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Criticas de Cine

Lords of Chaos: la macabra e infame historia del black metal noruego tiene por fin su película

Publicado 17 Abr 2019 – 04:06 PM EDT | Actualizado 17 Abr 2019 – 04:06 PM EDT
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La historia de la banda Mayhem, pionera del black metal noruego, y de la escena musical que emergió a su alrededor a comienzos de los 90, es una muy singular.

Algunos elementos han trascendido más allá del mundo del metal y han alcanzado casi que el estatus de leyenda, se han incorporado difusamente a la cultura popular.

Aún quien nunca escuchó una de estas bandas, puede asociar el black metal noruego a lo más extremo del género y a actividades extra musicales como el incendio de iglesias y templos cristianos y otros rituales satánicos.

Pero la historia específica, y los eventos sangrientos y oscuros que convirtieron esa escena musical en mítica, fueron recogidos en el polémico libro Lords of Chaos (1998), que ahora finalmente llegó al cine, después de más de una década de intentos fallidos.

Una biopic de horror

La película evidencia la mencionada singularidad de la historia.

Porque es en esencia una biopic musical de manual, aunque todos los elementos comunes en estas películas —los orígenes de la banda, los sueños de llegar a ser reconocidos, el ascenso popular, los excesos, las complicaciones internas, las luchas de ego, las diferencias creativas, la ruptura—, adquieren un carácter excepcional y extremo tratándose de Mayhem y de la escena del black metal noruego; un toque macabro y trágico.

Y es nada más que la fuerza pura de los hechos que realmente ocurrieron (y no tanto decisiones estilísticas o estéticas) lo que convierten la biopic en un espeluznante thriller de horror, eventualmente escabroso.

En cierto modo la película se agota en lo anecdótico (que no deja de ser impactante), aunque cabe mencionar las destacadas actuaciones de actores jóvenes como Rory Culkin (hermano de Macaulay y Kieran), Emory Cohen y Jack Kilmer (hijo de Val).

Lo extraño es que el director es el sueco Jonas Åkerlund, principalmente conocido por dirigir videoclips (muchos de ellos muy famosos y premiados) pero que a mediados de los 80 fue baterista de otra banda pionera del black metal en Suecia, Bathory, que sirvió de inspiración a sus colegas noruegos más jóvenes.

Su abordaje de la escena musical y todo el entorno es superficial, como si lo hubiera dado por sentado o no fuera interesante.

No hay contexto histórico, social o político, ni siquiera una exploración cultural sobre el aporte estético y musical del black metal noruego y bandas influyentes como Mayhem y Burzum, que llevaron el satanismo a extremos que hacen lucir a los representantes más comerciales de «lo oscuro» como si fueran alegres bandas pop que cantan sobre unicornios rosados.

El abordaje ideológico, un componente fundamental en una escena musical como ésta, también es superficial en la película, pero es el catalizador de los eventos, especialmente las diferencias entre dos de los protagonistas, Øystein «Euronymous» Aarseth (fundador de Mayhem y responsable del surgimiento de esa escena musical) y Kristian «Varg» Vikernes (creador de Burzum).

Satanismo, marketing, nacionalismo y violencia

Aquí vienen los spoilers.

Evité hasta ahora contar los pormenores de la historia, porque si no se saben los detalles la película es mucho más impactante, especialmente porque comienza con un tono casi de comedia que no sugiere el giro oscuro que tendrá.

Giro que comenzará de la mano de la figura de Dead (Jack Kilmer), primer vocalista de Mayhem, una sombra lúgubre que se cierne sobre los acontecimientos.

Ese joven profundamente deprimido, completamente loco y obsesionado con la muerte, un proto emo extremo, marcó a la banda Mayhem y a toda la escena, especialmente a su amigo Euronymous (Rory Culkin, protagonista y narrador de la película).

Después de varios flirteos con la muerte, finalmente Dead se suicidó en la casa en que ensayaba la banda. «Perdón por toda la sangre. Que comience la fiesta» decía su nota suicida.

Es claro que Dead tenía problemas y no se suicidó por ser satanista y por cantar en una banda de black metal, pero esa escena musical quedó para siempre atada a este suceso, trágicamente. «Así de comprometida es nuestra escena» sentenciaba su muerte, obligando a todos a cumplir con ese designio, aunque no lo quisieran.

Euronymous fue el primero: encontró el cadáver, pero antes de llamar a la policía fue hasta una tienda, compró una cámara fotográfica y registró la escena, reorganizando los elementos. La imagen de Dead junto a la escopeta y el cuchillo, con el cráneo destrozado, fue luego la tapa de un álbum de Mayhem.

Euronymous además recogió trozos del cráneo y los convirtió en colgantes que luego entregó al resto de los miembros de la banda, como un funesto talismán.

Lords of Chaos funciona hasta cierto punto como una reivindicación de la figura de Euronymous, a quien retrata en última instancia como alguien interesado en testear los límites a los que podía llegar el juego de lo oscuro y lo satánico, pero sin nunca hacer daño realmente (más allá de adjudicarse siempre, por simple ego, la autoría intelectual de las acciones violentas y extremas de sus compañeros, alentándolas y justificándolas).

La imagen que termina entregando la película de él es una mucho más amable y limpia que la que surge de leer los relatos históricos, aunque estos generalmente vienen de notas de prensa sensacionalistas. Pero el arco de su personaje, sobre el final convertido en víctima de las circunstancias y en alguien mucho menos desequilibrado que lo que mostraba la primera parte de la película, se sospecha más cinematográfico que real.

La película necesitaba un héroe para su villano.

El villano: «Varg» Vikernes (Emory Cohen), que tiene inicialmente todos los rasgos de esos chicos que (aunque no lo vemos) no encajan en ningún lado, que han sufrido bullying y han acumulado en su interior mucho miedo y un profundo desprecio generalizado. Caldo de cultivo perfecto para el extremismo.

Vikernes llega tarde a la escena pero no demora en probar su pertenencia al círculo más exclusivo del black metal noruego, con su talento musical, su convicción ideológica y, bueno, sus rasgos llanamente psicópatas.

Las ideas paganas, anticristianas y nacionalistas que han servido como motor ideológico del black metal noruego, arraigada en su estética y ética, a Vikernes le han dado su razón de existir. Y está dispuesto a combatir por ellas. Comenzando por incendiar iglesias.

Cuando la primera iglesia arde, del fuego emerge un impulso extremo, un entusiasmo oscuro, que establece que ya no basta con subirse a un escenario y hacer música agresiva y oscura. Ahora es una cruzada. Una cruzada por la que, si es necesario, hay que clavar 21 puñaladas en la espalda de un colega.

Hay un detalle que la película apenas sugiere o deja que suceda en segundo plano y que diferencia la escena del black metal noruego de casi que cualquier otra escena musical similar: estos jóvenes noruegos de principios de los 90 tienen vidas muy sencillas y libres de complicaciones, viven en lugares idílicos y apacibles, y son parte de familias perfectamente funcionales que los apoyan en todo lo que hagan, sea ir a la universidad o tocar en una banda de metal.

El satanismo que bandas como Black Sabbath (emergiendo de la clase obrera de Birmingham) o sus admirados Venom (desde Newcastle) establecieron como un recurso provocador e irreverente, como un juego y una estrategia de marketing, fue llevado demasiado lejos por estos jóvenes noruegos, quizá por aburrimiento y falta de problemas reales, aunque después por simple extremismo ideológico.

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