Jugar con los hijos y ser afectuosos los ayudará a ser adultos más sanos

Si quieres que tus hijos sean más felices o tengan una vida adulta emocionalmente saludable hay varias cosas que puedes hacer para ayudarlos: una de ellas es ser afectuoso. Otra es jugar con ellos.
Como papás sabemos, o percibimos, que el afecto y la compañía, el hecho de estar presentes con los hijos, escucharlos y atender sus necesidades puede hacer una gran diferencia en su desarrollo. Ahora un estudio hecho por psicólogos explica un poco cómo esta relación de padres e hijos afecta la vida de adulto de los niños.
Se trata de un estudio conducido por el profesor de psicología Darcia Narváez con sus colegas Lijuan Wang and Ying Cheng, demuestra que los niños cuyas necesidades básicas fueron atendidas cuando eran pequeños, tienen una vida de adultos más saludables, estables o satisfactorios.
Narváez explica que lamentablemente muchas veces nos olvidamos que somos seres sociales con específicas necesidades desde que nacemos. Eso de dejar llorar al bebé por horas para no ‘malcriarlo’ o ponerlo en un cuarto separado para que aprenda estar solo puede tener consecuencias negativas en su vida adulta.
El estudio explica la importancia de tener en cuenta las necesidades evolutivas de los bebés, aún cuándo están en el vientre materno. La doctora Narváez enfatiza seis áreas: experiencias prenatales, respuestas a las necesidades del bebé (hambre, frío, miedo, incluyendo sensibilidad a las señales que el bebé manifiesta antes de llorar), lactancia materna amplia, interacciones y juegos con el bebé e infante, y una red de familiares y cuidadores que sean afectuosos y estén presentes.
Según el estudio, adultos entrevistados que recibieron afecto físico y tuvieron oportunidad de jugar con sus padres manifestaron menores niveles de depresión y ansiedad y mayores niveles compasión y consideración hacia los demás (más empatía y control emocional).
Al contrario, quienes recibieron menos afecto o menos atención a sus necesidades manifestaron una salud mental más pobre, más estrés en situaciones sociales y menos capacidad de entender el punto de vista de los otros.
Quienes tienen una infancia llena de estrés y emociones tóxicas, tienen menos chances de llevar en su memoria afectiva cosas buenas y positivas, y se convierten en personas más estresadas. Y es difícil ser compasivo cuando alguien está focalizado en sí mismo, ya sea por depresión o estrés.