Un fósil recién descubierto podría cambiar la forma como entendemos los árboles
Investigadores de la Universidad de Cardiff descubrieron recientemente el bosque fosilizado más antiguo de la historia en una zona abandonada del pueblo de Cairo, en Nueva York.
Las muestras encontradas por Christopher Berry y compañía sugieren que el ecosistema tiene cerca de 385 millones de años, por lo que existió mucho antes de que aparecieran las primeras plantas productoras de semillas.
El antepasado arbóreo más antiguo
Antes de que se realizara este hallazgo, el bosque más antiguo conocido hasta ahora se localizaba en la región de Gilboa, también en Nueva York y solo a 40 kilómetros de distancia. La diferencia con el bosque de Cairo es de aproximadamente 3 millones de años.
Los especialistas que encontraron este ecosistema consideran que, aunque data de la era paleozoica, comparte similitudes con los bosques modernos, sobre todo en la estructura de las raíces de los árboles.
Ya en 2009 un equipo de del Museo de Nueva York advirtió que en la región había un conglomerado de raíces en perfecto estado, pero no habían determinado su antigüedad.
Tras analizar las muestras de raíces, el equipo de Berry determinó que pertenecen a la especie Archaeopteris, género que consideran como el primer árbol moderno.
Este tipo de árbol se asemeja a los arces o robles actuales principalmente por sus hojas y captación solar, además del grosor de su tronco.
A estas características se le agrega que su sistema de raíces era extenso, por lo que se cree que el Archaeopteris fue la especie arbórea dominante del subperiodo geológico conocido como Devónico (dentro de la era paleozoica).
Su extensión sobre la región de Cairo permiten creer que el ecosistema se extendió hasta los límites de Nueva York con Pennsylvania, convientiéndolo, también, en el bosque antiguo más grande que se haya conocido.
La cercanía de Cairo con Gilboa permitió que el árbol conocido como Eospermatopteris se asentara en ambas regiones, pero sin dominar en la tierra del Archaeopteris. De hecho, los científicos consideran curioso que el Archaeopteris no haya trascendido a Gilboa como el Eospermatopteris lo hizo a Cairo.
El poderío de los árboles
Los investigadores descubrieron que las raíces de los árboles en Cairo alcanzaban grandes profundidades. Esto se debió a que la región experimentó largos periodos de sequedad.
La tierra de Cairo no absorbía tanta agua, por lo que las raíces del Archaeopteris pudieron extenderse sin ahogarse. Se cree que el árbol no se reprodujo en Cairo por tratarse de una zona mucho más húmeda.
Berry y su equipo señalan que estos bosques siguieron produciendo vida aun cuando se fueron extinguiendo. Todo el dióxido de carbono que almacenaron en sus raíces permitió el nacimiento de nuevas especies y los bosques no fosilizados siguen trabajando de esa manera.
Sin embargo, la quema y tala de bosques en la actualidad está acabando con esos depósitos de componentes que permiten la producción silvestre, por lo que no sorprendería que estos ecosistemas se vayan fosilizando poco a poco.
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