En el Quibdó colombiano la violencia se combate con cultura

El 3 de noviembre la cinta Manos Sucias inauguró el Festival de Cine Colombiano en la ciudad de Quibdó. La película trata sobre el tráfico de drogas a lo largo de la costa del Pacífico colombiano, y habla sobre la violencia y la pobreza que viven sus habitantes. Los organizadores del evento –el Ministerio de Cultura y Ambulante, una organización que divulga cine documental– adaptaron el auditorio de la Universidad Claretiana para el evento porque la capital del Chocó no tiene salas de cine.
Quibdó está ubicada a orillas del río Atrato y tiene una población de unos 400.000 habitantes. La ciudad emerge de la oscura selva del Pacífico; muchas de las calles están sin pavimentar, hay basura en las aceras y en los riachuelos que desembocan en el río, y las edificaciones acusan el paso del tiempo y los rigores del clima.
“La gente viene a Chocó con un imaginario construido,” dice el historiador chocoano Sergio Mosquera. “Vienen a constatar que hay miseria y se extrañan de que el espíritu de las personas no coincide.”
Ifigenia Garcés volvió a Quibdó hace seis años tras graduarse de la Academia Charlot de Artes Escénicas en Bogotá. Con una sonrisa cuenta que llegó a vivir con sus hermanos en un barrio marginal. Al ver que hasta las relaciones entre los vecinos estaban resquebrajadas comenzó a jugar en la calle con los niños que vivían cerca. Los juegos terminaron convirtiéndose en un proyecto de teatro.
"Los 'pelados' recreaban historias de vida del barrio para buscar soluciones", dice Ifigenia. “Empecé con 12 y ahora hay 200 mojiganga”. No todos hacen teatro. Unos juegan fútbol, otros bailan y un par de niñas quieren ser diseñadoras de moda.
Trabajos como el de Ifigenia –dice ella- requieren de carácter para que el entorno no los carcoma. “Cualquiera se cansa; valiente el que vuelve”, dice. En los últimos años Quibdó parece estar multiplicando valientes.
Cultura para contrarrestar la violencia
Jóvenes Creadores surgió en 2008 como un proceso de formación del Ministerio de Cultura y la Universidad del Valle. Tras los talleres recibidos un grupo de 25 jóvenes decidió crear un proyecto cuyo objetivo es utilizar la cultura para contrarrestar la violencia. Al principio enseñaban teatro y acrobacia pero a medida que se fueron sumando miembros y cada uno de ellos aportaba un talento distinto, comenzaron a hacer danza tradicional y urbana y música.
El programa ha formado 500 chicos y el año pasado hicieron un festival de teatro itinerante con obras que hablaban de paz y reconciliación. “Tratamos de enamorar a la gente de su tierra. Estoy convencida de que la gente que hemos formado, y que en este momento está estudiando fuera, va a volver,” dice Sandra Vega una de las integrantes.
En 2012 la alcaldía de Quibdó con apoyo del Ministerio de Cultura, la Fundación Batuta y la Financiera del Desarrollo Territorial creó la Orquesta Sinfónica Libre de Quibdó. Entre el coro y los instrumentos la orquesta cuenta con 180 niños y en el semillero hay 140. El programa es gratis, siete profesores enseñan a los niños a cantar y a tocar varios instrumentos, y el único requisito es tener seis años o más.
“Hay que luchar contra viento y marea,” dice Constantino Herrera el director. La asistencia de los niños es intermitente porque no siempre hay plata para transporte, unos no están bien alimentados y el proyecto aún no tiene sede propia. Sin embargo, la orquesta ha sido exitosa. El 18 de noviembre un grupo de músicos viajará a Bogotá y a Cúcuta para conformar la Orquesta Nacional y la Trinacional. Además, el año pasado los puntajes más altos del departamento en la prueba de estado los obtuvieron miembros de la orquesta, y una chelista ganó una beca para estudiar música en Bogotá.
“Acá hubo una escuela musical que fue la del padre Isaac [un sacerdote español que llegó a Quibdó en 1935] que formó a Neivo Moreno [director de Golpe Amporá], a Alexis Lozano [director del grupo Guayacán], a Jairo Varela [director del grupo Niche],” cuenta Mosquera. La idea de la Sinfónica fue del maestro Moreno, y varios de los profesores de la orquesta fueron alumnos suyos.
“Chocó lleva su propio ritmo”, dice Velia Vidal, la encargada del Club de Lectura Infantil de la Fundación Motete que se reúne todos los sábados en biblioteca de la Universidad Tecnológica. Vidal también tiene un club de lectura los domingos con niños de uno barrio marginal, y los miércoles se reúne con maestros para aumentar su nivel de lectura. “La ventaja que tenemos ahora es que muchas iniciativas están naciendo de la sociedad civil y eso las hace fuertes,” dice.
Música, letras y violencia
En 2010 el historiador Mosquera creó el Museo Muntú Bantú, el primero de la ciudad. El museo narra la historia de los afrodescendientes desde las culturas africanas, pasando por el trauma de la esclavitud y terminando en la actualidad. Las paredes están decoradas con murales pintados por dos artistas locales –Fernelis Navia y Leison Rivas- y por objetos que Mosquera ha traído de diferentes partes del mundo. A futuro la idea es ampliar la narrativa del museo, digitalizarlo y seguir trabajando con instituciones educativas.
Paralelamente se han realizado eventos como el Festival de Cine Colombiano y Detonante, un festival de música organizado por Semana Sostenible que se celebró del 17 al 19 de noviembre. Ambos eventos cuentan con el apoyo de la comunidad local para que el impacto dure más de una semana. Los del festival de cine buscaron diseñadores locales para hacer el logo e involucraron a grupos juveniles para que se apropiaran del evento. Detonante, por su parte, está construyendo la primera planta de residuos sólidos orgánicos con apoyo de la alcaldía y de Empresas Públicas de Quibdó (EPQ), e investigando qué proyectos hay para brindarles apoyo.
“La informalidad es un problema,” dice Mariela Palacios directora ejecutiva de Invest in Choco. “Ese tema de estar de espaldas a todo nos ha dejado mirándonos el ombligo. Los profesionales no se proyectan por fuera de Chocó y eso ha afectado los estándares de calidad”.
Otro problema grave es que la inseguridad en la ciudad ha aumentado en un 60 por ciento en los últimos cuatro años. “Aquí no te atracan con cuchillo sino con revólver,” dice María Brenilde Uribe jefe de la oficina de cultura y turismo . En Quibdó la violencia urbana se ve exacerbada por el desempleo que ya ronda el 20 por ciento. “Paradójicamente acá los chicos no ven opción de poder hacer cosas cuando todo está por hacer,” dice Uribe.
“Hay gente despertando,” dice Ifigenia. “Por eso estoy esperando que pasen cosas no pequeñas, contundentes. Lo que nos falta son espacios bien dotados para formación y alianza con formadores. Necesitamos museos, cines, teatros para retroalimentarnos”.
Hasta ahora los chocoanos habían tenido que improvisar lugares para montar obras de teatro y conciertos. Pero hace dos meses el Ministerio de Cultura y W Radio anunciaron que llevarían a cabo la restauración del teatro Cesar Conto, el único de Quibdó que lleva 20 años abandonado. “Eso es nuestra Navidad eterna,” dice Ifigenia.
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