Crítica de First Man: el gran salto de la humanidad visto desde los pequeños pasos de un hombre
Neil Armstrong puso un pie en la luna y pronunció la frase que quedaría para la posteridad: «Un pequeño paso para un hombre pero un gran salto para la humanidad».
La película El primer hombre en la luna ( First Man) de Damien Chazelle se enfoca en la primera parte de esa famosa frase: no en el paso literal que plasmó la no menos famosa huella rayada en la superficie lunar, sino en el hombre, el dueño de ese paso y esa ocurrencia precisa durante la transmisión en vivo más vista de la historia.
Cuando Neil Armstrong murió, en 2005, su familia lo despidió definiéndolo como «un héroe americano renuente». Esa condición de héroe renuente adquiere toda su dimensión en la película El primer hombre en la luna.
No quiero ser un héroe
No podemos saber cómo hubiera sido una película enfocada, en cambio, en «el gran salto para la humanidad» que fue la misión exitosa del Apolo 11 y la llegada del hombre a la Luna, pero esta es deliberadamente una película mucho menos celebratoria y heroica que esa.
No pierde de vista la magnitud histórica de la gesta de Armstrong y sus colegas, pero la da por sentada y conocida, reduciéndola a un trasfondo sobre el que ocurren los avatares del héroe.
Para su Neil Armstrong, Ryan Gosling pierde ese costado amable y seductor que mostró en su previa colaboración con Chazelle, La La Land (2016), y que es casi su marca registrada, y recupera la circunspección y seriedad de sus papeles con Nicolas Winding Refn ( Drive, Only God Forgives), aunque ahora cambia la violencia contenida en ellos por una profunda determinación y destreza profesional.
El resultado es un Neil Armstrong admirable por su capacidad como piloto, primero, y como astronauta después, capaz de mantener la cabeza despejada y los nervios controlados en los momentos más apremiantes, pero que también puede llegar a ser igual de frío y distante en el resto de las actividades, en su trabajo, con su familia y amigos.
La película no se contamina de la frialdad y la distancia de su protagonista y nos muestra con calidez y sin espectacularidad detalles de su vida personal y profesional.
Hay uno de ellos que sobresale y ocurre al principio de la película: su hija, de dos años, muere por un tumor cerebral.
Neil Armstrong es un hombre marcado por una tragedia indeleble y es este aspecto el que sí termina por transmitirse a la película.
La tragedia de llegar a la Luna
First Man es amarga y afligida como su protagonista, una verdadera proeza para ser una película de Hollywood sobre uno de los triunfos simbólicos más icónicos y celebrados de los Estados Unidos.
La primera escena muestra a Armstrong como piloto de prueba de la NASA, en 1961, a bordo de un avión cohete X-15, chocando en la atmósfera y teniendo que aterrizar de emergencia en el Desierto de Mojave.
Es una secuencia impactante y establece, por una parte, la destreza y el temple del piloto, pero también la precariedad y la sensación de inseguridad que transmitían las naves hace 50 años.
Esta sensación no solamente se mantendrá a lo largo de la película, empeorará: varias tragedias más van a ocurrir en el camino a la exitosa misión Apolo 11.
La película no construye ese camino como una sucesión de pequeñas conquistas y triunfos de la ciencia y la astronáutica, sino como una serie de errores, muchos de ellos trágicos. Errores que por momentos permitían albergar la duda de si toda la misión no era demasiado costosa, especialmente en términos humanos, aunque las preocupaciones políticas eran, inevitablemente, económicas.
El primer acoplamiento exitoso de dos naves en el espacio (la misión Gemini 8 de 1966) es un momento de triunfo, que la interpretación de Ryan Gosling reconoce con un gesto mínimo pero entrañable, esbozando de una sonrisa. Pero rápidamente es contrarrestado por una grave complicación que vuelve a traer la tensión y el peligro.
Antes que un sentimiento patriótico, que la búsqueda de gloria, que una vocación de héroe, la determinación de Neil Armstrong en la película parece nacer más de la necesidad de que todas esas muertes de compañeros y amigos no hayan sido en vano, y de la naturalidad y profesionalismo con la que se ha acostumbrado a aceptar el trabajo que le toca.
El director Damien Chazelle y el guionista Josh Singer (ganador del Oscar por Spotlight y especialista en la adaptación hollywoodense de historias reales) dejan para el final una señal definitiva de su intención de desglorificar y desentrañar el carácter más mítico y engrandecedor del alunizaje, para quedarse con el sentimiento humano detrás de éste.
En la asombrosa secuencia que reproduce la llegada del hombre a la Luna, nunca vemos cuando los astronautas despliegan la bandera estadounidense y la clavan en el suelo lunar. Vemos en cambio un momento muy íntimo, personal y emocional de Neil Armstrong.
En ese instante histórico, este hombre no pensaba en su patria y en la Historia. Pensaba en todo lo que perdió para llegar allí. Pensaba en el pequeño pero costoso paso del hombre.
Calificación de First Man: 7/10.
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