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Nicaragua

350 muertos, 760 presos políticos y 65,000 exiliados: el oscuro saldo de un año de crisis en Nicaragua

Tres nicaragüenses cuentan, desde distintas trincheras, cómo han vivido el horror: una madre pide justicia por su hijo asesinado, un simpatizante sandinista que defiende la represión y un policía activo, que confiesa los crímenes cometidos por los paramilitares. A un año del comienzo de las protestas contra el presidente Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, que estallaron el 18 de abril de 2018 en Managua, el país continúa sumido en la incertidumbre y la crispación.
18 Abr 2019 – 09:37 AM EDT
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2. DOLOR: La rebelión de los nietos del sandinismo

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MANAGUA, Nicaragua-. Una madre clama justicia por el asesinato de su hijo. Un simpatizante sandinista defiende al gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Un policía activo confiesa los crímenes cometidos por los paramilitares. Las heridas provocadas por la peor crisis violenta que Nicaragua atraviesa desde la postguerra están lejos de sanar. Los testimonios de los protagonistas del dolor y la represión siguen chocando sin encontrar una resolución a nivel político y social. A un año del estallido social, lo único palpable en este país es una ruptura profunda.

Lo que empezó como protestas contra reformas a la seguridad social, muy pronto mutó a una rebelión nacional exigiendo democracia y justicia al gobierno Ortega-Murillo. La “masacre” de más de 325 ciudadanos (de acuerdo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos) fue el parteaguas de la división, de lo irreconciliable.


¿Cómo podría Socorro Corrales abrazar al militante sandinista que justifica el asesinato de su hijo bajo el argumento de que en Nicaragua hubo “un intento de golpe de Estado”? Nadie tiene las respuestas pese a los amagos de un diálogo nacional que, lejos de solucionar la crisis sociopolítica, solo ha terminado socavando más la ruptura.

Pese a las pruebas de la represión recopiladas por organismos de derechos humanos, la prensa independiente y las confesiones mismas de policías como el Capitán ‘Roberto’ citado en este artículo, el gobierno sandinista deslinda responsabilidad de la violencia. En cambio, se atornilla al poder alargando más el descalabro social, político y económico, al mismo tiempo que se declara víctima del “terrorismo”.


350 muertos, más de dos mil de heridos, 760 presos políticos y 65,000 exiliados después, Nicaragua continúa sumida en la incertidumbre. La historia de la rebelión y la masacre en Nicaragua aún no termina de escribirse, pero con lo que ya se ha registrado en la bitácora del horror, podemos hacer un recuento de estos dos últimos doce meses de crisis, sus consecuencias, aspiraciones y dolores irresueltos: la historia de un país que, de nuevo, lucha por la libertad, y en el camino ha terminado fracturado, enlutado y agobiado por la impunidad.

La división persiste entre quienes resisten y protestan y la policía que reprime con balas y golpes en la calle. Un relato en boca de algunos de sus protagonistas, tres personas comunes consumidas por esta vorágine.

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