“Fue impactante ver mi mano cortada. Grité y pedí que me llevaran a una clínica para que me la salvaran pero al final no se pudo hacer nada. Esto es muy duro para mí, no lo puedo superar”, recuerda Álvarez, quien hoy está sumido en la depresión, debido a la falta de un trabajo que lo ayude a salir adelante.
La angustia de Álvarez es compartida por su madre, Edith Oneida, quien solo puede trabajar medio tiempo vendiendo café, por lo que sabe que es imposible poder juntar dinero para comprarle la prótesis que tanto anhela el joven. “Hay días que amanece llorando porque le gustaría no ser dependiente de mí, como lo es ahora”, apunta.
La activista por los derechos de la comunidad LGBTI, Mariangela Urbina, aseguró que el joven se quedó paralizado cuando llegó su agresro porque creyó que se trataba"de una mera amenaza (...) y lo que hizo este vecino fue tomar el machete para arrancarle el brazo. Luis sentía que todo lo que estaba pasando era una película de terror".
El estado depresivo de Álvarez está siendo tratado por Cindy, Castelar, una psicóloga que lo atiende sin costo alguno. “Por lo pronto está en la primera fase de negación, por lo que su autoestima está en un momento muy bajo, algo que no le ayuda a poder afrontar lo que tiene por delante”, indica.
Mientras se atiende el estado emocional del joven, sus amigos y familiares aseguran que las autoridades han cometido varios errores difíciles de perdonar durante el proceso judicial contra el presunto responsable, como el hecho de que la policía no acudió con el Instituto de Bienestar Familiar debido a que se trata de un menor de edad, por lo que al final un juez ordenó su libertad.
A pesar de tanto dolor sufrido, y en medio de una depresión que ha sido difícil de sortear, Álvarez no tiene intención alguna de que este acto de odio lo atemorice, sino que deja claro que, una vez que supere este tiempo de baja autoestima, dedicará su tiempo a luchar por los derechos de su comunidad para que nadie más sea agredido por pensar y sentir diferente.