Ningún lugar de trabajo está exento de tensiones y conflictos internos, pero si llevamos esto al ámbito de la televisión, un lugar donde generalmente confluyen grandes estrellas, frecuentemente excéntricas, caprichosas y –sobre todo– con egos enormes, y productores y creadores no menos exigentes y celosos de su preciado trabajo, la receta para el caos parece estar completa.