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¿Por qué el creador de la sonrisa más famosa fue un genio?

Publicado 19 Nov 2017 – 04:00 PM EST | Actualizado 14 Mar 2018 – 09:48 AM EDT
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«¿Por qué el cielo es azul?», «describe la lengua de un pájaro carpintero», «¿por qué las personas bostezan?». Tal como lo demuestran estas anotaciones en su cuaderno, Leonardo Da Vinci era un curioso irremediable. Y es gracias a esta curiosidad sin fin que el creador de la sonrisa más famosa se convirtió en un genio, según su último biógrafo Walter Isaacson.

Pero ¿cómo se manifestó esta genialidad curiosa en su pintura?

El hombre es el paisaje

Ritratto di Battista Sforza e Federico da Montefeltro por Piero della Francesca (1420–1492).

¿Qué vínculo hay entre el duque y la duquesa de Urbino y el entorno que los rodea? En este emblema de la pintura renacentista, los protagonistas son el pretendido centro y el paisaje, un decorado desconectado.

Leonardo se rebela contra esta disociación irreal y en su Mona Lisa integra estos dos planos en uno solo: la retratada es el paisaje y el paisaje es la retratada. El artista plasma esta comunión real e insalvable mediante el uso de líneas más suaves y difusas ─la técnica del sfumato─.

La Joconde por Leonardo da Vinci (1452–1519).

También, esta integración entre Lisa y la naturaleza se concreta por la vida que late en ambos protagonistas. Por un lado, Giorgio Vasari, en sus Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, sintetiza muy bien la sensación de vitalidad que todos experimentamos al apreciar a esta mujer:

«Quien quiera percibir el grado en el que el arte puede imitar a la naturaleza puede hacerlo fácilmente en esta cabeza. En ella, se han reproducido todos los detalles que pueden ser pintados. Los ojos son húmedos y brillantes, como lo son en la vida real. [...] La nariz, con su narinas rosadas y delicadas, parece la de una persona viva».

Por su parte, Martín Kemp en su libro Leonardo Da Vinci ahonda en la segunda protagonista, la vida del paisaje:

«El paisaje representa la Tierra como un organismo vivo y cambiante, incesantemente sometido a los ciclos de evaporación, precipitación, erosión y acrecencia».

El pasado, el presente y el futuro en un instante

Última Cena por Giotto di Bondone (1267-1337)

«De verdad, de verdad les digo: uno de ustedes me traicionará», dice Jesús en el Evangelio de San Juan (13, 21-26). Este es el momento que pinta Giotto en su Última cena. Los discípulos se dedican unos a otros miradas de interrogación. Pero lo cierto es que parecen estáticos, clavados en esta especie de fotografía pictórica.

En su Última cena, Leonardo retrata el mismo momento, pero no como una fotografía, sino como una narración cinematográfica. La estática da lugar a la dinámica y «Las acciones y los atributos de los participantes producen una serie de resonancias en el tiempo», como afirma Kemp. Las más directas son las causadas por el pronunciamiento de la traición que emite Cristo, pero el mismo autor identifica otras:

«Hay otras implicaciones claramente presentes: [...] las propias manos de Cristo, la derecha aproximándose a un vaso de vino y la izquierda dirigiéndose hacia un pedazo de pan, sugieren su institución de la Eucaristía [...] y con un alcance temporal más amplio, Pedro sostiene un cuchillo que prefigura su corte de la oreja de un soldado».

De esta manera, y mediante esta serie de elecciones, Leonardo demuestra que no existe tal cosa como el «instante aislado»: cada instante es hijo del que le antecede y padre del que le sigue.

El ojo que pinta lo invisible

Isaacson está seguro: «Él no solo amaba los objetos; él entendía cómo los movimientos humanos reflejan las emociones de la mente». Y este entendimiento se percibe en su retrato sonriente. Este revela al tiempo que oculta la real complejidad de Lisa como un ser emocional. Así lo expresa Kemp:

«Leonardo nos ha retado a interpretar, a leer el rostro, a discernir los verdaderos carácter y reacción de la dama, pero, al mismo tiempo, ha tendido un velo de ambigüedad sobre las pistas cruciales. No hay ninguna línea facial elocuentemente definida [...] Lo único que tenemos es una serie de transiciones tonales».

La genialidad al alcance de la curiosidad

Vasari estaba convencido de que las virtudes de Leonardo eran divinas:

«A veces, de forma sobrenatural, el cielo dota a una única persona con belleza, gracia y talento en tal abundancia que cada uno de sus actos es divino y todo lo que hace proviene de Dios antes que del arte humano».

Pero el último biógrafo de Leonardo está convencido de exactamente lo contrario; la fuente de la genialidad de este gran hombre fue una de las cualidades más humanas: la curiosidad. Su búsqueda de entendimiento ininterrumpida fue la llave que le abrió las puertas a una percepción más profunda del tiempo, de nuestra conexión con nuestro entorno y de nuestras dimensiones más sutiles.

Bonus track

¿Que cómo podemos seguir los curiosos pasos de Leonardo? Se trata de una dulce paradoja: para fluir con la curiosidad, es necesario detenerse. O en las palabras del artista: «Detente por un momento y mira el agua fluir en el estanque».

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