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En Primera Persona

"Las mujeres argentinas aprobaron en las calles lo que los senadores rechazaron. Será ley tarde o temprano"

Giselle Carino, directora regional de la Federación Internacional de Planificación Familiar, cuenta en primera persona por qué cree que, pese a la derrota de la ley del aborto en el Senado la semana pasada, Argentina ha dado un gran paso adelante.
13 Ago 2018 – 12:12 PM EDT
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Giselle Carino (primera por la izquierda) junto con otras activistas en un acto reciente en Argentina. Crédito: Paola Luisi

A pesar del frío y la lluvia, las chicas se quedaron en la marcha. Pintadas de verde y con los pañuelos en mano, millones marcharon, cantaron y demandaron que el proyecto de ley que legalizaría el aborto en Argentina se convirtiera en ley. Después de una sesión maratónica de 16 horas, el Senado argentino frenó la legalización del aborto por 38 votos a 31.

No sentí desesperanza, más bien me sentí inspirada y conmovida con la certeza de una derrota circunstancial. Las mujeres aprobaron en las calles la ley que los senadores rechazaron en el Senado. Siento indignación, sí, pero por esa brecha en la representación. Los senadores no expresaron la voluntad popular, y duele ver cómo no votaron a favor de la vida, votaron para no hacer nada que efectivamente acabe con el aborto clandestino e inseguro que mata mujeres no solamente en Argentina, sino en toda Latinoamérica y el mundo.

La ley vigente data de 1921 y solo permite el aborto en caso de violación o riesgo de vida para la mujer, pero en la práctica, como en muchos países de la región, pocas mujeres –y mucho menos aquellas con pocos recursos sociales y económicos– pueden acceder a ello. El estigma, el tabú, la carencia de equipos de salud comprometidos, y hasta la fiscalía local suelen ser obstáculos.

Sabemos que leyes que restringen el aborto no conducen a su disminución, solo los hacen inseguros. Sabemos que alrededor de medio millón de mujeres abortan en Argentina cada año y que mayormente aquellas con recursos económicos y sociales suelen acceder a interrupciones seguras. Las que más sufren son las más pobres, que muchas veces pagan con sus propias vidas. Solo este mes vimos con tristeza en los diarios varios casos en provincias cuyos Senadores votaron en contra de una ley que les podría haber evitado la muerte.


La maternidad forzada es una tragedia siempre, y el Estado, no puede imponerla a ninguna mujer, o niña. Conocemos casos muy extremos, como el reciente de una niña de 11 años en Paraguay que fue violada y forzada a llevar el embarazo a cabo. Murió durante el parto. También en Argentina, un país con tasas de embarazo adolescente particularmente altas.

Es medieval y cruel que el Estado fuerce a una mujer a tener un embarazo que no desea y particularmente en una región como la nuestra donde la tasa de violencia contra la mujer es altísima. Es una violación de los derechos humanos. Es inaceptable y cualquiera que diga lo contrario está cayendo en una enorme hipocresía, porque nadie desearía que semejante crueldad sea impuesta sobre sus hijas ni sus hermanas.

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Aunque el resultado en el Senado haya sido negativo ayer, la movilización es enorme. Las mujeres jóvenes tomaron las calles y esto no desaparece hasta que el aborto sea ley. Lo que sentí con fuerza el miércoles es que los derechos humanos no tienen fronteras y que para mejorar la salud hay que ampliar derechos. Y que las mujeres no vamos a dar un paso atrás. Mujeres en Perú, México y Chile se manifestaron para demostrar su solidaridad.

Fue conmovedor también ver a tantas chicas jóvenes de secundaria, que votarán al año que viene por primera vez. No me cabe duda de que el tema del aborto tendrá una centralidad en el proceso electoral, el año que viene y cada vez de ahí en adelante. Este año ha consolidado una lucha que va a marcar sus vidas y sus trayectorias individuales y colectivas. Las pibas fueron las últimas en irse el miércoles, al final de la sesión de 16 horas, a las 3 de la mañana. Aun cuando sabíamos que el voto para la aprobación era improbable, ellas nos han enseñado que hay que seguir hasta el final. Que la única batalla que se pierde es la que se abandona y esta no será una de ellas.


No tengo dudas de que el movimiento encontrará o creará oportunidades pronto para volver a proponer el cambio. El tema del aborto viene ocupando desde hace meses todas las conversaciones políticas, los programas en la televisión, las mesas familiares, las calles, en suma, la agenda pública. Esto demuestra que l a sociedad argentina está perfectamente preparada para afrontar este cambio. Con su voto, los Senadores negaron las terribles experiencias que viven muchas mujeres en sus provincias, la evidencia científica, las políticas de salud pública más efectivas para la reducción de la muerte materna y los acuerdos internacionales. A pesar de que el Senado demostró ser completamente negligente ante esta realidad, no retrocederemos.

Lo que ha ocurrido en Argentina en los pasados meses es una ganancia neta para este país y trascendental para las mujeres de otros países: el tema del aborto salió de la clandestinidad. Pero esta movilización no es solo acerca del aborto; es fundamentalmente sobre el reconocimiento de la igualdad de derechos.

Siento un gran orgullo por ser Argentina y quiero poder contarles pronto a mis dos hijos que este país reconoce el derecho de las mujeres a ser iguales ante la ley. Que en Argentina la maternidad será deseada o no será y que podemos terminar un embarazo de manera segura, legal y gratuita.

El miércoles por la noche, al final del debate, alguien dijo que el futuro nos pertenece. A mí no me cabe ninguna duda. El futuro pertenece a las pibas y será verde.

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