Un lugar perfecto e ideal para el vino es aquel que es frío, oscuro, moderadamente húmedo, relativamente quieto y donde la temperatura sea constante, de 10 a 12 grados centígrados. No guarde vinos cerca de productos que emitan olores fuertes, porque el vino “respira” a través de su corcho y tiene una cierta tendencia a absorber aromas del aire.