Cuando eres un ciudadano estadounidense y deportan a tu madre: los hijos de Guadalupe García cuentan su historia

"Nuestra vida es normal. Entre semana vamos a la escuela, mis papás a trabajar. El domingo es el día familiar, vamos a misa, comemos algo y vamos al cine, o a la casa y la pasamos juntos", cuenta a Univision Noticias Ángel Rayos García, hijo de Guadalupe García, que se ha convertido en un símbolo al ser deportada tras el cambio en las políticas migratorias ordenado por Donald Trump.
Ángel y Jacqueline nacieron en Estados Unidos. Siempre han vivido aquí. Su madre, Guadalupe García, nació en México, de donde salió hace 21 años. Tampoco ha vuelto nunca desde entonces. Hasta hoy jueves, cuando ha llegado a Nogales, Sonora, al otro lado de la frontera. Anoche agentes del ICE se la llevaron en una furgoneta ante la mirada de sus hijos y su marido.
Guadalupe fue deportada tras presentarse a la revisión anual de su caso en inmigración. En 2008 fue detenida por trabajar con un número de Seguro Social falso, pasó 6 meses en prisión y desde entonces cada año se presenta ante las autoridades, que prorrogaba su caso por no considerarlo prioritario. No suponía una amenaza y por lo tanto, bajo el mandato de Obama, su deportación podía esperar. Pero las cosas han cambiado con Donald Trump. Su abogado ya le advirtió de que esto podía pasar, pero, según explicó su esposo, ella decidió ir a la cita, no tenía miedo y quería hacer lo correcto.
La deportación de Guadalupe significa privar a dos ciudadanos estadounidenses menores de edad de su madre. Ángel tiene 16 años y Jacqueline 14. Cuando tenían 8 y 6 años el ICE se llevó a su madre de madrugada. "Lo recuerdo, vinieron los sheriffs. Yo me desperté, me cambié de cuarto y vi a mi mamá fuera que se la llevaban", cuenta Ángel. Esto ocurrió después de que descubrieran a Guadalupe trabajando en el parque acuático Golfland Sunsplash, en Arizona, donde viven, con un número de Seguro Social falso en una redada ordenada por Joe Arpaio.
"Cada día desde esa noche he tenido el temor de que un día me la iban a quitar", dice Jacqueline, que recuerda nítidamente, a pesar de solo tener 6 años, detalles de aquellos 6 meses en que su madre permaneció en la prisión de Florence. "Recuerdo tener que despertarme a las 4 de la mañana para ir hasta allí, me sentaba en su regazo viéndola y platicando con ella. Una vez usé sandalias, pero no dejaban pasar zapatos abiertos, y quedé fuera. Lo recuerdo con mucha tristeza", cuenta. También recuerda a los hombres que vigilaban los cubículos donde se reunían, que ni les miraban, pero estaban ahí.
También su hermano Ángel se acuerda de aquellos meses: "me daba mucha pena ver a mi madre en aquel edificio triste. Nos sentábamos en una mesa de metal en círculo y ella nos decía que nos quería, que fuéramos fuertes".
Y lo consiguieron. En la despedida a su madre anoche en la furgoneta de ICE todos estaban serenos: "somos fuertes, estamos calmados y en paz", dice Ángel. No hubo lágrimas ni pataleo, no golpearon los cristales ni gritaron. "Le decíamos que la queríamos y ella nos leía en los labios".
Cada día, durante 8 años, Jacqueline y Ángel han vivido preocupados de que los separaran de su madre. Para Jacqueline eso ha sido una pesadilla, para Ángel un peso que ha llevado dentro, siempre en su mente, cada día durante todo este tiempo. Son diferentes a otros niños de su edad, niños que no se levantan preocupados de que puedan deportar a su madre, pero hacen cosas propias de chicos de su edad: les gusta hacerse selfies, los graffitis, los filtros de Snapchat. Y hacen cosas diferentes también, como acudir a protestas en apoyo a familias amenazadas con la deportación, colaborar con la asociación de defensa de derechos humanos y de los inmigrantes, Puente Arizona. Participan en la comunidad, son activistas.
"Protestamos contra las deportaciones, íbamos a manifestaciones. Esto me ha hecho más fuerte", dice Jacqueline. También Ángel: "sabemos que hay que mantenerse en calma, que hay que estar firmes y las cosas saldrán bien con ayuda de Dios". La familia Rayos García es una familia religiosa. Sus creencias les permiten sentirse seguros, a pesar de la incertidumbre en que viven. "No sabemos que va a pasar ahora. Solo sé que voy a ir a México a ver a mi mamá, aunque espero que venga ella. También sé que voy a seguir luchando por mi mamá y otras familias", explica Jacqueline.
"Nadie debe de empacar la maleta de su madre", dijo la niña en una rueda de prensa esta mañana. Lo siente así, algo muy triste, demasiado triste para chicos de su edad, aunque estos años de miedo y de lucha les han dado herramientas para sobrellevarlo. "Los de Puente, la gente que estaba con nosotros cuando se llevaban a mi mamá en la van nos dijeron que la miráramos cerca, con tranquilidad, muy cerca", así hicieron. Y Guadalupe les mantuvo la mirada cerca también: "ella nos ha enseñado a ser trabajadores, a perseverar, a no abandonar", dice.
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