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Tormentas y Huracanes

Donde come uno comen 35: la solidaridad de este matrimonio que alberga a siete familias damnificadas por Eta e Iota en Honduras

Son una familia pobre, pero a Wilson Varela y a Evelyn Flores les sobra empatía. Al hacerse visible el desastre que dejó el huracán Eta salieron a buscar a familias que lo perdieron todo. Hoy, en su humilde vivienda, albergan a siete familias -12 adultos y 23 niños- mientras llega la ayuda por la crisis.
26 Nov 2020 – 01:52 PM EST
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LA LIMA, Honduras. - "Salgan con la niña porque se está desbordando el río", cuenta Carlos Franco que le escuchó gritar a su vecino en Colonia Planeta, en La Lima, cuando esa zona de Honduras comenzó a sentir el feroz embate del huracán Eta a inicios de mes y las aguas del río Chamalecón ya le llegaban a los tobillos.

Franco, su esposa, Nohemy Portillo, y sus dos pequeños hijos, entre ellos una bebé de apenas 16 días, salieron con lo que tenían puesto. Lograron ponerse a salvo en la orilla del bulevar de ese municipio del norte del país. Allí se resguardaron junto a los padres de Franco, sus tres hermanas y los hijos de estas, durmiento en el suelo sobre pedazos de cartón y plástico.

Antes del azote de Eta, Franco y su esposa sobrevivían vendiendo golosinas en una esquina del parque central de San Pedro Sula, cerca de Colonia Planeta y hasta donde se trasladaban todos los días en un vetusto vehículo que con sacrificio habían comprado.

Pero, como a millones de hondureños, Eta los agarró sin una alerta por parte del gobierno de Juan Orlando Hernández. No hubo sirenas ni bocinas que alertaran. Tampoco campañas en los medios de comunicación que indicaran a la población qué hacer o a dónde ir.

Lo perdieron todo cuando las aguas arrastraron su ropa, sus enseres y el carrito con el que vendían su mercancía.


Eta dejó tierras hondureñas y Franco pensó que era tiempo de regresar a su casa para limpiarla y volver a habitarla. Como pudo, entre agua y lodo, la familia se abrió paso y regresó a intentar retomar las riendas de su vida. En esa faena estaban cuando el huracán Iota volvió a dejar bajo agua la zona.

“Tuvimos que regresar (al bulevar), donde ustedes nos conocieron, sin nada más que lo que todavía andábamos puesto”, rememora Franco en una conversación con Univision Noticias.

Unos samaritanos salen a su rescate

Mientras los Franco volvían a buscar resguardo en el bulevar, en la lejana colonia Altos del Carmen, Wilson Varela y su esposa, Evelyn Flores, decidieron comenzar a buscarlos para tenderles una mano. Habían visto la historia que les hizo Univision Noticias y decidieron salir a buscarlos.

“Los vimos a ella, a la tiernita, tirada en el suelo, monte y todo eso. El peligro de un animal que la picara. Ellos sin ropa, en chancletas, sin nada solo con lo que andaban puesto”, dice Varela. “Íbamos de champa en champa, gritando y preguntando por ellos. Teníamos miedo de no hallarlos vivos”, dice.

En un momento de desesperación se subieron a unos neumáticos que hallaron en el agua, con los que nadaron hasta la zona en donde estaba la vivienda de los Franco. Pero hubo un punto en donde fue imposible pasar por los escombros.

Regresaron cabizbajos, sin saber qué hacer.

Una persona que maniobraba una lancha se aproximó a ellos y les ofreció ayuda. “Pero cuando llega la lancha nosotros no sabemos dónde están los familiares. El agua estaba hasta el tope de las casas, no sabíamos para dónde agarrar. Emocionalmente eso fue preocupante, porque miraba pasar refrigeradoras por el agua, pasaron animales y uno solo esperaba ver las caras de las personas”, recuerda.

La búsqueda continuó varios días más, esta vez por tierra. Decidieron seguir indagando entre las interminables filas de covachas de palos y plásticos que cientos de personas improvisaron en el bulevar, hasta que los gritos de alegría rompieron el ensordecedor dolor de imaginarlos ahogados. Con abrazos terminó el suplicio... Varela y su esposa los habían encontrado.

12 adultos y 23 niños

Univision Noticias regresó para ver a las familias y encontró que, ahora, los Varela no solo albergan a la familia Franco. En medio de los dos huracanes se impusieron como meta buscar a sus familiares más cercanos, por eso en su humilde vivienda habitan actualmente 12 adultos y 23 niños.

En la sala hay apenas un juego de sala viejo y un televisor en el cual todos ven algún programa por las tardes y noches. Durante el día “todos salen a rebuscarse”, dicen. Unos salen a ver en qué parte se dona comida para llevarla a casa.

Héctor Tacho, cuñado de Evelyn, logró rescatar un viejo carrito de venta de helados que dejó el día de las inundaciones en una zona que no es de riesgo. Ahora sale a diario a vender sus helados para llevar unos centavos a la casa de Varela, donde se alberga él, su esposa y sus siete hijos.

“Perdí todo en la Colonia Planeta. Gracias a la voluntad del concuña estamos aquí reunidos todos, porque no sabemos a dónde ir”, narra Tacho.

En un cuarto duerme la mayoría de los niños y niñas y, en dos habitaciones más, instalaron a otras familias.

“Me siento bien porque acá estoy en una casa, duermo en un colchón, como y me siento bien”, dice Nicol Franco, la hija de 10 años de Franco y Portillo.

Mientras, Suyapa Tacho, la hija de Héctor Tacho, de 12 años, agrega, “era bien feo estar allá porque yo sentí que un animal me iba a picar y todo. Aquí estoy bien porque estoy con mis primitos, mis tías y mis hermanas”.


Los Franco duermen en un pequeño cuarto de madera que está fuera de la casa. Las camas no bastan, por eso tiran algunas colchonetas en el suelo. “Aquí no estamos debajo del agua, del lodo, nada que ver, y por lo menos estoy donde ella (su recién nacida) esté tranquila. Tiene su camita, yo la acuesto tranquila y no hay problema de nada”, dice Portillo.

Ahora estas familias comparten todo: lo que come uno comen los 35. Dicen que permanecerán en esta casa hasta que las aguas que inundaron las suyas bajen, puedan ingresar y limpiarlas para rehacer sus vidas en medio de la crisis y la pobreza que Iota y Eta les heredó.

“No soy adinerado, pero con lo poquito que tenemos estamos ayudando. No da el que tiene sino el que tiene voluntad”, dice Varela. Este hombre, quien se gana la vida con un negocio de venta de frutas y comida, está convencido de que la decisión que tomó su familia y él fue la correcta, porque dice que no dejará a ninguno de los suyos en la calle.

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