económicos de industrias que quieren beneficiarse accediendo a esas tierras.
Bolsonaro aseguró que la medida era para evitar que esas comunidades sean «explotadas y manipuladas por organizaciones no gubernamentales» y que la intención era «integrar» a todos los ciudadanos brasileños. «Integrar» en este caso es un eufemismo que no tiene en cuenta que en su propio aislamiento reside la supervivencia misma de muchas de estas comunidades.
Según la organización sin fines de lucro Survival International, la medida es sencillamente «una declaración de guerra» del gobierno a las comunidades indígenas.
La Asociación de Pueblos Indígenas de Brasil emitió un comunicado en respuesta, que reclama «el derecho de existir» y «un Brasil pluriétnico y multicultural», y exhorta a una acción popular que permita anular judicialmente la medida de Bolsonaro.
En efecto, en el Ministerio Público Federal, procuradores que actúan en favor de los derechos de indígenas, están estudiando cómo llevar el asunto a la justicia.
Los indígenas en el mundo
Según Survival International, hay en el mundo 150 millones de personas que viven en tribus indígenas, esparcidas a lo largo y ancho de 60 países diferentes.
Aunque el derecho a sus propias tierras está reconocido por las leyes internacionales, estos no siempre son respetados.
La situación es cada vez más compleja para pueblos originarios que no participan de la «economía global».
Intereses políticos y económicos, amparados en conceptos como «desarrollo» o «progreso», no tienen inconvenientes en ignorar sus derechos. Pero forzar el progreso a una comunidad indígena muchas veces equivale a hacerlas desaparecer.
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