El día que murió Hiromi y su bebé Julieta: cuando la tragedia se disfrazó de dolor de parto
Marla Hiromi Hayakawa Salas pudo ser ingeniera industrial y hacer una vida en su amado Torreón, México, junto a sus padres y hermana. Seguro habría sido más fácil que tratar de abrirse camino en lo que realmente le producía alegría desde que tenía un año y medio de vida, que era la música.
Sin embargo, la artista nacida el 19 de octubre de 1982 en Fukuoka, Japón, decidió apostar por lo que la hacía sentir viva: la actuación. Su primer paso en grande fue en 'La Academia' (2004), de donde salió a trabajar en teatro, televisión y doblaje de películas, entre otros proyectos.
El tiempo y las dificultades de la vida, de su carrera, no fueron capaces de marchitar esa alegría que contagiaba al hablar sobre lo que estaba haciendo. Quienes la entrevistaron a través de los años destacan que su manera de ser nunca cambió; siempre amable, cariñosa, divertida, responsable, solidaria, optimista y agradecida. Cualidades muy similares a las que usaron sus amigos, colegas y exnovios este miércoles, 27 de septiembre, cuando poco antes del mediodía comenzó a resonar por una parte y otra que la japonesa más mexicana de la que se tenga memoria reciente, había fallecido por complicaciones en el parto.
Por más de una hora imperó la incredulidad. Sobre todo porque las noticias más recientes sobre su embarazo, incluso menos de 24 horas antes, eran todas positivas. No, a Hiromi Hayakawa no podía haberle pasado algo tan malo juraban sus 'hiromaniacos', como llamaba a sus fans.
Nadie parecía dar crédito a una noticia, era demasiado cruel para ser verdad, pero poco a poco se fue confirmando que jamás volvería a subir el telón para esta artista cuyo segundo nombre significa 'bendición de Dios'.
'Bendición de Dios'
Los papás de Hiromi, Alfonso Hayakawa y su esposa Lourdes Elsa Salas, se conocieron y se casaron en México. Llevaban casi 10 años de matrimonio, intentando tener un bebé, cuando por razones profesionales se mudaron a Japón, donde él tiene familia.
Le contó la mamá a El Siglo de Torreón, hace 13 años, que a comienzos del 1982, mientras don Alfonso culminaba sus estudios avanzados de ingeniería, se confirmó la noticia que tanto habían esperado: al fin llegaría un integrante más a su familia. El matrimonio, consciente de que su vida estaba en México, tomó la decisión de que tan pronto tuvieran a su bebé en brazos lo registrarían en la embajada mexicana.
Y así fue. Como primer nombre le pusieron Marla y de segundo Hiromi, que en Japón se utiliza lo mismo para niños que niñas y que entre sus significados encierra 'de inmesurable belleza', una 'bendición de Dios'. Porque para los Hayakawa Salas eso representaba su niña, el regalo más grande que habrían podido recibir del cielo.
Recordó doña Lourdes Elsa que Hiromi tenía más o menos 18 meses cuando empezó a cantar, usando una cuchara de micrófono. Le encantaba la música.
De hecho, en varias entrevistas ya cuando era una artista conocida, Hiromi contó que desde muy pequeña escuchaba la radio y por eso no había canción que le fuese desconocida. Entre sus primeros cantantes favoritos, mencionaba a Xuxa, Timbiriche y Onda Vaselina, entre muchos otros.
Sufrió acoso escolar
Cuando tenía dos años y medio, Hiromi regresó con sus papás a Durango, México. En ese entonces su mamá quedó embarazada por segunda ocasión, dando a luz otra niña a la que llamaron Kaori. Con ella dieron por completada su familia.
Cuando tuvo la edad requerida, su mamá la inscribió en la escuela para infantes y lo que ocurrió allí la llevó a tomar una decisión de la que años más tarde se arrepintió.
Hiromi sufrió el rechazo de los demás niños por sus rasgos físicos (es asiática, porque su papá, aunque nació en Torreón, México, es decendiente directo de japoneses).
Al explicar en una entrevista que concedió el año pasado a Mauricio PImentel por qué no hablaba japonés, Marla Hiromi relató que en la escuela, a la hora de rendir los honores a la bandera y entonar el himno nacional, los demás niños le bajaban la mano tanto a ella como a otro compañero que era polaco. “ Tú no eres de México”, recordó que les decían con desprecio; algo que ella no comprendía del todo en esos momentos.
Por esa razón, aseguró, un día llegó a su casa y le pidió a su mamá que no le volviera a hablar en japonés: “No te voy a hacer caso”. Y doña Lourdes Elsa la respetó. Con 34 años recién cumplidos Hiromi admitió que nadie sabía lo que se arrepentía de todo aquello.
Fuera de esa experiencia, su infancia la describía como maravillosa. Todavía estudiaba los grados elementales cuando su familia se radicó en Torreón, donde aún viven sus papás. Allí dio sus primeros pasos como actriz, en pequeñas obras y musicales escolares, pero cuando le tocó decidir qué estudiaría en la universidad, se decantó por la ingeniería (como su padre).
Del TEC a... 'La Academia'
Marla Hiromi tenía 21 años y ocho semestres aprobados en el Instituto Tecnológico de Monterrey, cuando un amigo la convenció de que audicionara para la tercera edición de 'La Academia', un programa que servía de plataforma para afinar y lanzar al estrellato a jóvenes con talento musical.
Con el número de participante 7904, se presentó a las audiciones y sin pensarlo mucho soltó: “Mi nombre es Hiromi y quiero cantar porque es lo que me gusta”. Tras escucharla, le dieron la oportunidad de entrar en la competencia, aunque la identificarían por su segundo nombre, Hiromi, pues ya había otra Marla.
Y así comenzó su romance en grande con la audiencia, que la adoró desde el principio. Aunque no ganó la competencia, la experiencia le abrió puertas que jamás sospechó. Trabajó en series como 'Lo que callamos las mujeres' y 'El Chema'; en el doblaje de películas animadas como 'Valiente' y 'Pokemon' al igual que de series de televisión como 'Glee'. Sin embargo, nada parecía apasionarle más que el teatro, máxime si se trataba de un musical.
Así fue como dejó huellas en éxitos como 'Las monjas cambian de hábitos', 'Hairspray', 'Bule, Bule' y 'Mentiras', donde trabajó durante más de ocho años, teniendo la capacidad de interpretar tres y cuatro personajes.
Fue precisamente en esa última producción donde recibió tremenda despedida hace unas cinco semanas. El público aplaudió a rabiar cuando se anunció que se tomaría un descanso para dar a luz a su primera hija, a la que llamaba Julieta.
Esa bebé coronaría lo que a los ojos de la audiencia parecía una vida muy cercana a la perfección. "No he tenido mayores tristezas, pérdidas. Tengo la superfortuna de dedicarme a lo que me gusta, de tener cerca a mi hermana, de tener buena salud, de rodearme de gente feliz, de gente que hace lo que le gusta igual que yo", dijo en una ocasión, confirmando la creencia de que a Hiromi, la chica que iniciaba el día con un licuado de jugo de piña, con apio y perejil, todo parecía salirle bien.
Tan reciente como el 4 de enero de este año se había casado con Fernando Santana, cantante y su socio en una empresa de entretenimiento para niños. Es “un chavo (joven) muy lindo. Creo que la vida va a ser muy fácil y muy feliz a su lado”, confió este verano, cuando habló de su matrimonio y de cómo quedó embarazada antes de que cumplieran un mes de casados.
El maldito elemento sorpresa
En el ámbito profesional, Hiromi había establecido que solo le faltaba hacer una telenovela y actuar y cantar en una película de cine. Contrario a otros colegas, presentarse en un musical en Broadway, Nueva York, no estaba en sus prioridades.
En el ámbito personal, ya celebraba su unión con Fernando Santana y lo único que soñaba, según consignó en entrevistas y a través de sus redes sociales, era convertirse en madre para establecer una familia como la que ella tuvo. "Quiero hacer una familia bonita, tener muchos hijos, ser una mamá muy buena. Eso me gustaría mucho", comentó en una entrevista hace poco más de 10 meses.
Su historia de éxito estaba a punto de tener ese anhelado final, el alumbramiento de su niña, cuyo capítulo estaba pautado para ser escrito el 21 de octubre. Este martes 26 de septiembre su ginecólogo le informó que tal vez se adelantaría para dentro de dos semanas.
Sí, dijo dos semanas, no seis horas; ese fue el lapso en que la realidad se impuso dramáticamente y transformó de púrpura luctuoso lo que debía ser el final rosado de un capítulo en la vida de Hiromi, no de su historia.
Eran las 4 de la tarde de ese martes cuando en el reducido grupo de WhatsApp de su familia y la de su esposo, llegó un video junto a información que adelantaba un regalo de alegría. Hiromi y Fernando compartieron cómo lucía "Julietita" en el vientre y las noticias de que ya pesaba 2.9 kilos (6.3 libras) por lo que su nacimiento sería dentro de los próximos 10 a 15 días.
Todo estaba bien, en calma, hasta las 10 de la noche de ese mismo día. Las náuseas y el malestar estomacal que le habían comenzado el pasado domingo, le regresaron y con más fuerzas. Se sentía mal, muy mal, según describió un pariente a Univision Entretenimiento.
Creyendo que estaba de parto, Fernando Santana montó a su esposa en el carro y arrancaron para el hospital San Ángeles Inn, en la Ciudad de México.
La revisaron y su doctor determinó que existía una complicación y era imperativo operarla de inmediato. Hiromi besó a Fernando y se fue a sala de operaciones convencida de que pronto se volverían a ver, pero ya con Julieta en brazos.
Un cuarto preparado, una urna compartida
El miércoles 27 de septiembre estaba a punto de comenzar cuando el médico salió del quirófano y le informó a Fernando Santana que las complicaciones eran graves y que, lamentablemente, Julieta había fallecido en el vientre de su mamá.
Hiromi estaba sedada y no supo lo que había ocurrido.
El cantante apenas intentaba digerir la noticia, cuando lo que creía una desgracia se agravó: Hiromi estaba en condición crítica. En el proceso había sufrido una hemorragia en el hígado que intentaban controlar mientras que su corazón se había detenido en dos ocasiones.
¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué pasó? El cuarto y la ropita de Julieta estaban listos para su llegada. ¿Qué está pasando? Fueron minutos de locura revestidos de incertidumbre.
Con el compromiso de hacer todo lo que en sus manos estuviera para salvarla, el doctor regresó al quirófano al tiempo que los creyentes de toda la familia comenzaron a rezar, a pedir que la hemorragia se detuviera.
Las primeras nueve horas del miércoles fueron de una lucha constante para mantener a Hiromi con vida. Su corazón seguía fallando y urgía ayuda externa.
A las 10 de la mañana, un equipo de especialistas volvió a operarla. Media hora después, Fernando Santana, desesperado, convocó a sus seguidores en Facebook a donarle plaquetas. Una prima le avisó que hiciera público su perfil, para que más personas recibieran el mensaje. Y así lo hizo.
De inmediato comenzaron las preguntas, la movilización, los llamados de urgencia, los tuits. Pocos sabían que Marla Hiromi Hayawaka Salas había sufrido cuatro paros cardíacos. Los médicos avisaron a la familia que había fallecido, pero cual falsa salida en el teatro, de repente, según contó doña Lourdes Elsa, volvieron a detectar signos vitales durante dos minutos. Y con un quinto paro cardíaco bajó el telón para siempre.
Un día después, el jueves 28, Hiromi y Julieta fueron cremadas, sus cenizas colocadas en la misma urna y abrazadas por el hombre que más las amó, el abatido Fernando Santana.