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Poesía

Ida Vitale escribe poemas con los sonidos de la naturaleza y el recuerdo del exilio

“Hablaremos, árboles claros,/ después que el viento se haya ido”, dicen unos versos de Ida Vitale. La escritora uruguaya, de 97 años de edad, muestra en ‘Procura de lo imposible’ el ritmo secreto de algunas ciudades y rinde homenaje a los poetas con los que hizo amistad durante su estadía de diez años en México. Vivió en Austin desde 1989 hasta 2016, cuando decidió regresar a su país natal.
23 Ene 2021 – 03:06 PM EST
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Ida Vitale: una vida dedicada a escribir poesía para hallar la luz de la cotidianidad

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Contemplar con persistencia, trabajar afanosamente y develar un mundo de imágenes y ritmo. Crear versos que parecen fluir como un río o volar como un ave. Esto es lo que logra la escritora uruguaya Ida Vitale en Procura de lo imposible, poemario editado por el Fondo de Cultura Económica de México.

Vitale nació en Montevideo el 2 de noviembre de 1923. A los 50 años de edad partió al exilio en México luego de que los militares uruguayos asaltaron el poder a través de un golpe de Estado. Ella llevaba en su equipaje su experiencia como docente, los textos publicados en revistas literarias y periódicos, la coordinación de las páginas culturales del diario Época, y cinco libros de poesía editados en Montevideo: La luz de esta memoria (1949), Palabra dada (1953), Cada uno en su noche (1960), Paso a paso (1963) y Oidor andante (1972).

Jardín de sílice es el título de su primer poemario editado fuera de Uruguay, fue publicado en 1980 por la editorial venezolana Monte Ávila. Durante la década que vivió en México, Vitale colaboró en las revistas Plural y Vuelta; escribió los libros Fieles (1982), Entresaca (1984), Sueños de la constancia (1988), Serie del sinsonte (1992) y Léxico de afinidades (1994).

La primera edición de Procura de lo imposible es de 1998, once años antes de que su autora obtuviera el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo. Este galardón abrió las puertas a otros prestigiosos reconocimientos: Premio Internacional Alfonso Reyes (2014), Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2015), Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2016) y el Premio Cervantes (2018).

Procura de lo imposible fue reeditado en 2018. El libro está integrado por ocho partes. La primera es ‘soltar el mirlo’, expresión que es usada como una metáfora de comenzar a hablar, de dar inicio a una charla. Las aves parecen revolotear sobre su obra, ellas forman parte de sus poemas: calandria, clarín, colibrí, cuervo, gaviota, golondrina, jilguero, mirlo, paloma, pavo real, petirrojo, sinsonte, teruteru, zorzal. Canto y vuelo para observar desde arriba el mundo que parece flotar suspendido en el espacio y el tiempo, en la palabra y la mirada.

“En el aire estaba
impreciso, tenue, el poema”.

La poeta muestra a la nube que pasa y se marcha en un instante. Escribe sobre el exilio, los poemas leídos, las ciudades recorridas o imaginadas. Ella da voz a la araucaria, el álamo, el eucalipto, la palmera, el pino, el roble. Rinde homenaje a Octavio Paz, Jaime Sabines, Álvaro Mutis; ramas de un mismo árbol: el de la amistad y la poesía.

"Dichosa como un pájaro sobre el césped cortado,
como nube que va hacia su tormenta,
como verdad que se encontró a sí misma,
              palabra
              patria que vela por sus hijos
desde el génesis,
cada nombre del pájaro
los nombres de la rosa".

Vitale habla sobre lo que se ha dejado atrás y nos muestra el cotidiano inicio de cada día. Sus versos merecen una lectura profunda. Con la misma curiosidad de quien hace un alto en el camino para oler el jazmín, la naranja, el pan de Venecia, la ruda, el romero, la vida.


Poemas de Ida Vitale

Exilios


                  "Tras tanto acá y allá yendo y viniendo"
                            Francisco de Aldana

Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier grieta.
No hay brújula ni voces.

Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría casi de tierra y pasto.

La mirada se acuesta como un perro,
sin el tierno recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por al aire,
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.

Se disuelve, tan sólo.

Casas


Salas en sombra, ciegas, casas solas,
nos miran con paciencia partir,
nos gravan con su quietud,
suspendidas en umbrales esperan.
Saben que siempre se regresa a ellas,
al silo que su sitio significa,
más que a la ciudad misma.

(¿Pero en qué noche regresamos? ¿Cómo?
¿A ser fantasmas, con celo lo adventicio,
que ambula sin sustento?)

A veces, a nuestra espalda caen.
                                                          Luego,
un dibujo de puntos
                                  cuelga el balcón ausente
y visiones se asoman pero ya no nos miran.


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