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Los prestamistas de barrio: el costoso último recurso de los latinos

Dicen que solo quieren ‘ayudar’, pero la historia es algo más compleja. Los préstamos informales ofrecen dinero a los latinos que no tienen opción en el sistema bancario, pero lo hacen con intereses que pueden implicar pagar hasta el doble de lo recibido.
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5 Jun 2017 – 05:23 PM EDT
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En Nueva York, si se presta dinero con un alto interés –más de un 16% mensual– se cae en el terreno de la ilegalidad. Sin embargo, esto sucede muchas veces entre prestamistas informales. Crédito: Constanza Gallardo

El libro grande y desteñido de María Ramos, una microempresaria de 64 años de Washington Heights, en Nueva York, registra las peripecias que día a día afronta para sacar a flote su salón de belleza. Esta agenda se ha transformado en su libro de balances. En la portada, una mujer rubia no deja de sonreír, a pesar de las deudas que registran las páginas interiores. Ramos hace pagos semanales, pero la deuda no se aliviana.

Se trata de tres créditos con prestamistas de barrio que suman 14,000 dólares. María Ramos pidió ese dinero a Barbie, Rafael y José María –tres banqueros informales cuyos nombres reales Ramos pidió no publicar–, cada uno con un interés semanal de un 4%.

“No duermo a veces. Me paso la noche dándole mente a la deuda”, aseguró Ramos, sentada en una de las sillas gastadas donde corta el pelo a sus clientas. Ella guarda el libro de balances en la repisa saturada de productos de belleza que sirve de zona de trabajo.

Su salón de belleza tiene poco lujo. Su mobiliario es una banca de madera, un par de sillas de oficina y cinco secadores de cabello al estilo casco espacial. En una esquina, dos ollas de hojalata y una hornilla eléctrica sirven para calentar el agua para lavar el cabello de las clientas.

¿Cuánto debe? Hace cuentas mentales. Titubea. Dice que no está segura del saldo actual. Hasta que, para que la gente alrededor no se entere, señala en silencio hacia una página con la cifra y dice que para mediados de abril “esto era”.

Para esa fecha, le quedaban por saldar 10,800 dólares. Había pagado solo una tercera parte de la deuda, abonando unos 2,600 (sumando sus cuotas semanales) durante 2016. Si hubiera tenido la opción en ir a un banco, pagaría una cuota de unos 300 dólares mensuales.

El pago de intereses la está matando. En un año, ha pagado 208% de interés a dos de sus banqueros informales, mientras al otro un 156%. “Hablé con los prestamistas para hacer un arreglo”, dijo la peluquera de origen dominicano. Ahora le cobrarán una tasa del 3% semanal y menos abono al principal para bajar la cuota mensual.

Cuenta que levantó su negocio hace tres décadas y que los banqueros del barrio son quienes siempre han financiado su emprendimiento. Solo una vez solicitó a un banco un préstamo, pero se lo rechazaron porque no tenía un historial crediticio que la respaldara.

“Pedí un préstamo de 10,000 dólares, pero lo que me ofrecieron fue una tarjeta de crédito por 7,000 dólares. Se me fue en este local en gastos del negocio … Le quedé mal al banco por la situación que me ha ido envolviendo”, dijo. Ella usó todo el disponible de crédito de la tarjeta y nunca pagó porque los prestamistas ejercían mayor presión que un banco.

Su historia evidencia el papel y poder de un mercado financiero que opera en la clandestinidad de los barrios de inmigrantes de ingresos bajos. Los prestamistas de barrio le han dado a Ramos créditos que van de los 2,000 a los 35,000 dólares. Siempre ha pagado, dice.

Otros casos reportados a la organización Neighborhood Trust –que capacita a personas de bajos ingresos para participar en el sistema financiero estadounidense– muestran que un individuo puede llegar a obtener hasta 900,000 dólares con un prestamista informal.

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¿Cómo funcionan los préstamos de barrio?

No hay estudios oficiales sobre el valor del mercado financiero comunitario en Nueva York. No obstante, un sondeo de Washington Heights and Inwood Development Corporation (WHIDC) con pequeños empresarios, realizado hace 21 años, identificó que la banca informal manejaba a unos 10 millones de dólares solo en diez cuadras de Washington Heights, un barrio donde alrededor de un 70% de la población es latina. Ese monto ajustado a la inflación equivale a unos 15.6 millones de dólares de hoy.

La WHIDC ofrece microcréditos a pequeños empresarios y capacita a la comunidad sobre el uso de dinero desde 1978. Nueve de cada diez personas que acude a esta organización son de origen latino.

El negocio de los prestamistas se alimenta de las necesidades de personas que no son cubiertas por la banca tradicional. El problema es que los clientes caen en deudas eternas y no desarrollan un historial de crédito, lo que es la puerta al sistema bancario convencional en Estados Unidos.

Dennis Reeder, director de WHIDC, explica que las comunidades de inmigrantes encuentran difícil ahorrar dinero para levantar un negocio debido a sus características socioeconómicas. "Yo no sé quién podría operar una tienda, estoy hablando de negocios pequeños. Sería imposible para ellos subsistir sin los prestamistas… Por eso los utilizan”, dijo Reeder.

Todo se basa en un círculo de confianza

Tradicionalmente, los prestamistas son personajes asociados con violencia y crimen organizado. Sin embargo, la gente que se dedica a prestar dinero en los barrios también suele ser vecinos, familiares con dinero de más y amigos de los amigos.

Ivelisse García, una dominicana de 48 años, entró al negocio de prestar dinero hace tres años usando la devolución de sus impuestos. También vive de lo que gana como niñera en Manhattan y como tutora legal de cuatro chicos.

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Los clientes de Doña Bella, como se le conoce, son personas tan cercanas como Jorge, su peluquero, y otros que su mismo círculo cercano recomienda. “El negocio me deja una entrada y un sabor dulce en la vida porque me deja hacer cosas para las otras personas”, afirma. Su pelo es colorado y sus uñas largas y arregladas. En sus manos suele llevar el celular y las llaves de su carro.

Doña Bella cuenta que los sábados suele visitar a sus clientes para recoger los abonos de las deudas. Reconoce que el trabajo es pesado, porque en ocasiones debe ponerse dura. “A veces he tenido que ir un poco guerrera a tocar la puerta”, cuenta.

Por ejemplo, llama múltiples veces al cliente por teléfono, deja mensajes o toca la puerta de la casa hasta que le abran. Por eso, antes de iniciar el recorrido, enciende la radio para viajar con el ritmo de lo último de reggaeton o bachata, para relajarse.

Relata que sus clientes la buscan porque necesitan efectivo para pagar la renta, el abogado de inmigración, las vacaciones o cualquier otro gasto imprevisto. Ella cobra un interés mínimo semanal de un 20%, mucho más alto del que está recibiendo María Ramos.

En Nueva York, si se presta dinero con un alto interés –más del 16% mensual– se cae en el terreno de la ilegalidad. Esta es una de las razones por las cuales muchos prestamistas operan en la clandestinidad. La otra razón es que no hacen negocio con cualquiera. Ese es uno de los pilares del código de la banca de barrio: los clientes se eligen porque se conocen o son recomendados por gente de confianza.

Ese es el caso de la peluquera María Ramos, quien ha tenido relación con siete prestamistas durante sus 30 años como empresaria, todos latinos (Ramos no tiene una relación directa con Doña Bella). Algo interesante es que el ‘historial de crédito’ en la banca informal depende no solo de que pague a tiempo, sino de qué tan buenos clientes sean sus recomendados. Dos de sus prestamistas cortaron relación con ella por conocidos que quedaron mal.

“Todo está basado en fe y una apretada de manos”, dijo Dennis Reeder, director de WHIDC, que ha escuchado numerosas historias de prestamistas de la voz de individuos que acuden a su organización para educarse en el tema financiero.

Un recorrido por la calle 116 de East Harlem, otro barrio latino de Nueva York, durante un sábado de invierno , confirma el peso del código de confianza para este mercado paralelo. "¿Sabe dónde puedo encontrar a un prestamista?", le dijimos a un vendedor de calle abrigado para mitigar el frío. La pregunta invariablemente suscita silencio o una risa nerviosa.

“Sé que hay pero no sé dónde… No te van prestar porque no te conocen”, responde el hombre con acento caribeño, quien se dedica a vender productos de limpieza y casa .

Estos banqueros informales simplemente reflejan las necesidades de muchos latinos. Un reporte de U.S. Financial Diaries (USFD) explica que las instituciones bancarias tradicionales no han podido replicar las características de la banca informal ni consideran cómo este segmento de clientes toman decisiones financieras. El estudio recoge datos financieros de 235 hogares de ingresos bajos y moderados en el país durante el transcurso de un año.

De acuerdo al reporte, abrir una cuenta bancaria o pedir un préstamo requiere de una serie de papeles y requisitos que las comunidades migrantes no tienen: desde un documento de identificación hasta un historial de crédito. El informe de USFD confirma que los préstamos entre familiares y amigos son la segunda opción más común de crédito en Estados Unidos.

“Muchos de ellos [los inmigrantes] vienen de países donde su dinero está más seguro debajo del colchón que en un banco”, Reeder .

Este es el caso de María Mendoza, de 56 años y residente del Bronx. Ella tiene una cuenta de ahorros, pero nunca ha solicitado un crédito bancario. Sin embargo, esta boricua ha sido cliente de prestamistas de barrio por 15 años. De hecho, de esos préstamos obtiene el dinero que deposita en su cuenta de ahorro.

“Mi mamá está en Puerto Rico y guardo dinero para una emergencia”, dice Mendoza, quien detalla que su hija trabaja en el banco y maneja su cuenta. Hoy tiene ahorrados 5,000 dólares. “Sí vale la pena acudir al prestamista. Creo que son intereses más bajos que un banco”, agrega. Esto es inexacto. Una entidad bancaria no puede cobrar intereses excesivos porque viola las normativas legales, pero además existe otra diferencia con los préstamos de un banco: lo que sucede cuando no pagas.

La estrategia de la intimidación

Uno de los lados oscuros de los prestamistas es que ignoran la capacidad financiera de sus clientes. Eso genera niveles de endeudamiento que se vuelven inmanejables, porque algunos clientes se comprometen con más de un préstamo.

María Ramos, la peluquera que siempre se ha apoyado en la banca informal, pagaba un poco más de 2,600 dólares a sus tres prestamistas en abril. Una sexta parte de ese monto (486 dólares) corresponde a intereses.


Incluso a uno de ellos solo le ha podido abonar los intereses semanales (90 dólares) desde el año pasado, por lo que tiene intacta la deuda de 3,000 dólares.

“Los intereses de los préstamos informales están fuera de control. Los periodos de pago son agresivos. Hay casos de clientes que pagan un 300% de interés solo porque sí [mediante una fijación arbitraria]”, expresó Eric Espinoza, asesor de la organización Neighborhood Trust.

En un banco convencional, como Citibank, Ramos pagaría una cuota de 350 dólares cada mes por un préstamo de entre 10,000 y 14,000 dólares. Este es un estimado que depende del historial crediticio que se construye con el historial de pago, las deudas pendientes y tipos de créditos utilizados en el pasado.

Pero, además, no construir un historial de crédito en el sistema formal implica más dificultades para, en el futuro, comprar un auto, una casa o pedir un préstamo para crear un negocio. Una población de 45 millones de personas (equivalente a la población total de Colombia) carecía de historial de crédito en 2015 en Estados Unidos. Además, un 15% de los latinos y afroestadounidenses no cuenta con un historial crediticio comparado con un 9% de anglosajones y asiáticos, de acuerdo a la Oficina de Protección Financiera del Consumidor.

Otra característica que tiene este mercado informal es la presión que los banqueros de barrio tienen sobre sus clientes. Por ejemplo, María Mendoza cuenta que hace unos años su hermano hizo un trato con un prestamista gracias a que los presentó. El prestamista murió tiempo después y su hermano decidió abandonar el compromiso.

El problema surgió cuando el hijo del fallecido retomó los cobros. Mendoza cuenta que dos personas le tocaron la puerta un tiempo después. Ella abrió y del otro lado había “dos viejos fuertones”, como explica. Eran dos cobradores que usaban gorras con la bandera Puerto Rico enviados por el hijo del prestamista, uno bajo y el otro más grande.

Habían venido a cobrar la deuda de su hermano. Le pidieron su dirección. Ella se negó. Según Mendoza, uno de los cobradores le lanzó una advertencia. “‘Entonces, cuando yo lo vea por ahí, va a ver”, le dijo. Ella dice que le dio coraje y los confrontó.

En Washington Heights, María Ramos confiesa sentirse más comprometida en pagar la cuota semanal a sus tres prestamistas que pagar su tarjeta de crédito porque no quiere problemas con los banqueros informales.

“La presión es que se te para [el prestamista] aquí [señala la puerta del local]. Viene a buscar tu dinero y en caso de que no tengas para pagarle, te hace un escándalo”, dijo.

La manera de salir del círculo de la banca informal pasa por tener más conocimiento sobre el sistema bancario estadounidense y crear un historial de crédito con el tiempo. El programa de educación financiera de la ciudad, conocido como Financial Empowerment Center, ayuda a la gente a conectarse con el sistema bancario formal.

No obstante, la necesidad de dinero rápido y los problemas para cumplir requisitos en la banca formal siguen alimentando al mercado de prestamistas.

Eric Espinoza considera importante crear estrategias para transmitir información 'boca a boca' sobre los casos de personas que han logrado salir de las deudas de prestamistas. Este mecanismo aprovecharía los canales de las comunidades y crearía confianza.

No obstante, situaciones como la que enfrenta la microempresaria María Ramos la obligan a seguir teniendo una relación con los prestamistas a pesar de los riesgos. Ella cuenta que solicitó un préstamo a WHIDC, organización que promueve la educación financiera, para saldar las deudas con sus tres prestamistas y la tarjeta de crédito.

Mientras tanto, María Ramos ya está haciendo otro plan. Invertirá esa plata en su salón. “Si yo puedo poner el negocio donde pienso ponerlo, voy a trabajar más… Quizás voy a ganar nuevos clientes”, aseguró.

Como otros miembros de la comunidad latina, prefiere endeudarse más. Es una apuesta al futuro que hará por su negocio. Ella asegura que no puede quejarse de los banqueros de barrio porque le han “resulto toda la vida” y, mientras este sistema persista, este mercado gris seguirá teniendo clientes.

Este artículo fue investigado y producido por estudiantes de la clase Craft 2 Periodismo y Redacción Avanzada, del Programa Bilingüe de la Maestría de Periodismo de CUNY Graduate School of Journalism. El trabajo contó con la asesoría de los instructores Luis Trelles, Miguel Paz, Cristina Maldonado y David Galavotti.

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