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La pornografía creativa de Bad Bunny y las reggaetoneras

"Lo que conseguí fue esto. Siempre ha habido en el reggaetón un coqueteo con los giros vulgar/sexuales, usualmente omitidos del discurso público. Ha sido siempre, en parte, por un lado, lo que para cierta audiencia cae como un contenido de mal gusto (no se trata de erotismo elaborado) y, por otro, una tremendura perfecta para adolescentes que comparten en una fiesta y gritan juntos una vulgaridad".
Opinión
Periodista/especialista en narrativas de ficción y no ficción.
2023-02-28T10:06:55-05:00
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"Me llama la atención lo increíblemente primitivo que es el concepto de la mujer en la mayoría de las canciones". Crédito: AP

Después de haber leído mucho sobre él, haberlo escuchado infinitamente de manera inevitable, mirado con asombro su llamativo paso por premios de toda estirpe, la admiración de revistas generales y especializadas, y su impresionante éxito comercial, la semana pasada hice un ejercicio voluntario para conocer con más propiedad la música de Bad Bunny.

Decidí que durante la hora en la que hago cardio cada mañana, escucharía la estación Bad Bunny de Pandora. Estamos hablando de cinco horas de música, mayoritariamente de su autoría, incluyendo algunos dúos y piezas de otros artistas del género. En términos redondos, podemos estar hablando de cien canciones. Algunas repetidas, otras menos de otros cantantes.

Tuve la iniciativa porque, aunque a mí las canciones de Bad Bunny me parecían el ruido de una voz que balbuceaba sin saber pronunciar con algunos chistes sexuales simpáticos, sabía que semejante éxito probablemente no era producto de la casualidad. O, al menos, es mucho más, simbólicamente hablando, que la popularidad desbordada que suscita. Bad Bunny es un tipo del que toda una generación se sabe montones de coros, abarrota sus conciertos en todas partes, es seguido por fanáticos de todos los géneros en el mundo latino y anglo.

Hay quien tiene un talento, se rodea de un contexto específico y encuentra un momento de suerte. No es el caso de Benito Martínez -su nombre real-, este puertorriqueño, que se ha dedicado a la música desde que tiene 14 años, ha colaborado con buena parte de la industria musical de su género, y se ha esmerado por acompañarse de los mejores, hasta lograr los discos que lo pusieron en el pedestal en el que se encuentra.

Bad Bunny ha producido seis álbumes en cinco años. Ha colaborado con artistas de toda índole, de JLo a Enrique Iglesias, de Drake a Ricky Martin, y escoja usted la cantidad de reggaetoneros en la lista, y se ha convertido en el único representante de la música urbana que ha atravesado esos confines para exponerse y conseguir seguidores en todo tipo de públicos.

¿Por qué? Eso fue lo que me pregunté y traté de explicarme desde mi amateur melomanía. Los especialistas musicales hablan de que las producciones y arreglos de sus canciones tienen mucho nivel y han ido mucho más allá, por lejos, de lo que cualquier otro reggaetonero anterior haya intentado.

¿Pero es esa la razón de su éxito y asombro colectivo? No estoy seguro. Aunque la producción musical confecciona el tono de las piezas y determina la percepción en una forma en la que ni siquiera la audiencia se da cuenta, este es un fenómeno que ha calado muy hondo como para que su causa sea tan técnica.

A ese respecto, de todas formas, debe acotarse que Bad Bunny tiene canciones donde muestra su ansia de investigación, la historia de su oído musical y su conexión con sus orígenes. Si escucha a Bad Bunny lo suficiente, puede encontrar canciones instrumentadas como mambo, otras con el ritmo del merengue ripiado, y hay hasta un bossa-nova que le hace pensar a uno que equivocadamente se cambió la estación.

Ahora, el corazón de la música popular y comercial, que es la melodía, es el gran misterio del éxito de Bad Bunny. ¿Cómo es que alguien con una voz tan desatinada y desafinada, con un rango mínimo y un timbre monótono y atonal, puede encontrar un éxito tan masivo? Y eso sin mencionar la dicción, que es nula (hay que hacer un curso para entender cuando le habla a Titi y a las novias), y pasando por alto que la voz es nasal, gangosa, con una ausencia realmente franca de educación formal.

Se entiende que hay géneros musicales y formas artísticas que son expresiones de la calle. Pero siempre hay un límite, un mínimo de elaboración técnica.

Lo que conseguí fue esto. Siempre ha habido en el reggaetón un coqueteo con los giros vulgar/sexuales, usualmente omitidos del discurso público. Ha sido siempre, en parte, por un lado, lo que para cierta audiencia cae como un contenido de mal gusto (no se trata de erotismo elaborado) y, por otro, una tremendura perfecta para adolescentes que comparten en una fiesta y gritan juntos una vulgaridad.

Inevitablemente, me hacen acordar de Alí primera, un cantante de protesta venezolano que a muchos le gustaba porque decía groserías en las canciones: tienen su poder las groserías.

Esa fue la entrada que encontró Bad Bunny. Pero en lugar de tener una frase escondida aquí o allá, abrió esa puerta de par en par, asumió de manera franca y frontal las letras todas como un universo sexual, y llenó, casi en su totalidad, las líricas de sus canciones, con imágenes sexuales explícitas en lenguaje verbal.

Es como si asistiéramos a un nuevo universo de pornografía musical con lenguaje de la calle caribeño. "Los polvos en la cocina", "el booty bien grandote", "si a esta hora me llamas, no me digas que no me lo mamas", "te lo meto entero", "se enamoró desde que lo metí el primer día", "pide que te la eche dentro'l ombligo", "póngase de espaldas pa' romperla". Y así, podríamos llenar varios folios. Son decenas de canciones compuestas con letras que, técnicamente (no propongo valoración moral) son pornográficas.

Entonces, a la simpatía y a la audacia, se le unen un elemento de morbo muy pocas veces visto antes en la música, y menos de manera tan frontal.

Me llama la atención lo increíblemente primitivo que es el concepto de la mujer en la mayoría de las canciones. Se reducen siempre a ser un objeto sexual, tal como ocurre en las películas pornográficas. Resultaría raro y contradictorio que una feminista se ufane de tal y, al mismo tiempo, sea seguidora de Bad Bunny. En el papel son dos fuerzas antagonistas.

Tuve la oportunidad de escuchar, incluidas en la estación, canciones de algunas reggaetoneras. Sobre todo de Karol G. Y me sorprendió, a contrapelo de las letras de Bad Bunny, que en sus canciones hay en cambio mención de lo sexual como declaración de libertad y liberación en el ejercicio de su sexo con autonomía. Es un fenómeno más novedoso, aunque sea menos comercial, que el de Bad Bunny.

Una cosa buena es que se acabó la semana. La mala es que me quedaron gustando dos canciones. Yo no soy celoso y Me fui de vacaciones.


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