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Madre e hija dominicanas sufren una rara enfermedad cerebral sin cura que quita la habilidad de caminar y hablar

"Se me han quitado todas las ganas de vivir”, dice Ana Melo, quien a sus 34 años ha sido diagnosticada con el padecimiento de Huntington, condición que le heredó genéticamente su padre y que ahora comienza a sufrir su hija menor de 8 años.
25 Feb 2021 – 07:57 PM EST
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Con tan solo 34 años, Ana Melo -una madre dominicana de tres hijos- vive atada a una vieja silla de ruedas debido a la rara enfermedad cerebral de Huntington que le heredó su padre.
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Hace unos 6 años, cuando Ana era una mujer trabajadora y con mucha energía comenzó a sufrir el devastador ataque del padecimiento, por lo que tuvo que hacerse varios estudios médicos que le confirmaron el terrible diagnóstico.
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Desde entonces Ana ha visto cómo las dificultades para caminar y hablar se han ido acrecentando cada vez más, al mismo tiempo que se presentan otras afectaciones como trastornos psiquiátricos y pérdida de peso.
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“Después de que me ha dado la enfermedad se me han quitado todas las ganas de vivir”, dice Ana, quien recuerda cuando comenzó a sentir que las piernas se le dormían y simplemente ya no pudo caminar.
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El neurocirujano, Franly Vásquez Burgos, señala que este padecimiento se trata de un trastorno neurodegenerativo progresivo que puede ser transmitido por los padres portadores del gen a sus hijos. “Lamentablemente esta enfermedad no tiene cura, pero sus síntomas pueden ser tratados”, indica advirtiendo que la expectativa de vida de estos pacientes suele ser entre 15 y 20 años después del inicio de los síntomas.
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Este contexto ha provocado que Ana -sumida en la angustia y desesperación- haya intentado quitarse la vida en varias ocasiones.
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Incapaz de depender de sí misma, es la madre de Ana -del mismo nombre- quien ha tomado las riendas de sus cuidados, en medio de un ambiente desalentador en una casa de bajos recursos.
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“Yo tengo que hacerle todo a ella porque no tiene a nadie más”, dice la angustiada madre, quien solo le pide a Dios que le dé fuerzas para soportar la abrumadora situación.
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Para prevenir que atente contra su vida, la mujer asegura que ha optado por no dejarle nada cerca con lo que Ana se pueda hacer daño. “Ni cuchillos, medicamentos o detergente”, explica.
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Por si fuera poco, Valeria, la hija menor de Ana, ha comenzado a presentar síntomas del mismo padecimiento, por lo que serían tres generaciones las que sufrirían de la misma extraña enfermedad bajo un mismo techo.
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A sus 8 años, Valeria ya tiene cicatrices en su frente y rodillas debido a las fuertes caídas sufridas por las dificultades que está presentando para caminar. “Se me parte el alma, es tan chiquita”, dice Ana sobre su pequeña.
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En la actualidad esta familia sobrevive gracias al apoyo económico de un pariente, pero no alcanza para solventar la atención y medicamentos que necesitan Ana y su hija, quienes se refugian en la fe en busca de un milagro. Clic aquí para saber cómo ayudarlas.
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