Carolina de Mónaco: la historia de una princesa que todavía no logra ser feliz para siempre
No todas las historias de princesas tienen un final feliz. Nueve años después de llevar vidas separadas, la princesa Carolina de Mónaco se enfrenta a un gran dilema: la posibilidad de asumir la tutela de su todavía marido, el príncipe alemán Ernesto de Hannover, quien enfrenta graves problemas de salud por su adicción al alcohol.
Después de perder el conocimiento durante la fiesta de boda de su hijo Christian de Hannover (hijastro de Carolina) y la peruana Alessandra de Osma, celebrada en Lima en marzo, el aristócrata de 64 años se encuentra internado en una clínica austríaca debido a una inflamación del páncreas y hemorragias internas.
Esta es la segunda ocasión en dos meses que el esposo de Carolina de Mónaco recibe atención médica de urgencia por sus excesos con la bebida, reseñó la revista alemana Bunte. La situación es tan seria, según la revista, que allegados al príncipe se cuestionan qué camino legal tomar si continúa actuando de forma tan dañina e irresponsable.
Para Carolina, de 61 años, este amargo episodio se instala en una vida matizada por los desencantos o las tragedias amorosas, además de la inesperada muerte de su madre, Grace Kelly, en un accidente automovilístico ocurrido cercano al principado de Mónaco, el 4 de septiembre de 1982. La princesa tenía 25 años.
Una muchacha rebelde, a los 19 años desafió a sus padres para casarse con el 'playboy' francés Philippe Junot, de 35 años, en una ceremonia civil privada en el Palacio de Mónaco el 28 de junio de 1978. Al día siguiente, los enamorados sellaron su amor en una ceremonia religiosa, que contó con invitados conocidos como Frank Sinatra, Cary Grant y Ava Gardner.
Dos años después se acabó el amor. La pareja se separó por la vía civil, pero tuvo que esperar por la anulación eclesiástica. El Vaticano finalmente anuló la unión el 1 de julio de 1992. Pero en medio de este trámite burocrático, Carolina de Mónaco encontró el amor de su vida: el empresario italiano Stefano Casiraghi (tres años menor que ella), un hombre que compartía su apego por los viajes y la aventura.
La pareja unió sus vidas el 29 de diciembre de 1983 y procreó tres hijos (Andrea, Carlota y Pierre). La felicidad acabó de golpe cuando Casiraghi murió en un accidente durante una competencia de botes en Monte Carlo, el 3 de octubre de 1990, donde intentaba validar su título como campeón del mundo de ‘off-shore’.
A la princesa de Mónaco le tomó 13 años volver a enamorarse y lo hizo de un amigo de toda la vida. En el 1996, inició una relación con el príncipe del extinto reino de Hannover, quien todavía estaba casado con Chantal Hochuli (una amiga de la heredera de los Grimaldi). Ese hombre, que ahora se refugia en el alcohol y le causa bochornos públicos, en aquel momento se convirtió en su consuelo y cómplice de vida. Eventualmente, Ernesto de Hannover se divorció. La pareja se casó en el 23 de enero de 1999 con Carolina (que adquirió el título de duquesa de Brunswick) embarazada de tres meses de la menor de sus hijos: Alejandra de Hannover.
Una década después cada uno continuó su camino sin oficializar (hasta el momento) la separación con el divorcio y dando al traste con ese refrán que dice que “a la tercera va la vencida”.